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lunes, 23 de mayo de 2011

PERU: Elecciones y miedos

¿Vuelve el pishtaco?

Por Jairo Rivas Belloso

Noticias SER, 04/05/2011

I

Corría la década de los ochenta y un rumor se esparcía por las calles de Ayacucho y rebotaba como extraña noticia en Lima: han vuelto los pishtacos. Estos personajes sanguinarios, habitantes de las leyendas, aparecieron nuevamente en escena traídos por la tragedia de aquellos años sangrientos.

Los análisis antropológicos no se hicieron esperar. Nos recordaron que la historia del pishtaco degollador que se roba la grasa humana es producto del trauma de la conquista. En sus orígenes se explicaba que tal acción la realizaba para proveer de una materia prima fundamental a aspectos claves – al menos simbólicamente – de la maquinaria colonial: el funcionamiento de los navíos o la elaboración de campanas.

Con los siglos esta historia ha mostrado su ductilidad. El personaje es siempre el mismo, pero el destino de su sangrienta operación ha ido cambiando. Así, la grasa ha servido, entre otros cometidos, para movilizar las industrias norteamericanas, pagar la deuda externa (tiempos de Alan García), aceitar armas (tiempos de la violencia), e incluso hacer funcionar las computadoras como escuché en 1992 en una comunidad cusqueña.

En todas sus variantes el personaje es intrínsecamente malvado y comete sus fechorías contra miembros de una comunidad porque sirve a intereses extraños a ella. Se trata, por tanto, de una historia defensiva, que cierra a una comunidad sobre sí misma y permite darle alguna racionalidad a un ataque externo que se percibe como irracional.

II

En estas semanas de segunda vuelta circulan por Lima rumores y comentarios ante la posibilidad de un triunfo de Ollanta Humala: “va a nacionalizar las empresas” (se puede cambiar de palabra: universidades, colegios), “nos quitará lo que tenemos ahorrado en nuestra AFP”, “cambiará la Constitución para perpetuarse en el poder”, “cerrará el McDonald’s”, “huirán los capitales”, “caerá la inversión”, “tendré que compartir mi casa con otras personas”, y un sinfín de expresiones más a modo de rosario interminable.

Si bien algunas de las afirmaciones tienen asidero en el plan de gobierno presentado por Gana Perú o en declaraciones de algunos de sus miembros, asombra la forma en la que se levantan las críticas, primero a través de los medios y luego como letanía que pasa de boca en boca.

Estas expresiones me han hecho recordar la historia de los pishtacos. Como si se tratara de una comunidad amenazada por una presencia que no se entiende, la población acomodada de Lima y de algunas ciudades del país – que no se trata de otros – concentra todo el mal en la figura de Humala y difunden su perplejidad ante lo que no pueden comprender. Así demonizado, el candidato es visto como alguien extraño en su propio país, como si no perteneciera a esta realidad. Antes bien, es considerado como el criminal que va a extraerles aquello que les resulta fundamental para vivir: privilegios.

III

He viajado mucho por el país, especialmente los últimos años. En muchas comunidades del interior he podido apreciar la falacia de un “Perú (que) avanza” y la fragilidad de los discursos grandilocuentes sobre los cambios que se vienen produciendo en el país. No me resulta extraño que una parte del país apoye a Humala, que no lo sientan como un pishtaco extraño y amenazante, sino como alguien que acaso encarne sus aspiraciones tan largamente desatendidas por sucesivos gobiernos.

Tengo mis reservas sobre la candidatura de Humala y los riesgos que conlleva. Pero en este tiempo de volcar la mirada sobre el futuro del país, la peor opción es dejarse llevar por historias que nos llevan a encerrarnos sobre nosotros mismos. Ante la disyuntiva de esta elección que desagrada a muchos, lo coherente me parece definir la propia opción con fundamento y defenderla más allá de las elecciones, en los años que vienen.

El temor al pishtaco paraliza, pero la tensión se acumula y explota en estallidos de violencia. Ni la inmovilidad ni la agresión me parecen opciones para este tiempo, donde la reflexión crítica, la vigilancia, la acción ciudadana son absolutamente fundamentales para consolidar en los próximos años los caminos de la democracia y el desarrollo.

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* Tomado de: http://www.noticiasser.pe/04/05/2011/cruce-de-caminos/cruce-de-caminos/%C2%BFvuelve-el-pishtaco

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El opio de los dominantes

Por Jorge Bruce

La República, Lima, domingo 24/04/2011

Sin ansiedad no se aprende, decía José Bleger. Y agregaba: con mucha, tampoco. Esa observación del gran psicoanalista argentino permite entender una serie de comportamientos en diversos sectores del panorama político peruano actual. Mucha gente recuerda el famoso CADE de la inclusión social, en el que los empresarios más poderosos del país parecían haber tomado conciencia de las razones que habían llevado a un Humala, más radical que el de hoy, a pasar a la segunda vuelta en el 2006. En ese momento había, pues, mucha ansiedad. Porque el hecho macizo es que no aprendieron.

