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lunes, 7 de mayo de 2012

Historiografía española: Pierre Vilar (1906-2003)

Necrológica:

Pierre Vilar, hispanista catalanizante

El País, Madrid, viernes 15 de agosto de 2003

En su librito acerca de la Guerra Civil española, Pierre Vilar explica cómo recibió la noticia del estallido. Visitaba al también hispanófilo Maurice Legendre, de ideario muy conservador, quien le transmitió su creencia en una pronta victoria de los sublevados. "Es cosa de tres días", concretó. Pero una sirviente extremeña se lo rebatió con decisión y demostró tener mejor olfato para el futuro que el resto de los interlocutores. Aquellos tres años (que no tres días) fueron decisivos para un científico que ha marcado con un sello indeleble, desde los años sesenta, la historiografía española.

Nacido en 1906, Vilar ha sido, como Hobsbawm, un protagonista del siglo aparte de contribuir a conocerlo y explicarlo. Hijo de maestros procedentes del mundo rural galo, cuando estalló la I Guerra Mundial apenas tenía ocho años, pero en su juventud ya vivió las grandes controversias acerca del pacifismo y fue entonces cuando, como tantos otros, se sintió atraído por "el gran resplandor" procedente del este, la revolución rusa. Su cercanía al comunismo quedó ratificada en los años treinta. Nunca abandonó la referencia marxista, pero para él, porque era un excelente historiador, no significó ningún escolasticismo.

Resulta muy curioso el hecho de que su primer contacto con Marx naciera de la condición de éste como narrador del pasado español. Pero antes que descubrirle a él y que descubrir a España, Vilar había tenido la revelación de Cataluña. En realidad, su primera dedicación no fue la historia, sino la geografía; ésta, sin embargo, como en los grandes maestros de Annales (Febvre, Braudel...), estaba muy relacionada con el ansia de llegar a una explicación total del pasado en sus aspectos físicos o materiales y en los humanos o culturales. En París se había formado en la École Normale codo a codo con una generación de la que formaban parte Sartre, Nizan y Aron. Como toda ella, vivió la aventura intelectual como un compromiso. Pero el suyo fue inesperado: en 1927 visitó Cataluña y percibió con asombro el hecho extraño de una identidad que se decía nacional, pero que al mismo tiempo no era incompatible con la española. En los años treinta, en Madrid, desde la Casa de Velázquez, descubrió otro gran motor del mundo contemporáneo, la lucha de clases. En Pensar históricamente, bello título para una autobiografía que sabe a poco, repasa una inacabable lista de protagonistas de la vida española a los que conoció, desde Unamuno a Pestaña.

Prisionero de los alemanes tras la derrota de 1940, como Braudel o Bloch, Vilar reanudó su vida profesional en la posguerra. Su gran libro acerca de Cataluña en la España moderna apareció a principios de los años sesenta. Tenía la ambición, como El Mediterráneo de Braudel, de conseguir una explicación global, pero no tuvo tanta repercusión en la historiografía del vecino país. En cambio, fue enorme la que alcanzó en España y, sobre todo, en Cataluña. Lo que en sus gruesos volúmenes se transparentaba, tras el uso exhaustivo de bibliotecas y archivos, era el esfuerzo de sucesivas generaciones por construir una realidad industrial y promover una identidad colectiva. Los historiadores catalanes vieron en Vilar un punto de referencia obligado: no puede extrañar que la Historia editada por Edicions 62 con ocasión del Milenario de Cataluña fuera dirigida, sin disputa y con dedicación perceptible en los prólogos sucesivos, por él.

Gran profesional, Vilar fue también, como queda dicho, historiador comprometido. En los setenta tuvieron gran éxito breves libros suyos (Historia de España o el citado sobre la Guerra Civil), discutibles entonces y destinados a desaparecer luego como punto de referencia. Pero su caso testimonia que un historiador, cualesquiera que sean sus ideas, se debe arriesgar a la comparación o incluso a sacar enseñanzas para el presente y el futuro. Recuérdese aquel paralelismo suyo entre la crisis del XVII y 1929, expresado en la literatura del Quijote y Chaplin, respectivamente. Hoy conviene tener en cuenta en relación con el problema de la pluralidad de identidades, que dejó escrito que, por su pasado y su presente, España podía ser capaz de ofrecer una solución a un problema acuciante en todo el mundo.

