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martes, 3 de agosto de 2010

MEMORIA - César Vallejo y la Independencia Peruana (1926)

Columnista invitado: César Vallejo, 1926

Por Mirko Lauer

La República, Lima, miércoles, 28/07/2010

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(Los investigadores Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi nos alcanzan este texto casi desconocido, aparecido en la revista Par-Sud-Am el 30.7.1926. Ellos son autores de César Vallejo: textos rescatados, Lima, Universidad Ricardo Palma, 2009. El texto muestra que algunas cosas han cambiado mucho; otras, no tanto.)

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El 28 de julio celebra el Perú el 105 aniversario de su independencia. Al cabo de un siglo de convulsiones políticas peculiares a una época de ensayo republicano, es grato constatar cómo este país ha empezado últimamente a encauzar su vida dentro de normas de paz y estabilidad de sus instituciones democráticas. Dotado de una nueva Constitución, cuyos fundamentos responden a sus nuevas necesidades sociales, el Perú ha entrado por fin en era de efectivo desarrollo nacional. Se diría que de un golpe, como lo hizo México, ha abandonado las agitaciones y guerras civiles, para entrar en un esfuerzo de creación verdaderamente nacional.

La importancia que el Perú tuvo en América durante la época precolombina y el coloniaje, ha decrecido en la época independiente.

Es uno de los países que mayores trastornos ha sufrido. Un destino de fragor e inquietud dolorosa ha ensangrentado los primeros gobiernos de la república. Sin embargo, ha habido paréntesis de paz constructiva, tales como el gobierno de Castilla y de Piérola, durante los cuales el Perú ha colocado las primeras bases de su provenir.

Libertado por San Martín y Bolívar, el Perú ha tenido grandes precursores de su independencia, salidos de su seno, tales como el inca Túpac Amaru, Zela y otros, que hicieron magníficas proezas de heroísmo por libertar al país de la dominación española. La nación conserva la herencia patriótica de esos héroes y, junto a las formas de Estado legadas por el pensamiento político de Bolívar, el Perú se esfuerza en ajustar los ideales de su vida al maravilloso ritmo de convivencia y justicia sociales de los Incas, que aquellos precursores, salidos del fondo de la raza indígena, trataron de mantener en el país.

En rigor, el Perú debe su libertad a la actuación militar de San Martín, quien año tras año y palmo a palmo fue combatiendo a las fuerzas españolas, hasta la ocupación de Lima, donde el 28 de julio de 1821 proclamara la independencia del Perú. La independencia peruana se debe, sin disputa, más a San Martín que a Bolívar. Así lo reconoce el general Mangin, quien refiriéndose al momento en que el capitán argentino va a ceder a Bolívar el comando general de las fuerzas revolucionarias en Sudamérica, dice: “El objeto de San Martín estaba golpeado ya de muerte”. Bolívar no tuvo más que acabar la titánica obra que San Martín había iniciado y realizado en tantos años de paciente y aguerrido heroísmo. San Martín, pues, libertó al Perú; pero Bolívar inspiró todo el espíritu y toda la estructura política del Perú y de la América entera. Bolívar, más que como guerrero, brilla como “escultor de pueblos”, es decir, como estadista. Hasta ahora mismo, las geniales orientaciones de su política no logran ser enteramente comprendidas y los pueblos de América saben que es en las doctrinas bolivarianas donde hay que buscar, en gran parte, el secreto de una paz armoniosa y fecunda en el continente.

Sellada la independencia del Perú, los esfuerzos de los primeros gobiernos se dirigieron, como es natural, a delinear los nuevos derroteros sociales del país. En esa tarea se sucedieron más de cincuenta años. Se dictan numerosas y efímeras constituciones y se ponen a prueba otras tantas fuerzas de gobierno, encarnadas en cien Presidentes y caudillos militares. En todos esos ensayos y guerras civiles, el país perdió tiempo y hermosas energías. Es a la mitad del siglo pasado que empiezan a delinearse las primeras raíces de una obra nacional de grandes trayectorias. Las agitaciones políticas se hacen entonces más doctrinarias y el pueblo empieza a controlar a sus caudillos. Es entonces que se da la Constitución de 1860, que ha regido hasta 1920, la misma que aun conteniendo importantes disposiciones jurídicas, adolecía en sus lineamientos generales de ese pensamiento abstracto y desconectado de la realidad, peculiar al romanticismo político de la época en que ella fue dictada. Es también entonces que empiezan a realizarse los primeros progresos en el terreno de las industrias y finanzas peruanas.

La situación de Perú va mejorando desde hace pocos años y su avance se ha centuplicado, desde todos las puntos de vista. Un vasto vuelo ha cobrado la educación pública. En 1925 funcionaron 4.000 escuelas fiscales elementales y 26 colegios de instrucción secundaria, los mismos que poseen un franco espíritu nacionalista e indígena. La enseñanza politécnica se da en todas las regiones industriales del país. En cuanto a la situación económica, el manifiesto publicado por el Gobierno últimamente establece un superávit de 700.000 libras. Las más recientes estadísticas del comercio internacional acusan la cifra de 18.929.418.990 libras de importaciones, por 25.114.377.000 de exportaciones. El presupuesto fiscal registra un egreso de 8.581.974.186 libras.

Todo en el Perú lleva al convencimiento de que este país alcanzará en breve un gran bienestar nacional y, por ende, un primer relieve internacional en el continente. Sus ingentes riquezas naturales hacen de él una síntesis suprema de todas las tierras y climas de la naturaleza. Los petróleos de Piura, el oro, plata y cobre de Cerro de Pasco y Pataz, el azúcar de Chicama, el algodón de Lambayeque, el caucho de Loreto, los inmensos valles del Amazonas plenos de exuberantes floras y de faunas variadísimas, las vastas planicies de los Andes, constituyen fuerzas suficientes para hacer del país que las posee, una grande y brillante nación. Al lado de estos recursos materiales, el Perú tiene la gloria de haber producido espíritus superiores, tales como los escritores González Prada, Ricardo Palma y Abraham Valdelomar, los hombres de ciencia Villarreal y Barranca, el artista Merino y ese gran aviador Jorge Chávez, que murió batiendo el récord mundial de altura en Domodosola.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/observador/28/07/2010/columnista-invitado-cesar-vallejo-1926

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