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domingo, 8 de agosto de 2010

PERU: Sendero 1980-1992 / 1992-2010

Lucha armada: 30 años.

Por Antonio Zapata

La Republica, Lima, Miércoles, 19/05/2010

Esta semana se cumplen 30 años del inicio de la guerra senderista, que estremeciera al Perú como ninguna conflagración del siglo XX. El primer problema histórico es la motivación de la lucha. Como ellos mismos han explicado a la CVR, se trató de un impulso ideológico. El maoísmo llevó a la decisión de levantarse en armas, sin considerar el baño de sangre que vendría a continuación.

Pero no hubiera sido posible que este levantamiento cobrara vuelo sin un fundamento que trascienda a Sendero. Esa base eran las humillaciones sociales y el desenfrenado racismo que hacían de parte de la población peruana un grupo ofendido y listo a estallar.

Como ninguna otra ocasión de la historia peruana, esta guerra plantea el tema del asesinato como arma de la política. Fue utilizado ampliamente por Sendero para “batir” el campo y despejar terreno, implantando sus comités populares. Luego, fue igualmente empleado extensamente por las fuerzas del orden, como procedimiento para recuperar posiciones y castigar a las comunidades rebeldes.

Las FFAA ingresaron a Ayacucho en diciembre de 1982 y buscaron arrasar con los puntos de apoyo de Sendero. Por su parte, los insurgentes maoístas organizaron represalias, venganzas y ajustes de cuentas. Mientras se elevaba tremendamente el número de víctimas civiles, la guerra se extendía a otras regiones. Los crímenes fueron seguidos por la vesania y así tuvimos muertes a pedradas, ácido en los ojos y asesinatos masivos. Al Perú le costaba caminar, cuando cotidianamente las noticias daban cuenta de interminables actos tanáticos que enlutaban a medio país.

Una cuestión decisiva es, ¿qué provocó la derrota de Sendero Luminoso? Parecía que estaban a la ofensiva y de pronto la caída del líder los desmoronó. La mayoría de estudiosos piensa que el mismo SL sobrevaloró sus fuerzas y despreció al Estado. En este sentido, la tesis del equilibrio estratégico adoptada en enero de 1990 habría facilitado la caída de Abimael Guzmán.

El trabajo policial detectó algunos contactos claves de la dirección senderista y procedió a la captura, habiendo obtenido información decisiva de un delator. Ese trabajo fino fue parte de un plan integral desplegado por el Estado a finales de los años 1980, que incluyó rondas campesinas e inteligencia policial. Aprovechando el optimismo de la dirección subversiva, el Estado derrumbó a Sendero como un castillo de naipes.

Otro punto clave es el financiamiento de la guerra y determinar si hubo alianza narcoterrorista. Aunque muchos analistas la dan por sentada, otros discrepan. Ellos argumentan que Sendero Luminoso parece haber sido pobre hasta el final; no compraron armas en el exterior y no aumentaron significativamente su poder de fuego. Por otro lado, una academia preuniversitaria habría financiado a la dirección y ese fue el hilo de la madeja que siguió la policía.

Por último, se plantea el tema de la rendición. ¿Por qué no continuaron la guerra después de la captura de Guzmán?

Aparentemente no había dirección de reemplazo en Sendero; habían caído muchos dirigentes y quienes quedaban no daban fuego como cuadros políticos. Ante sus carencias, Guzmán decidió replegarse para salvar a su organización. Pero no se ha arrepentido y piensa que las leyes de la historia conspiraron contra su proyecto. En ese momento, otros militantes de SL no aceptaron y tomaron la decisión de proseguir, origen de la facción que hasta ahora tiene presencia en el VRAE.

Treinta años después, muchos protagonistas aún están vivos y la mayor contribución que podemos hacer por la paz es recoger sus testimonios; contar los hechos y evitar que vuelvan a suceder. Tener presentes los temas de la CVR, cultivar la memoria y exorcizar, para sanar definitivamente.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/sucedio/19/05/2010/lucha-armada-30-anos

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Los otros senderos


Por Antonio Zapata

La Republica, Lima, miércoles, 26/05/2010

La muerte del camarada Rubén en el Huallaga ha motivado varias primeras planas en los diarios nacionales. Según la policía, era el número 2 de Artemio y a la vez sería su tercer segundo abatido en el último período. La prensa ha vuelto a hablar de Sendero Luminoso como si fuera el mismo grupo dirigido por Abimael Guzmán, sin distinguir entre las distintas variantes que operan desde hace ya muchos años. Por ello, persisten algunas dudas, ¿cuál es la relación de Guzmán con este proceso?, ¿los senderistas del Huallaga y del VRAE son parte del mismo grupo?

Cuando Guzmán cayó preso, junto a Elena Iparraguirre y otras dos integrantes de su alto mando, su organización quedó descabezada. Para aquel entonces, ya habían muerto varios dirigentes y otros estaban presos, como Osmán Morote por ejemplo. Es decir, la dirección senderista ya venía sufriendo abundantes bajas. La caída de Guzmán remató este curso, porque él pensaba la estrategia y ellas organizaban la puesta en práctica.