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* Tomado de: http://elpais.com/diario/2003/08/15/revistaverano/1060898438_850215.html

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Necrológica:

Pierre Vilar, historiador y maestro de historiadores

CARLOS MARTÍNEZ SHAW

El País, Madrid, 15 AGO 2003

La muerte, no por anunciada, deja de ser triste. Pierre Vilar nos ha dejado cuando ya había cumplido los 97 años, pero este hecho no nos consuela de la pérdida del maestro, del historiador, de la persona atenta y cariñosa que nos dio constantes elecciones de ciencia, de compromiso ideológico y humanidad.

Los curiosos que quieran tener una reseña de su vida pueden acudir, mejor que a ningún otro lugar, al volumen de memorias que publicó (primero en catalán y después en castellano) bajo el título de Pensar històricament. Reflexions i records. Allí el gran historiador francés nos señalaba los hitos principales de su toma de posición política y profesional, desde sus años en la École Normale durante los cuales convive nada menos que con Jean-Paul Sartre, Paul Nizan, Raymond Aron, Maurice Merlau-Ponty y Simone Weil, pero de los que recuerda sobre todo las escapadas al cineclub Studio 28 de Montmartre para ver películas de Renée Clair, Mournau y Luis Buñuel.

Su vocación se define al contacto de la geografía humana y de la historia total, tal como la estaban definiendo Lucien Febvre y Marc Bloch. Tras elegir como tema de investigación la geografía económica de la Cataluña industrial, llegan a partir de 1927 los años barceloneses, en los que pronto habrá de enfrentarse al drama de la construcción y posterior destrucción de la República española. Son también los años en que se enamora de Gabriela Berrogain, Gaby, la madre de su único hijo, Jean, también un ilustre hispanista, son los años en que toma otras decisiones importantes, como la de renunciar a una posible militancia en el Partido Comunista francés -al que le empujaba su ideología- para dedicarse a la familia y a la historia, una doble exigencia que juzgaba incompatible, si no con el compromiso, sí con el activismo político. Y son los años en que se aviva su amor por España, tras su primer contacto, cuando tras la visión desde el tren de las murallas de Ávila y El Escorial exclama: "Un gran paisaje, una gran historia".

Los felices años barceloneses tocan a su fin en 1936 con el estallido de la Guerra Civil, que van a obligarle a abandonar España, dando lugar a su activa colaboración con el Comité Cervantes de ayuda a los intelectuales republicanos. Además es el preludio a la II Guerra Mundial, que le supondrá una dramática experiencia como oficial del Ejército francés y como prisionero de guerra en campos de concentración de Alemania, Polonia y Austria. Sin embargo si, por un lado, es capaz de escribir su Historia de España durante su cautiverio, por otro no se deja llevar por el resentimiento, sino que expresa su dolor por "la Alemania de las catedrales y los Meistersingers" que los aliados están destruyendo calculadamente en el momento de la victoria.

Llegan ahora los tiempos de la cosecha intelectual. En 1962 se publica su obra magna, La Catalogne dans l'Espagne moderne, una investigación modélica. Y después, toda una serie de trabajos esenciales para el conocimiento de los tiempos modernos y para el progreso de la teoría de la historia, donde se dan cita las dos caudalosas fuentes de su quehacer historiográfico. La Escuela de los Annales y el materialismo histórico, felizmente maridados en su concepto de la "historia integradora", una de las líneas más fecundas de la ciencia histórica actual.

