Espacio virtual creado realmente por Nicanor Domínguez. Dedicado a la historia del Sur-Andino peruano-boliviano.

domingo, 4 de julio de 2010

MEMORIA: Independencias, Naciones y Nacionalismos

“La supuesta desaparición del Estado no es tal cosa”



José Carlos Chiaramonte
Director del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio
Ravignani de la Universidad de Buenos Aires

Entrevista: Derry Díaz
Foto: Franz Krajinik

Punto.com, PUCP, Lima, lunes, 28 de junio del 2010

Hace doscientos años, los movimientos emancipadores en América Latina empezaron a cobrar relevancia. Uno de los primeros fue la Revolución de Mayo en Argentina en 1810, y la culminación de esta etapa llegó en 1824 cuando fue vencido el Ejército español en la Batalla de Ayacucho.

Precisamente, sobre este y otros temas conversamos con José Carlos Chiaramonte, renombrado historiador argentino. Él visitó nuestro campus invitado por el Proyecto Bicentenario de la Independencia del Rectorado de nuestra Universidad, y ofreció la charla magistral Las Crisis de la Representación Política luego de la Independencia.

- ¿Por qué es importante la Revolución de Mayo en el proceso de independencia de América Latina?

- Habría que aclarar primero que la Revolución de Mayo [1810] no significa la declaración de la independencia, que es tardía [1816]. Tampoco significa el nacimiento de una nación, que es más tardío todavía. La Revolución de Mayo es importante porque fue el comienzo del proceso de una revolución política que, sin estar pensada para producir la independencia (porque los que la querían eran una minoría), desembocó en ella y en la formación de un nuevo Estado. Lo que hay que entender es que la nación y la nacionalidad argentinas son un producto y no una causa del movimiento que llevó a la independencia.

- Usted ha señalado que hacia 1810 no existía la idea de nacionalidad.

- No existía la nacionalidad argentina, pero tampoco existía lo que se entiende por nacionalidad actualmente. El concepto de nacionalidad como lo entendemos hoy, diríamos, es una invención de lo que podíamos llamar el romanticismo social.

- ¿Esto cómo se entiende?

- Este concepto se invoca en el llamado principio de las nacionalidades, según el cual toda nación, todo Estado nacional, es producto de un conjunto humano homogéneo que llamamos “nacionalidad”, un grupo unido por una comunidad de sangre, de razas, de cultos, de idiomas, etc. Esto es un mito, una invención ideológica. Como suelen señalar historiadores europeos y norteamericanos, ninguna de las grandes naciones contemporáneas nació a partir de una homogeneidad cultural. Actualmente, se entiende como el sentimiento de adhesión a una comunidad política unida en un Estado. Se suele decir que la nacionalidad es la expresión de un ser nacional, una expresión metafísica, cosa que es un mito. En cambio, se puede decir que el sentimiento de nacionalidad es el sentimiento afectivo que une a los hombres de un mismo Estado porque, de alguna manera, su existencia depende de la protección de ese Estado. Digamos que un hombre que no sea el ciudadano de algún Estado reconocido no existe en el mundo actual, no tiene derechos.

- ¿Es posible el nacionalismo en el nuevo contexto internacional de aperturas económicas?

- La supuesta desaparición del Estado no es tal cosa. Hay, sí, una mayor interdependencia entre los Estados, que es mucho mayor sobre todo por la presencia de las grandes corporaciones económicas transnacionales, que a veces tienen mucho más poder que un mismo Estado. Esto hace que la idea asociada a la existencia de un Estado nacional –que es la idea de una soberanía plenamente ejercida– sea cada vez más difícil de lograr. Sin embargo, hay países que, si bien han resignado parte de su soberanía dado el nuevo contexto internacional, buscan no comprometer el bienestar de sus ciudadanos.

- ¿Es posible un futuro con una mirada histórica? ¿Es posible la unidad latinoamericana?

- Es difícil porque gran parte de la prosperidad de cada país latinoamericano –o por lo menos de sus clases dirigentes– depende del tipo de relación que tienen con países de mayor poder. A veces, ese tipo de relaciones benefician a un país, pero no a otros, de manera que la unidad latinoamericana me parece por ahora poco realizable.

- Cuéntenos acerca de su libro Nación y Estado en Iberoamérica: el lenguaje político en tiempos de las independencias, sobre el cual dictó un seminario en nuestra Universidad.

- Este libro es una colección de algunos artículos publicados y algunos trabajos inéditos en los cuales intento llamar la atención especialmente sobre cuál es el transfondo de la ciencia política y de las relaciones sociales. También, he publicado un último libro, Fundamentos intelectuales y políticos de las independencias. Notas para una nueva historia intelectual de Iberoamérica.