Guzmán fue consciente de la extrema debilidad de su organización e ideó el “acuerdo de paz”, que consistió en cesar la violencia para negociar políticamente con el Estado. Por su parte, gobernaba Alberto Fujimori y operaba su asesor Vladimiro Montesinos. Ellos publicitaron ampliamente el llamamiento al acuerdo de paz, pero luego se zurraron en toda discusión política.

Por su parte, Guzmán trató que todos los suyos se plieguen a su nueva línea, sin conseguir unanimidad. La resistencia fue dirigida por Feliciano, el principal dirigente que entonces seguía libre. Él estaba en Ayacucho, moviéndose en diversos puntos que conectan la sierra con la ceja de selva; se internó en Vizcatán, donde tuvo refugios durante años. Caminaba bastante y trató de continuar la guerra, pero también fue capturado en tiempo de Fujimori.

Con unos cuantos milicianos que venían de atrás, Feliciano formó un nuevo Sendero en los márgenes cocaleros del VRAE. Por ello, la guerrilla dirigida por el camarada José sería un grupo constituido cuando Guzmán ya estaba preso. Ellos han revisado críticamente la guerra interna, elaborando un punto de vista muy opuesto a Abimael. Por ejemplo, consideran que fue terrorista y no guerrillero maoísta. Sostienen que los asesinatos y coches bomba eran contraproducentes. En nuestros días, el grupo del VRAE sigue en la lucha, protegiendo la economía de la droga y al campesinado cocalero.

Por su parte, Artemio del Huallaga proviene de Sendero desde los tiempos de Guzmán. Él no ha roto espectacularmente con Abimael y más bien reivindica su trayectoria. Sigue ponderando el pensamiento “Gonzalo”, aunque ha desobedecido la orden de desmovilización. Del mismo modo que en el caso del VRAE, los analistas afirman que trabaja como protector del narcotráfico. En todo caso, ambos grupos mantienen un lenguaje político, aunque presten servicios a la cocaína para vivir de su aporte. A su vez, ninguno está comprando armas en el mercado ilegal y operan con material de guerra que obtienen en enfrentamientos con las FFAA y la policía.

Así, tenemos tres movimientos cuyas relaciones son conflictivas; no disponen de planes conjuntos sino competitivos. Guzmán ha abandonado las armas y busca posicionar su grupo en política. Mientras que Artemio y José son líderes de grupos armados distintos, con pésimas relaciones entre ellos. José es enemigo de Guzmán y Artemio ha tomado camino propio sin negar sus ideas.

Si el objetivo nacional es lograr la paz, necesitamos entender quién es quién en el mundo de la guerra. Para que una política al respecto sea exitosa, se requiere conocimiento y no confusión, que perpetúa la violencia.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/sucedio/26/05/2010/los-otros-senderos

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Voces desde la cárcel


Por Antonio Zapata

La Republica, Lima, Miércoles, 30/12/2009

Una última investigación de El Comercio sostiene que Sendero Luminoso habría montado en Canto Grande una escuela que hacía apología del terrorismo. La DINCOTE y el INPE acabarían de desbaratar esta escuela del terror. Pero esta denuncia no parece congruente con las voces provenientes de las cárceles de máxima seguridad.

Por ejemplo, el reciente libro de Alberto Gálvez Olaechea constituye un lúcido testimonio de los años de guerra interna y contiene sus reflexiones desde la prisión. Argumenta que tomó las armas “por una imperfección de la caridad”, empleando una frase tomada de Hubert Lanssiers. Explica su militancia en el MRTA como fruto de su amor al prójimo, expresado imperfectamente a través de la violencia. Pero agrega que no fue a la guerra para hacerse rico ni para disfrutar de poder, sino porque deseaba lo mejor para el desposeído y creía que el sistema político no ofrecía ningún camino válido.

Pasados los años, Gálvez ha renunciado a la lucha armada, expresando públicamente su pedido de perdón. A la vez, se ha declarado dispuesto a reconciliarse, incluso con sus torturadores. Este libro expresa su parecer de una manera altamente emotiva.

Gálvez pertenece a un grupo de presos por terrorismo que han realizado un balance autocrítico de su experiencia y solicitan ser readmitidos por la sociedad política. No necesariamente son todos, pero incluso en Sendero (acuerdo de paz) se registra un movimiento hacia una evaluación. Años atrás aceptaron que la guerra había terminado y que habían sido derrotados, ahora están tratando de obtener una amnistía. Los acuerdistas no mantienen relaciones con la fracción “proseguir”, que lleva adelante la guerra narcoterrorista del VRAE y del Huallaga.

Pocos ciudadanos han de considerar la propuesta de amnistía para los líderes senderistas. La mayoría de peruanos tiene un comprensible rechazo al planteamiento. Pero se sabe que los acuerdistas ya no están en guerra y han dejado atrás la violencia que desataron.

Estos procesos abren la posibilidad de resocialización. En ese camino ha estado comprometido el mismo Estado y su política carcelaria. Por ejemplo, acaba de aparecer un boletín del INPE de Chorrillos. Este impreso ha recibido apoyo del CEAS y de Pilar Coll, que escribe un artículo en sus páginas.