A partir de los años sesenta, Pierre Vilar desempeñó su magisterio desde su cátedra de la Sorbona. Sin embargo, siempre se mantuvo fiel a Cataluña, el hogar de su juventud, adonde regresó una y otra vez para impartir seminarios, para presidir congresos y para dispensar a varias generaciones de historiadores los beneficios de su sabiduría. Y cuando volvía a París, todos podían seguir aprendiendo con sólo visitarle y gozar de su hospitalidad en su precioso apartamento frente al Sena, en el Quai de la Rapée. El maestro recibió en España casi todos los reconocimientos posibles: fue investido como doctor honoris causa, le fue adjudicado el Premio Elio Antonio de Nebrija de la Universidad de Salamanca, un centro de investigación llevó su nombre en Barcelona... Y, sin embargo, siempre seguiremos en deuda con uno de los mayores historiadores y uno de los mejores hispanistas del siglo XX, que fue además le maître à tous, maestro de todos en historia, en compromiso personal y en humanidad.

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* Tomado de: http://elpais.com/diario/2003/08/15/revistaverano/1060898437_850215.html

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Mi Pierre Vilar

Por Joan B. Culla i Clarà

El País, Madrid, 15 AGO 2003

Autoridades tiene la profesión que, en las próximas semanas, sabrán analizar y valorar con calma lo que el magisterio de Pierre Vilar ha significado para la historiografía catalana de la segunda mitad del siglo XX, las influencias que ha ejercido en el ámbito metodológico, en el temático... e incluso en el político, abarcando éstas últimas un abanico que va desde el PSUC hasta Jordi Pujol. Por mi parte, y en una reacción inmediata a la tardía noticia de su fallecimiento -no por previsible menos triste-, sólo me atrevo a esbozar una evocación personal, a hacer memoria de algunos momentos vividos cerca del afable y sabio patriarca de la ciencia histórica que acaba de dejarnos tras casi una centuria de labor.

Le conocí en 1975, cuando el Colegio de Aparejadores -creo- le invitó a dar una conferencia en Barcelona; buscaron a alguien de su ramo para atenderle, y a través de un amigo de un conocido de una amiga me reclutaron a mí. Para un estudiante de último curso de historia contemporánea fue lo mismo que para un creyente ser recibido en audiencia privada por... Dios. El maestro -a quien todavía acompañaba su enérgica esposa vascofrancesa- se mostró tan cordial y asequible que nos atrevimos a atracarle y, además de la conferencia programada -multitudinaria, en el CIC de la Via Augusta-, accedió a pronunciar gratis et amore otra, tumultuosa y vibrante, en un Paraninfo lleno a rebosar de universitarios entregados.

Años después, a principios de la década de 1980, Vilar estaba de nuevo entre nosotros, investigando en la Casa de l'Ardiaca, y Lluís Bassets -entonces director del semanario El Món- me propuso hacerle una entrevista. Disfruté de su agudeza y de su conversación infatigable durante toda una lluviosa mañana de sábado, hablando de historia, pero también de la más estricta actualidad; tres días después, en el despacho que usufructuaba dentro de una de las torres de la muralla romana, frente a su alojamiento del hotel Colón, revisó el texto y lo dio por bueno. Así era en todo, consigo mismo y con los demás: serio, riguroso, escrupuloso en el uso de las palabras y los conceptos. En cuanto a la entrevista, por ahí anda, en las hemerotecas.

Un poco más adelante, dentro de aquella misma década, Pierre Vilar aceptó de Presses Universitaires de France el encargo de escribir lo que fue uno de sus mayores best sellers, el librito sobre la guerra civil española publicado aquí en 1986, y se instaló de nuevo en Barcelona, en el hotel Colón y en Ca l'Ardiaca, donde coincidíamos y charlábamos, y donde me pidió que le gestionase una entrevista con Josep Tarradellas para explorar la posibilidad de efectuar una incursión en el archivo de éste en Poblet. El día convenido, y después de almorzar mano a mano en el restaurante Set Portes -al gran historiador le agradaba comer y beber decorosamente-, un taxi nos llevó hasta la residencia del presidente jubilado. Durante las dos horas siguientes fui el único testigo, mudo y fascinado, de un espectáculo extraordinario, irrepetible, del diálogo apasionante entre los que se me antojaron dos gigantes, dos monstruos -de la política uno, de la historiografía el otro-, los últimos supervivientes de una especie ya extinguida. La conversación -en francés- estaba teñida de una cortesía antigua, punteada de "monsieur le Président" y de "docteur Vilar", y discurrió entre el pasado y el presente, entre recuerdos comunes sobre el París de los años sesenta y observaciones punzantes, aunque educadas, sobre la política francesa y catalana del momento. Me parece que Vilar no fue nunca al archivo de Poblet, pero yo no me he perdonado jamás no haber tenido, esa tarde, un magnetófono.