Luego vino el proceso inexorable de la negación, adormecidos con ese opio no del pueblo sino de los dominantes, que se llama crecimiento económico (otra forma de religión, si se quiere). Sí, el dinero es un antídoto contra la ansiedad, pero no resuelve los problemas que la causaron en primer lugar. Más bien promueve la amnesia y la anestesia.

Pasaron cinco años y nos encontramos en otra disyuntiva anxiógena. Solo que esta es peor que la anterior. En vez de tener que elegir entre García y un Humala agresivo y chavista, ahora tenemos a Keiko Fujimori, atrapada en el conflicto entre tomar distancia de los crímenes de su padre, lo cual implicaría reconocerlos, junto al obvio copamiento de medios e instituciones vía la corrupción que nadie podía ignorar. Porque una cosa es decir que su padre ignoraba las matanzas del grupo Colina, lo cual es inverosímil pero se le puede conceder el beneficio de la duda a la lealtad ciega de una hija con complejo de Electra, y otra es no haberse dado cuenta de lo que estaba ocurriendo de manera ostensible con los medios de comunicación que sacaban las mismas portadas infames a diario (algo de eso comienza a verse ahora, sin necesidad de asesoría montesinista). Y este es solo un ejemplo de la masa de evidencias que todos veíamos, sobre todo hacia finales de la década de los noventa.

De un lado, pues, la imposibilidad de deslindar de un gobierno criminal y un padre justamente encarcelado. Del otro, un Humala que se parece cada día más a Gandhi, como comentó alguien en el Twitter. A Keiko sabemos que no podemos creerle, puesto que los crímenes de su padre y su gobierno están demostrados y juzgados. Que ella no pueda resolver ese conflicto no es nuestro problema. Esta no es una época dinástica sino democrática.

Del otro tenemos a Humala jurando que las realidades de la política lo llevan a hacer concesiones. Yo sé que no votaré por Keiko, por el daño espiritual irremediable que causaría a nuestra sociedad darle una oportunidad a quien dice que el de su padre fue el mejor gobierno de la Historia del Perú. Pero, como muchos, no estoy dispuesto a entregarle mi voto a Humala sin recibir suficientes garantías de su nueva actitud. Tenemos unas semanas por delante, pero no puedo ocultarles que mi ansiedad es creciente y se acerca a ese punto diagnosticado por Bleger, en el que ya no se aprende ni se piensa sino que se actúa impulsivamente.

Eso es lo que están haciendo medios que despiden a periodistas como los de Canal N por un terror sin nombre: no están pensando ni aprendiendo.

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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/24-04-2011/el-opio-de-los-dominantes

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El miedo, la mentira y la exclusión

Por Alberto Adrianzén M.

La República, Lima, sábado, 09/04/2011

En estos tiempos agitados, por cierto, es bueno preguntarse si aquella frase de Norbert Lechner sobre cómo se constituye un orden político tiene sentido en este país: “Como enfoque general, supongo que un orden político se constituye junto y por medio de los sujetos políticos. Ningún sujeto se forma por autorreferencia; nos reconocemos como un nosotros por medio de los otros. Y el orden no es sino el proceso de mediación en el cual se reconocen mutuamente los sujetos… presumo que el orden político se estructura en un mismo movimiento junto con la delimitación de las identidades políticas”.

En realidad, la pregunta no es ociosa y podría ser enunciada de la siguiente manera: ¿qué pasa cuando en una sociedad una de las partes –es decir, aquellos que detentan el poder– no quiere o no requiere reconocer a los “otros” para reproducir un orden político?; o ¿qué pasa cuando un orden (político) no se fundamenta en un proceso de mediación y en el cual una parte decide no reconocer a la otra? ¿Existe un orden político? Y si existe, ¿a quiénes abarca ese orden y de qué tipo es?

Porque conforme se vive el proceso electoral uno va descubriendo que el orden político que se quiere perpetuar en este país se fundamenta no solo en la destrucción de la identidad política del otro, sino también –y esto es lo más grave– en su exclusión.

La mejor manera de comprobar este hecho es la histeria que viene provocando el triunfo democrático de Ollanta Humala en esta primera vuelta. Con ello no hago referencia a aquellos columnistas que proponen imaginarios frentes antifascistas apelando a una épica maniquea y falaz. Mi interés, más bien, es señalar que el actual orden –el mismo que se quiere perpetuar en estas elecciones– tiene como fundamento tres elementos: a) la mentira; b) el miedo y c) la exclusión.

La mentira para descalificar a un adversario político que rápidamente se convierte en un enemigo al cual hay que eliminar. El miedo (o el famoso “salto al vacío”) como el elemento mediador entre aquellos que detentan el poder y la sociedad. Y la exclusión política del otro como el resultado final de este proceso.

Por eso no nos debe extrañar el carácter conservador y autorreferencial de aquellos que hoy detentan el poder. Hablan para ellos mismos y lo único que ofrecen a los “otros” es el mismo orden y el miedo como principal vínculo social. No buscan convertirse en un sujeto político –ello explica el por qué la derecha en este país nunca ha constituido un partido político y por qué nunca ha sido liberal– sino más bien en una suerte de “guachimanes” y “protectores” frente a una fuerza extraña a la que siempre hay que rechazar. Para ellos, la democracia no se fundamenta en el respeto a las formas y al Estado de Derecho –como se comprobó en el fujimorismo–sino más bien en el “sagrado respeto” de sus intereses. Antes que un sujeto político constituido son, más bien, un grupo social que se comporta como “patrones” cuando su orden es cuestionado.

