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domingo, 22 de agosto de 2010

Los boleros y el "carácter nacional"

El bolero de Lucho Barrios

Por Giovanna Pollarolo

Peru21, sección Cultura, Lima, lunes, 10 de mayo, 2010


“Todo estaba destinado a que nos separásemos”, le confiesa Valentín, el preso político, a Molina, su compañero de celda, cuando le cuenta el fracaso de su relación amorosa. “¿Porque se querían demasiado?” pregunta Molina, homosexual y aficionado a las películas melodramáticas. “Eso suena a bolero”, responde Valentín, desde su posición de consumidor de la “alta cultura” que desdeña el bolero porque “es romanticismo ñoño”, propio de mujeres. Sin embargo, acabará reconociendo: “Yo me reía de tu bolero, y la carta que recibí por ahí dice lo mismo que tu bolero”. “Es que los boleros dicen montones de verdades, y es por eso que a mí me gustan tanto”, sentencia Molina. Ambos personajes de El beso de la mujer araña –del escritor argentino Manuel Puig– se refieren al bolero La carta de Mario Clavel. Valentín, que poco o nada sabe de boleros, creía que los boleros solo eran mexicanos o cubanos.

En realidad, cada país tiene su propio bolero. Los peruanos también tenemos el nuestro. ¿Cómo es el bolero peruano? le preguntó el periodista de Perú.21, Gonzalo Pajares –en una entrevista con motivo de la celebración de los 'Cincuenta años del bolero peruano’– al recientemente fallecido Lucho Barrios: “Nació conmigo. Yo le impuse mi estilo”, le respondió, aclarando que este no es como el bolero ranchero de Pedro Infante ni como el cubano de Benny Moré ni el gaucho.

El bolero define espacios sociales y también de género. Y el de Lucho Barrios es el 'bolero cantinero’, el de las letras de amores desdichados y traicionados, de llantos desgarrados, juramentos de venganza y de muerte; el que marcó la educación sentimental de varias generaciones de hombres peruanos; el que les dio permiso para dejar correr sus lágrimas en los bares y cantinas: entre hombres solos, dolientes y lastimeros. Como dicen, despectivamente, que lloran las mujeres; con otros boleros y en otros lugares.

Pero como afirma Molina/Puig, todos dicen “montones de verdades”. Y los boleros de Lucho Barrios las seguirán diciendo.

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Otra de boleros

Por Giovanna Pollarolo

Peru21, sección Cultura, Lima, lunes, 17 de mayo, 2010


La semana pasada me referí al 'bolero cantinero’ o 'bolero peruano’ –cuyas letras y acordes remiten a bares y cantinas populares, con el piso de aserrín y hombres solos frente a botellas de cerveza y copas rotas– y que Lucho Barrios impuso con su particular estilo interpretativo. Pero también hay otro bolero y otro público. Y para hablar de ese otro bolero y ese otro público, nuevamente acudiré a Manuel Puig, cuya obra literaria y dramática está transitada por personajes que hablan de boleros, los cantan y los respiran.

En La tajada, su tercer guion escrito en 1960 y que nunca se convirtió en película, Nélida es una aspirante a actriz hija de inmigrantes pobres en el Buenos Aires de los años cincuenta. Deseosa de pasar una velada romántica con su aristócrata amante, coloca en el tocadiscos un bolero. Según el guion, él hace “una mueca irónica”. ¿No te gusta? “Es muy cursi, como bolero que es”, le responde. Al rechazar el bolero, el aristócrata rechaza el 'mal gusto’ de Nélida y su clase social, y también el de su género: “Toda esa lata del corazón, y el alma, y el amor eterno… todo es falso y tonto”.

En la novela Boquitas pintadas (1968) aparece Nené, una esposa, madre y ama de casa aburrida. Nené le dice a su amiga Mabel que “le gustan los boleros porque le parecían letras escritas para todas las mujeres y a la vez para cada una de ellas en particular”. Mabel, como Molina en El beso de la mujer araña, le explica que “eso sucedía porque los boleros decían muchas verdades”. ¿Qué verdades? Las del amor, claro. No sé si hombres y mujeres lloran con los mismos boleros, pero un estudio de la investigadora María del Carmen de la Peza Casares, (El bolero y la educación sentimental de México, 2001) sobre un conjunto de 625 boleros, mostró que el 98.43% tiene como tema el amor de pareja: en 41% de ellos, el actor es masculino; en el 55% es neutro, y solo el 4% es femenino. Y el 20% celebra el amor, y el 80% llora sus desdichas.

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