Hubo, desde luego, otros encuentros -así, los que moderaba la bonhomía de Josep Maria Castellet para establecer las grandes líneas de la Història de Catalunya que, con la autoridad de Vilar en el frontis, Edicions 62 publicó entre 1987 y 1990-, y un sinfín de anécdotas. Cuando algún profano, para explicarse la pasión de toda su vida por este país, le preguntaba si era de origen catalán -catalán del norte, se entiende-, el ilustre historiador contestaba que no, pero por poco; ¿acaso no había sido el señorío de Montpellier, su tierra natal, parte del patrimonio del rey Jaime I? O esa respuesta que dio a un grupo de universitarios franceses venidos a interrogarle sobre la realidad catalana: ¿Cree usted que Cataluña es una nación? "No, no lo creo. Lo sé. Creerlo sería una cuestión de fe, irracional. Saberlo es el fruto del estudio científico de una realidad histórica, social, económica...".

Descansi en pau, doctor Vilar. Y muchas gracias por todo.

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* Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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* Tomado de: http://elpais.com/diario/2003/08/15/catalunya/1060909640_850215.html

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Josep Fontana reivindica el carácter pionero de la obra de Vilar

Por ISRAEL PUNZANO

El País, Barcelona, 11 SEP 2004

"Hoy querría destacar la manera en que el trabajo de investigación y de interpretación de Pierre Vilar nos ha ayudado a repensar globalmente la imagen de nuestro pasado, que es tanto como decir repensarnos globalmente como pueblo", sostuvo el catedrático emérito de la Universidad Pompeu Fabra Josep Fontana durante la lectura, ayer, de la tradicional conferencia con motivo de la Diada de Cataluña en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona. El acto conmemorativo clausuraba además el homenaje que el consistorio barcelonés ha dedicado al autor de Catalunya dins l'Espanya moderna.

Fontana se refirió a Vilar como uno de los intelectuales que abrieron nuevas vías de pensamiento a los historiadores catalanes. "En mi época de estudiante, la historia de Cataluña era todavía la de los gloriosos tiempos medievales. Vicens Vives empezaba a tener consciencia de la necesidad de estudiar la era contemporánea. En la visión tradicional había un pasado esplendoroso y luego una larga decadencia".

Evolución natural

Los estudios del historiador francés avanzaron, sin embargo, una tesis diferente: "Hoy estamos construyendo una nueva visión que rehúye la idea de dos historias de Cataluña separadas por el corte de 1714, para proponer una interpretación que sostiene que entre la Cataluña de antes y la de después de 1714 no hay ruptura, sino una evolución natural", explicó el conferenciante.

Fontana defendió que la derrota de los catalanes frente a las tropas de Felipe V, aunque no impidió el crecimiento económico, hizo imposible "una España más equilibrada y solidaria".

En su argumentación, el catedrático recordó las aportaciones del desaparecido Ernest Lluch, quien reivindicaba la actualidad del proyecto político de los vencidos en la guerra de Sucesión, que oponían un modelo de signo representativo y moderno -similar al que existía en Inglaterra y Holanda-, al absolutismo triunfante. En referencia al progreso económico catalán iniciado en el siglo XVIII, añadió: "Los orígenes de nuestro crecimiento se encuentran en el trabajo de los hombres y de las mujeres de la sociedad civil y tiene unos protagonistas que no aparecen en los libros de historia: comerciantes, tenderos, fabricantes, marineros y campesinos. Fueron ellos, y no los monarcas y los ministros, los que crearon con su esfuerzo la Cataluña contemporánea".