A través de esta publicación se informa que en la cárcel de máxima seguridad de Chorrillos se realizan múltiples actividades orientadas a la mencionada resocialización. Las internas practican manualidades: repujados, bisutería, lencería, costura etc. Asimismo, reciben clases de idiomas, pintura, danzas folclóricas y otras, incluyendo psicología, poesía y talleres de memoria para repensar su experiencia.

La sociedad debe saber que estas iniciativas del mismo INPE no están encaminadas a recomenzar la violencia. Por el contrario, buscan la reconciliación. Las monstruosidades de la guerra interna no volverán a suceder si sus protagonistas cambian. Si entienden sus errores y asumen las consecuencias, ofreciendo y solicitando reconciliación, entonces la causa de la paz habrá avanzado mucho en este desgarrado país. No se trata de abrir las cárceles, sino de colaborar con la evolución de quienes purgan sus condenas.

Por ello, parece extraña la investigación de El Comercio sobre la escuela de adoctrinamiento terrorista desbaratada en Canto Grande. No va en la línea de lo publicado últimamente. Ni Gálvez ni el INPE de Chorrillos están en esa dirección. Así, ese informe debe ser parte de una campaña sobre el Museo de la Memoria. Pareciera encaminada a reavivar temores y muy justificadas fobias, que predispongan a Mario Vargas Llosa a perdonar a unos, condenando sin escuchar a los otros.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/sucedio/30/12/2009/voces-desde-la-carcel

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Denostar o aprender

Por Antonio Zapata

La Republica, Lima, Miércoles, 16/12/2009

El historiador analiza el pasado para comprender; no se siente un juez que condena o absuelve. Por el contrario, el compromiso del historiador con los lectores es situar los acontecimientos, para entender las decisiones que adoptaron los personajes de la época estudiada. Se trata de conocer el universo de opciones que tuvieron los protagonistas. Ese marco estuvo definido por circunstancias precisas, que deben ser analizadas desde diversos ángulos. Así, se entiende a la gente de antes y uno puede aprender de su experiencia.

Normalmente el historiador intenta alejarse de temas por los cuales tiene grandes simpatías o le despiertan profunda enemistad. En esas circunstancias, se hace más difícil comprender y el investigador se halla cerca de cualquiera de dos males opuestos, pero semejantes: la hagiografía y la hipercrítica. Empecemos con las hagiografías, que reciben su nombre para referirse a las vidas de santos. Se escribieron con abundancia en Europa medieval y algunas también en el Perú colonial. Como género literario, son laudatorias al 100%.

Por extensión, se llaman hagiografías modernas a los libros de propaganda escritos para santificar a los protagonistas. Los hechos son narrados en forma positiva para que aparezca un héroe que resuelve la historia. No todos son inútiles y es indispensable considerarlos porque contienen información. Por ejemplo, una biografía de Haya de la Torre bastante bien hecha se debe a la pluma del historiador arequipeño y aprista, Roy Soto, quien el año 2002 publicó un relato monumental sobre Víctor Raúl en tres tomos y mil páginas. En este texto, se retrata de modo muy amable la vida del fundador y del PAP. Pero, a la vez, se publican cartas y documentos. Se revisa un evento interno tras otro y se glosan los textos de sus polémicas. Es cierto que elegidos por el autor y resumidos por él, pero publica abundante material documental interno que se debe revisar para comentar con propiedad.

La segunda posibilidad es la hipercrítica. Este tipo de escrito comparte con la hagiografía una actitud básica: son textos de propaganda, donde la historia la resuelven los héroes o los antihéroes. Aquí, los hechos son narrados en forma negativa, todo es malo, oscuro y egoísta. Los personajes son desagradables y actúan para traicionar a los demás e incluso a sí mismos. Algunos de estos textos son tendenciosos e ignoran las hagiografías para sostener su argumento exclusivamente en los enemigos del sujeto que estudian. Ninguna entrevista ni siquiera una cita de los ensayistas que defienden a quien ataco. Son libros combativos, escritos para enfrentar al adversario, para sacarle en cara sus tretas y denunciarlo por su conducta rastrera.

Por ello, los libros hipercríticos despiertan entusiasmo y aplauso de la tribuna. Al frente, se les recibe con desagrado y se les trata de ignorar. Así, tanto hagiografías como hipercríticas obligan al lector a transitar de una a otra para formarse una opinión propia.

Pero, es posible otra opción para escribir sobre el enemigo. Este acercamiento parte por aprender del otro, porque algo positivo habrá hecho para protagonizar la historia. En este caso, el objetivo del historiador es dar a conocer todos los hechos, subrayando también las virtudes del rival. Comprender sus atributos para que yo mismo pueda adecuar mis estrategias. Es una segunda manera de escribir sobre el adversario; sin denostar, sino buscando el enfrentamiento del judoka, apoyándose en la fortaleza del otro. Un ejemplo peruano serían los integrantes del GEIN, que estudiaron y escribieron sobre Sendero Luminoso con ese propósito, aprender del enemigo. Al final, supieron derrotarlo.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/sucedio/16/12/2009/denostar-o-aprender

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