El resultado es el siguiente: para unos pocos existe un orden político minoritario (abarca a unos cuantos y es excluyente) con reglas definidas e infranqueable para los otros; para la mayoría lo que existe más bien es un gran desorden social y político. Viven en un caos permanente.

Me parece que eso es lo que está en juego en estas elecciones. Si continuamos viviendo en un orden político y social para unos cuantos o si somos capaces de construir un orden ciudadano para todos. Dicho en otros términos, un orden político capaz de establecer mediaciones democráticas entre los “unos” y los “otros” para constituir sujetos políticos capaces de pactar. Es decir, un orden democrático que incluya y no que excluya como hoy nos proponen los adversarios de Ollanta Humala.

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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/09-04-2011/el-miedo-la-mentira-y-la-exclusion

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Los miedos y los privilegios

Por Alberto Adrianzén M.

La República, Lima, sábado, 21/05/2011

En estos días me he preguntado si el miedo que hoy la derecha y el fujimorismo intentan imponer a la sociedad no es, acaso, equivalente o, incluso, mayor al miedo que sienten por un posible triunfo de Humala. La pregunta no es ociosa porque la campaña que realizan para infundir tal miedo es totalmente desproporcionada y hasta, diríamos, irracional. Es bastante similar, reconociendo diferencias, al miedo que intentó provocar la ultraderecha de EEUU durante las últimas elecciones presidenciales cuando dijo, por ejemplo, que Obama era musulmán, que no era norteamericano y que implantaría el socialismo.

Hoy la situación es similar en el Perú. A toda hora, cual letanía, la derecha y el fujimorismo nos advierten que Humala intenta no solo confiscar los medios de comunicación, los ahorros y las propiedades, sino también que estatizará empresas y que implantará el socialismo del siglo XXI. Es verdad que todo ello es parte de una campaña bien orquestada, pero creo que refleja sobre todo los miedos de la derecha.

Ahora bien, si se acepta lo dicho hasta aquí, la siguiente pregunta debería ser qué atormenta tanto a la derecha como para publicitar y proyectar en el otro (léase Humala) sus miedos. Y creo, sinceramente, que es el temor al cambio, pero sobre todo –y esto es lo más importante– el terror a perder los privilegios que hoy tienen. En realidad, el gigantesco rechazo al cambio es igual (o equivalente) a los gigantescos privilegios que tiene una minoría y que hoy pretende, con la ayuda del fujimorismo, perpetuar.

Por eso Keiko Fujimori, además de ser la representación política de los ricos, es la mejor escudera de esos privilegios que se acentuaron desmedidamente a partir de 1990 con Fujimori.

Hace unos días, la consultora Macroconsult, tomando como base la información de la Encuesta Nacional de Hogares, señaló que solo dos de cada cien familias ganaban más de S/. 3,000 al mes y que solo en 14 de cada 100 hogares se gana más de S/. 1,000 al mes. Para esta consultora el ingreso del 65% de los hogares no llega al mínimo vital en el 2009 (Gestión: 18/5/11). Esto debe ser motivo de escándalo.

No es extraño en este contexto que el fujimorismo repita la estrategia de los 90: formar una inmensa clientela para estatizar a los pobres. Una reciente información de Servicios Educativos Rurales (SER) describe cómo en Ayacucho continúa en esta lógica clientelar orientada a los sectores rurales más pobres: “Socorro Arce, vocera de Fuerza 2011, manifestó que el desplazamiento ‘Merchandising’ está compuesto de un kit que contiene: pulsera Keiko, chalina Keiko, polo, cuaderno grande, taper fujimorista, vaso de desayuno, fósforo, lapicero, gorro, afiche y bolsa Keiko Presidente.

La chalina Keiko es un distintivo que ha sido diseñado específicamente para los pobladores de las zonas rurales en esta temporada de frío. El vasito escolar lleva estampado un mensaje peculiar: ‘Combo escolar. Keiko Presidente’. El taper lleva el mensaje ‘Banco de materiales, crédito para casas’. El tomatodo lleva el mensaje ‘Foncodes, obras para comunidades y pueblos, Pronamachs, programa Juntos con montos muy mejorados’. El cuaderno Keiko es de tamaño grande, con un diseño llamativo, que contiene la imagen de Keiko con el siguiente mensaje: ‘Ahora: Libros, uniformes escolares, computadoras para maestros; Como antes: calzados y buzos para escolares ¡Gratuitos!’. Este mensaje da a entender claramente la propuesta de continuidad respecto del gobierno de su padre”. Según Socorro Arce los objetos son aporte de empresarios que apuestan por Keiko. Por eso el fujimorismo es la última línea de defensa que tiene esta minoría para mantener sus privilegios.

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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/21-05-2011/los-miedos-y-los-privilegios

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