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* Tomado de: http://elpais.com/diario/2004/09/11/catalunya/1094864849_850215.html

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Historiografía española: Cataluña / Catalunya

Reportaje: HISTORIOGRAFÍA

La ciencia del pasado

Por CARLOS MARTÍNEZ SHAW

El País, Madrid, sábado 6 de octubre de 2007

Partiendo de la Edad Media, con sus crónicas sobre la ideología catalanista hasta la renovación historiográfica del siglo XX, que primaba los hechos políticos y en la que destaca el nacimiento en los años previos a la Guerra Civil de la escuela de prehistoriadores catalanes, Martínez Shaw repasa el pasado de Cataluña y sus características específicas, en el que ocupa un lugar destacado Jaume Vicens Vives.

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En Cataluña, la historiografía ha seguido una evolución similar, con sus lógicas características específicas, a la de todo el ámbito cultural de la Europa occidental. Así, ya la Edad Media aportó su correspondiente cuota de textos narrativos y documentales, entre los cuales siempre se han destacado las llamadas cuatro grandes crónicas: el Llibre dels feyts de Jaume I (en parte escrito autobiográfico), las crónicas de Bernat Desclot y Ramon Muntaner y el Llibre de Pere el Cerimoniós.

Durante los tiempos modernos tampoco faltaron las narraciones sobre la historia presente o pasada de Cataluña, con nombres como Jeroni Pujades, Esteve de Corbera, Narcís Feliu de la Penya o Pere Serra i Postius, por citar algunos de los más relevantes de la época del barroco, o como, ya en el siglo XVIII, los de los ilustrados Antoni de Capmany (que con sus Memorias históricas sobre la marina, comercio y artes de la antigua ciudad de Barcelona dio acta de nacimiento a la historia económica en 1779-1792) y el jesuita Joan Francesc Masdeu que, con el mismo criterio de modernidad, publicó una extensa Historia crítica de España y de la cultura española (más de veinte volúmenes entre 1783 y 1803). Habría que mencionar también a algunos de sus epígonos, situados entre la Ilustración y el Romanticismo: Ramon Llàtzer de Dou (Instituciones del Derecho público general de España con noticia particular de Cataluña, tres volúmenes entre 1800-1803) y Prosper de Bofarull, archivero y genealogista, que inaugura con su obra (Los condes de Barcelona vindicados, dos volúmenes, 1836) el interés que los autores de su siglo y del siguiente sintieron por la historia medieval, dentro del proceso de formulación de la ideología catalanista.

En la renovación historiográfica del siglo XX hay que mencionar sin duda el esfuerzo de Ferran Soldevila, historiador formado en el positivismo que primaba los hechos políticos y en la ideología catalanista elaborada por las generaciones anteriores, pero que supo poner en pie una extensa obra crítica manifestada en sus estudios monográficos dedicados especialmente al periodo medieval y, sobre todo, en dos síntesis, una Història de Catalunya (1934-1935 y revisada en 1962-1963) y una Historia de España en ocho volúmenes publicada entre 1953 y 1959.

En los años previos a la Guerra Civil española (que envió al exilio o condenó a la depuración a varios de los más notables historiadores) se produce asimismo el nacimiento de la brillante escuela de prehistoriadores catalanes, representada en primer lugar por Pere Bosch Gimpera, que procedió a la sistematización de la prehistoria catalana (y española) en contacto con las tesis de Obermaier y Breuil, ejerció su magisterio con una serie de discípulos que continuarían su tarea, sería rector de la Universidad Autónoma (entre 1933 y 1939) y escribiría algunas obras sobresalientes como El poblamiento antiguo y la formación de los pueblos de España, publicada en 1944 en su exilio mexicano del que no regresaría. Entre aquellos que proseguirían su trabajo en la Universidad de Barcelona hay que citar a Luis Pericot (arqueólogo que dirigió una infinidad de excavaciones y que se distinguió por sus estudios sobre el paleolítico superior levantino, vertidos en su libro La cueva del Parpalló, publicado en 1942) y a Joan Maluquer de Motes, organizador del primer simposio de Prehistoria Peninsular (Pamplona, 1959), fundador en Barcelona del Instituto de Arqueología y Prehistoria y de la revista Pyrenae, y estudioso de la cultura del reino tartésico, como atestigua uno de sus principales libros: Tartessos. La ciudad sin historia, publicado en 1970. Finalmente, habría que dar su lugar a Miquel Tarradell, discípulo de Pericot, uno de los grandes expertos en cultura púnica, como acreditan sus excavaciones y sus principales obras: Marruecos púnico (1960) y Eivissa cartaginesa (1975).

