El Ministerio de Cultura
Por Sinesio López Jiménez
La República, Lima, viernes, 04/06/2010
Admirar a Machu Picchu, pero despreciar al indio. Esa es una vieja historia que todos conocemos y que el futuro Ministerio de Cultura puede repetir si considera que su centro de interés es sólo el patrimonio cultural y no sus productores ni sus herederos. Si eso fuera así, el gobierno y el Estado peruanos cometerían (una vez más) un asalto a mano armada para apropiarse del rico patrimonio cultural andino. Para evitar la repetición de esa injusticia histórica es necesario que, con la creación de dicho ministerio, se resuelvan dos viejos problemas que las élites criollas nunca han querido encarar con seriedad: el reconocimiento de la pluriculturalidad del Perú y el otorgamiento de una representación política propia a los grupos culturales indígenas que la reclaman. El primero es un problema político y el segundo es una cuestión estatal.
Perú es un país multicultural complejo. Es principalmente multiétnico y a la vez multinacional. A diferencia de Bolivia y Ecuador, los quechuas y los aimaras del Perú no demandan un Estado multinacional sino una mejor forma de integración al país. Las etnias de la Amazonía, en cambio, formulan demandas propias de un Estado multinacional: reconocimiento de una identidad propia, autonomía del territorio que ocupan y formas de representación propia. En ambos casos se trata de un legítimo reconocimiento del otro que las élites criollas nunca estuvieron dispuestas a aceptar.
La aristocracia criolla del siglo XIX desconoció simplemente la existencia del indio y la del siglo XX no lo reconoció como tal sino que buscó su transformación por medio de la homogeneización cultural a través de la educación. Educar para los civilistas de comienzos del siglo XX era castellanizar. La solución del viejo problema político de la multiculturalidad pasa por la capacidad de las élites criollas de articular sus intereses y sus sentimientos con los intereses y los sentimientos de las etnias andinas y amazónicas para formar una comunidad política plural.
El reconocimiento político de la multiculturalidad del país permite resolver ese mismo problema en el nivel del Estado mediante el otorgamiento de derechos específicos (uso del quechua y del aimara en los centros de salud, de educación, en las comisarías, financiamiento estatal de las actividades culturales andinas, respeto a sus tradiciones, etc.) en el caso de la multietnicidad y mediante el reconocimiento de los derechos colectivos en el caso de las etnias de la Amazonía, además, por cierto, de los derechos universales de la ciudadanía. La solución estatal sería incompleta si no se otorgara al mismo tiempo una cuota de representación a las etnias amazónicas en las instancias legislativas del gobierno central y de algunos gobiernos regionales. Como sucede en Colombia, por ejemplo. Una vez resuelto el problema político y estatal de la multiculturalidad, la creación del Ministerio de Cultura puede ser el punto de partida y el anuncio de la reestructuración del Estado sobre la base del consenso ciudadano. El Estado dejaría de ser, de ese modo, un aparato meramente coercitivo para comenzar a ser también un aparato hegemónico movido por la cultura y el consenso de todos los peruanos.
¿Por qué la propuesta del nuevo Ministerio de Cultura no involucra a la ciencia y a la tecnología en su estructura? La única respuesta posible es que los gobernantes de turno no han logrado entender la importancia que ellas tienen no sólo para el desarrollo económico sino también para la nueva configuración política de un Estado hegemónico. Ellas son las cenicientas en el despliegue actual de las políticas públicas del Estado, no ocupan un lugar importante en su estructura ni reciben el apoyo presupuestal necesario para su desarrollo. Los científicos y los técnicos –y los intelectuales en general– constituyen, sin embargo, el cemento que puede dar unidad a una comunidad política plural como la peruana.
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Tomado de: http://www.larepublica.pe/el-zorro-de-abajo/04/06/2010/el-ministerio-de-cultura
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Mecenazgo fiscal
Por Federico Salazar
La República, Lima, domingo, 13/06/2010
La ley que promueve el Mecenazgo Cultural no va a promover la cultura, sino el clientelismo y la trampa fiscal.
La cultura es algo que todos queremos apoyar y mejorar. También el deporte, la investigación científica o la atención a los ancianos, a los niños abandonados, a los jóvenes desempleados.
Hay muchas necesidades que no se atienden en el proceso regular del funcionamiento del mercado. Se suele recurrir para ello al excedente económico que administra el Estado.
La gran idea de los legisladores apristas es agregar una fuente de financiamiento: el privilegio fiscal. La empresa o entidad que apoya la cultura, según ellos, debe recibir una ventaja fiscal.
El mecenas podría descontar su aporte en un 100% del impuesto a la renta. El patrocinador (universidad u ONG), a través del cual se gestiona ante el INC, podría usar el 50% de ese gasto para reducir su utilidad fiscal y, de esa manera, pagar menos impuestos.