Dejando aparte el campo de la prehistoria, el gran innovador de la historiografía catalana (y también en buena parte de la española) fue Jaume Vicens Vives. Apartado por la dictadura franquista de la enseñanza universitaria hasta mediados de los años cuarenta, su regreso a la Universidad de Barcelona coincide con su periodo de mayor dinamismo en todos los campos: relación con la historiografía europea, grandes obras colectivas como la Historia social y económica de España y América o las Biografies catalanes (emprendidas ambas en la segunda mitad de los cincuenta y a las que asociará a historiadores, catalanes como el medievalista Santiago Sobrequés, o no, como el modernista Antonio Domínguez Ortiz), creación de la revista Estudios de Historia Moderna, redacción de diversas monografías (como sus trabajos sobre los Trastámara y su ambiciosa obra Industrials i polítics, compuesta en colaboración con Montserrat Lloréns), edición de su divulgado Manual de Historia Económica de España (en colaboración con Jordi Nadal), y de la historia de Cataluña (su celebrada Notícia de Catalunya, 1954).

Especialmente relevante es su papel en la introducción en España de los postulados de la escuela de los Annales, que marcan un giro en la orientación de la historiografía hacia la problemática económica y social y hacia las edades moderna y contemporánea. Una acción decisiva que se sitúa entre el momento de su asistencia al Congreso Internacional de Ciencias Históricas de París de 1950 y su prematura desparición en Lyon en 1960.

Quedaron, sin embargo, su obra y sus discípulos. Entre ellos hay que citar a Joan Reglà (que dinamizó la historiografía modernista valenciana), Jordi Nadal (La población española, siglos XVI al XX, de 1966, llamada a ejercer una amplia influencia sobre la joven demografía histórica hispana a través de sus numerosas reediciones, antes de abrir una vía de investigación casi inexplorada con El fracaso de la revolución industrial en España, 1814-1913, de 1975, e impulsar enérgicamente los estudios de historia industrial), Emili Giralt (coautor, junto con el anterior, de La population catalane de 1553 à 1717. L'immigration française et les autres facteurs de son développement, de 1960, antes de promover los estudios de historia agraria desde sus sucesivas cátedras de Valencia y de Barcelona), Joan Mercader (autor de Felipe V i Catalunya, de 1968, y de José Bonaparte, rey de España, 1808-1813, de 1983) y Josep Fontana, verdadero maestro de generaciones de historiadores a través tanto de sus investigaciones sobre la España de la primera mitad del siglo XIX como de sus obras de teoría histórica y de historiografía, que han culminado en su trilogía de Historia, Análisis del pasado y proyecto social (1982), La historia después del fin de la historia (1993) y La historia de los hombres.

No podría concluirse este repaso sin dedicar unas palabras a los historiadores extranjeros que han contribuido con sus investigaciones al conocimiento del pasado de Cataluña. Me contentaré con citar dos nombres, el de John Elliott, autor de la magistral The revolt of the Catalans, y, sobre todo, el de Pierre Vilar, el maître à tous, cuya suma de trabajos haría difícil su reseña, aunque bastaría con mencionar uno solo de sus libros, su monumental La Catalogne dans l'Espagne moderne.

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* Tomado de: http://elpais.com/diario/2007/10/06/babelia/1191627597_850215.html

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Historiografía española: Manuel Tuñón de Lara (1915-1997)

Tuñón de Lara y la historiografía española

Por José Luis de la Granja Sainz

El País, Madrid, lunes, 8 de septiembre de 1997.

Nacido en Madrid, el 8 de setiembre de 1915, Manuel Tuñón de Lara hubiese cumplido hoy 82 años de no haber fallecido en Leioa (Vizcaya) el pasado 25 de enero. Coincidiendo con esta efeméride, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y la Asociación de Historia Contemporánea le homenajean hoy en Santander. Pese al poco tiempo transcurrido desde su fallecimiento, se han sucedido los homenajes a su figura en varias universidades españolas y alguna universidad francesa. El más importante tuvo lugar la primera semana de agosto en un curso de verano en El Escorial sobre Manuel Tuñón de Lara y la renovación de la historiografía española contemporánea, organizado por la Universidad Complutense de Madrid contando con la colaboración de la Universidad del País Vasco, de la que fue catedrático emérito. En él, prestigiosos hispanistas e historiadores españoles analizaron las aportaciones del profesor Tuñón de Lara al desarrollo de los estudios históricos sobre la España contemporánea en los últimos decenios.

La Guerra Civil supuso la ruptura de la historiografía liberal española y el exilio de sus principales historiadores (Altamira, Sánchez Albornoz, Américo Castro ... ). En la posguerra, el franquismo utilizó la historia como instrumento de legitimación ideológica del Régimen. Su nacionalismo de raíz tradicionalista exaltaba la España de los Reyes Católicos y el Imperio de los Austrias y denigraba la España contemporánea, tanto el liberalismo decimonónico como, sobre todo, la República democrática de 1931-36. En esa coyuntura política era muy difícil hacer de la historia contemporánea una especialidad científica en España. El primero que lo llevó a cabo fue el gran historiador catalán Jaume Vicens Vives, quien con sus obras en la década de 1950 contribuyó a renovar el estudio del siglo XIX. Murió prematuramente en 1960, pero dejó una notable escuela en Cataluña (Nadal, Martí, Fontana ... ).

A partir de los años sesenta, la historia contemporánea se normaliza como disciplina académica en las universidades españolas y se consolida científicamente gracias a la labor de unos pocos destacados historiadores, entre los que sobresalen José María Jover, Miguel Artola y Manuel Tuñón de Lara. A pesar de vivir exiliado en Francia desde 1946, no cabe hablar de "exilio intelectual" en la obra de Tuñón, según constató hace tiempo el profesor Jover Zamora. Aun publicando en París sus primeros libros, como La España del siglo XIX (1961) y La España del siglo XX (1966), que constituyeron una bocanada de aire fresco que entraba por los Pirineos, y aun ejerciendo su magisterio en la Universidad de Pau desde 1965, Tuñón se integró plenamente en el empeño colectivo de elaborar una historia contemporánea de España sobre una base crítica y científica. Con sus valiosas obras y sus famosos Coloquios de Pau en la década de 1970, encabezó la renovación historiográfica que se produjo en España durante el tardofranquismo y la transición, pues fue el historiador que mayor influencia ejerció sobre los jóvenes historiadores y científicos sociales de entonces, muchos de los cuales son hoy autores consagrados y ocupan puestos relevantes en la universidad española.

Manuel Tuñón supo crear también escuela en Francia entre los jóvenes hispanistas que iban a dedicarse en adelante a la España contemporánea. Hasta entonces, el hispanismo francés se había centrado en la España moderna (caso de los maestros de Tuñón: Noél Salomon y Pierre Vilar), mientras los hispanistas anglosajones se especializaban en el estudio de la Guerra Civil. Tuñón de Lara consagró buena parte de su trabajo a esclarecer la guerra, el periodo histórico más decisivo que vivió y cuyas consecuencias sufrió durante mucho tiempo. Empero, al contrario de algunos autores anglosajones, no se limitó a ella, ni convirtió a la República en un mero preámbulo cuyo "fracaso" se explicaba en función de la contienda fratricida que le siguió, según criticó con acierto Santos Juliá en el X Coloquio de Pau (1979).