Con esta norma el que financia el proyecto es, en realidad, el Estado, al dejar de cobrar impuestos.
Aquí no hay nada que vaya a incrementar los aportes a la cultura. Además, el proceso se va a burocratizar a través del INC, que deberá aprobar los proyectos “en no más de quince días”.
Al convertir al INC en un emisor de certificados, se le dará un poder económico muy peligroso. Además, ¿quién vigilará que se den las autorizaciones y que se otorguen en el tiempo establecido?
El esquema necesita más funcionarios. Por un lado le quita recursos al fisco; por otro, aumenta sus gastos. Los congresistas apristas no saben hacer cálculos.
Un sistema semejante establece un privilegio fiscal para las empresas que logran obtener un certificado del INC. ¿Y los empresarios pequeños? ¿Y los que no tienen margen para invertir en un proyecto de cultura?
Se supone que lo que una empresa gana o pierde debe estar relacionado con lo que aporta o no al mercado. Esta norma hará que la ganancia dependa no de lo que sé hacer como empresario, sino de lo que puedo lograr a través de la burocracia de la cultura.
No debemos la poesía de Vallejo ni la pintura de Shinki, la cinematografía de Pancho Lombardi o Claudia Llosa a los descuentos en el impuesto a la renta de ninguna empresa. Se las debemos a su talento, su creatividad y su trabajo.
Beneficiar a empresas porque creen que deben aportar a la cultura es un contrasentido. Si lo quieren hacer, que lo hagan a su costo y riesgo. Ésa es una forma, dicho sea de paso, de garantizar que cuidarán a dónde va cada sol invertido en el amplio rubro de la cultura.
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Tomado de: http://www.larepublica.pe/contrapelo/13/06/2010/mecenazgo-fiscal
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Cultura sin burocracia
Por Federico Salazar
La República, Lima, domingo, 27/06/2010
Se ha planteado en el Congreso la iniciativa para crear un Ministerio de la Cultura. Es una mala idea.
Creer que los problemas se arreglan con la administración pública es un prejuicio. ¡Falta cultura en este país! ¡Hagamos un Ministerio de la Cultura, y resuelto el problema!
En ningún país del mundo, en ninguna etapa de la historia, la cultura se hizo a través de la burocracia. Las burocracias, más bien, siempre expoliaron a los creadores de la cultura.
No fue un inspector el creador de la danza, la pintura, la metalurgia. El cine, la música, el grafiti, la cortesía, no se hacen en un escritorio del ministerio. La escultura, la moda, la poesía, el periódico chicha o el reality de televisión son creados por individuos sin función pública.
Ninguna de estas actividades se origina en un ministerio. Todas ellas tienen que ver con la creatividad de la persona y su capacidad para expresarla.
¡Falta apoyo para el cine! ¡Falta apoyo para la pintura! ¡Falta apoyo para el teatro! Que venga un funcionario y decrete la ayuda. Resuelto el problema.
El funcionario, lamentablemente, no va a resolver el problema de la cultura. ¡Pero puede conseguir sillas para el conservatorio! ¡Auditorios para los teatros! ¡Premios para los cineastas o pintores!
El problema de los recursos es que, por definición, son escasos. Entonces, ¿a quién dárselos? ¿A la danza moderna o a la folclórica? ¿A la música popular o la clásica? ¿Al cine de vanguardia o al costumbrista?
¿Debe el funcionario tener el poder de determinar qué expresión cultural ha de recibir recursos del Estado?
La gestión cultural es agenciarse recursos y contactos; tiene que ver con dar a conocer los esfuerzos de los creadores. Esa gestión no debe estar a cargo de alguien con sueldo del Estado.
Las obras más convincentes, finalmente, podrán conseguir admiradores y gestores. Y ellos buscarán los canales de difusión. Eso facilita, de alguna manera, que el creador sea consagrado por la sociedad, no por el Estado.
La cultura es espontánea, libre, no dependiente ni tributaria del funcionario, del gobernante, del régimen. La cultura es contraria al gobierno de turno, lo trasciende y lo supera.
Los políticos quieren un “Ministerio de Cultura” para burocratizar la cultura: con ello el gobierno tendrá influencia sobre su difusión. Hay que rechazar esa mala idea de hacer de la cultura una de las funciones del gobierno.
El presidente García quiso, en su primer gobierno, estatizar los bancos. No dejemos que ahora pretenda lo mismo con la cultura.
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Tomado de: http://www.larepublica.pe/contrapelo/27/06/2010/cultura-sin-burocracia
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Espacio virtual creado realmente por Nicanor Domínguez. Dedicado a la historia del Sur-Andino peruano-boliviano.
viernes, 2 de julio de 2010
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