Manuel Tuñón hizo de la República, que le fascinó en su juventud, su principal objeto de investigación y ha sido el historiador que más ha contribuido a su conocimiento objetivo con sus artículos y libros (La II República, 1976; Tres claves de la Segunda República, 1985) y con los Coloquios que dirigió sobre ella. Pero no se redujo a la etapa republicana al analizar las causas y los antecedentes de la tragedia de 1936, sino que se remontó a la España del siglo XIX y del primer tercio del XX, en especial la Restauración, otro periodo sobre el que arrojó mucha luz en sus aspectos políticos, culturales y sociales. Basta recordar sus libros Historia y realidad del poder (1967), Medio siglo de cultura española (1970) y Poder y sociedad en España 1900-1931 (1993). Igualmente le interesó el estudio del franquismo. Tuñón, que fue primero resistente a la Dictadura en el interior y en el exilio y después analista político de ella en numerosos artículos publicados en la prensa francesa, italiana y americana, acabó historiándola tras la muerte de Franco, sobre todo en el tomo X de su magna Historia de España (Labor), titulado España bajo la Dictadura franquista (1980).

A lo largo de cuatro decenios, desde su primer libro, Espagne (1956), hasta el último sobre Juan Negrín, el hombre necesario (1996), Tuñón de Lara pergeñó una inmensa y coherente obra historiográfica, que destaca por su amplitud cronológica y su variedad temática, por sus síntesis generales y sus monografías de investigación. No en vano ha sido uno de los escasos historiadores que han abarcado toda la España contemporánea, desde la guerra de Independencia hasta la reciente transición, y sus principales ámbitos: la economía y la sociedad, la política y la cultura, integrándolos en el marco de una historia que aspiraba a ser total o global. Realizó aportaciones fundamentales a la historia política, social y cultural de España, en particular del ciclo histórico que se abre con la Restauración de 1874-75 y se cierra con la Guerra Civil de 1936-39. Fue un conspicuo representante de una corriente ya clásica de la historia social centrada en el estudio del movimiento obrero y de la conflictividad laboral, según puso de manifiesto en su voluminoso manual El movimiento obrero en la Historia de España (1972).

Además, Tuñón de Lara ha sido uno de los historiadores españoles más preocupados por las cuestiones de método (Metodología de la historia social de España, 1973) y la precisión de los conceptos, acuñando algunos como el de bloque de poder, que aplicó con rigor a la Monarquía de la Restauración. El afán constante de su obra y de su magisterio, hasta su última clase impartida en la Universidad del País Vasco en junio de 1991, consistió en dotar de un estatuto científico a la historia, concebida como ciencia de la totalidad social, en estrecha colaboración con las restantes ciencias sociales. Esto no fue en modo alguno incompatible con su enorme interés por dar una proyección social a la historia y por divulgarla ampliamente entre el pueblo, al considerarla "vital para una colectividad que quiera ser libre de sus destinos" (Por qué la historia, 1981). De ahí sus artículos en EL PAÍS, sus frecuentes escritos en la revista Historia 16 o su asesoramiento de los programas de TVE Memoria de España y España en guerra, que en los años ochenta contribuyeron a recuperar la memoria colectiva del pueblo español sobre la II República y la Guerra Civil, tan manipulada y tergiversada por la Dictadura franquista.

Por todo ello y por su reconocida capacidad de director de obras colectivas y de creador de encuentros interdisciplinares, Manuel Tuñón de Lara ha sido el mayor impulsor del auge que ha alcanzado la historia contemporánea en España desde la década de 1960 hasta la actualidad. En adelante, su nombre, convertido ya en un clásico como bastantes de sus libros, denominará toda una época de la historiografía española de la segunda mitad del siglo XX. Tal es su valioso legado intelectual que vamos a continuar los numerosos amigos y discípulos del. gran maestro de historiadores que fue Manolo Tuñón.

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José Luis de la Granja Sainz es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco.

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* Tomado de: http://elpais.com/diario/1997/09/08/opinion/873669606_850215.html

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