- - - -

Tomado de: http://www.pucp.edu.pe/puntoedu/index.php?option=com_opinion&id=3346

= = = =

Naciones y Nacionalismos

Nacionalización de las masas (I)

Por Manuel Burga

La República, Lima, jueves, 29 de octubre de 2009

A menudo se dice que si Immanuel Kant hubiera leído la Ciencia Nueva de Vico (1725) otra quizá hubiera sido la naturaleza de su Crítica de la razón pura de 1781. Igualmente me pregunto qué habría pasado si el libro de George L. Mosse, La nacionalización de las masas, de 1975, hubiera sido atentamente leído por el Anderson de Comunidades imaginadas de 1983. Me parece que otra podría haber sido la naturaleza de su teoría sobre el nacimiento de las naciones modernas en Europa y en el mundo; quizá un poco más completo su concepto de nación como artefacto cultural o comunidad imaginada.

La traducción de este libro de Mosse fue publicada en España en 2005, lo que motivó que su autobiografía, Haciendo frente a la Historia, pronto se publique el 2008 en la Universidad de Valencia. Mosse nació en Alemania (1919) en el seno de una familia judía burguesa, bastante acomodada, que tuvo que dejar prácticamente todo con el ascenso del nacionalsocialismo y radicarse en los EEUU hasta su muerte (1999). Su obra como historiador, sin lugar a dudas, forma parte de esa singular historiografía judía que ha renovado el conocimiento del siglo XX desde la dramática experiencia de la Segunda Guerra Mundial.

En su libro, de una manera bastante original para esa fecha –anunciando los ahora denominados cultural studies– analiza el proceso de nacionalización de las masas en la Alemania moderna, desde la unificación de Bismarck (1871–1890) hasta el Tercer Reich (1933-1945) de Hitler. Nos presenta el rostro feo del nacionalismo, el que desemboca en el nacionalsocialismo nazi y en el fascismo de Mussolini. Quizá por esto se le ha ignorado, por su mirada interesada, desde los que sufrieron ese proceso. Sin embargo, me parece particularmente interesante, desde nuestro país, tenerlo en cuenta, leerlo, debatirlo si es posible, desde un escenario bastante impregnado de gestos, emociones y actitudes nacionalistas, a veces ultranacionalistas.

Me limitaré a presentar, esta vez, algunas ideas y evidencias de sus primeros cinco capítulos, donde estudia la secularización de los cultos de masas, antes esencialmente religiosos y dinásticos. Un proceso que se inicia con la Revolución Francesa de 1789, con el culto a la “Diosa razón”, por ejemplo, que en el siglo XIX, en pleno romanticismo, el proceso alumbra los nuevos cultos a la soberanía popular, la voluntad general, el pueblo y fundamentalmente a la nación.

Muestra, con buenos ejemplos, cómo la modernidad trajo consigo el regreso a Grecia y Roma antiguas. La belleza griega, el perfil apolíneo, la raza blanca, la monumentalidad del coliseo romano y aun de las viejas pirámides egipcias, son reinterpretadas y repetidas. Había que exaltar la unificación nacional alemana y para eso los arquitectos, políticos, escritores, poetas y artistas buscan expresarla a través de la belleza del mundo antiguo. El nacionalismo alemán comienza a nutrirse también de sus propias sabias históricas, del mundo germánico. De esta confluencia salen mitos, símbolos e historias que exaltan la nación alemana, que se materializa en festejos, fiestas patrióticas, exaltación del héroe y festivales wagnerianos, por ejemplo.

El libro produce escalofríos cuando ese proceso nacionalista, de recuperación de las raíces históricas, a partir de 1933, con el inicio del Tercer Reich, es acompañado de monumentalidad arquitectónica, desfiles militares, exaltación de la “raza aria”, proclamas de orden, disciplina y antisemitismo. No sorprende la manera cómo la obra del compositor Richard Wagner (1813-1883), con sus grandes óperas, particularmente Lohengrin, Tristán e Isolda y Parsifal, es utilizada para manipular las emociones populares nacionalistas. Por eso Mosse afirma: “La influencia de Bayreuth y de las óperas de Wagner sobre el desarrollo mental de Hitler no precisa de más pruebas”.

- - - -

Tomado de: http://www.larepublica.pe/aproximaciones/29/10/2009/nacionalizacion-de-las-masas-i

= = = =

Nacionalización de las masas (2)

Por Manuel Burga

La República, Lima, jueves, 12 de noviembre de 2009

El subtítulo del libro de George L. Mosse, que sigo comentando, Simbolismo político y movimientos de masas en Alemania desde las Guerras Napoleónicas al Tercer Reich, es muy explicativo. Su tema central es la historia del nacionalismo alemán, al que presenta como nueva religión secular que el nacionalsocialismo nazi eleva a su máxima expresión en el siglo XX. Es un análisis bastante desapasionado, más bien sociológico, antropológico y hasta culturalista. Lo que el autor quiere mostrarnos es el advenimiento y desarrollo de esta nueva religión secular, analizando su recorrido hasta convertirse en fascismo. Un proceso que cuando uno lo vive, como nosotros en la actualidad, en nuestro país y en A[mérica] L[atina], no es tan consciente de la pérdida de soberanía individual, ni de la mimetización que sufre.

La instalación del mundo moderno, en la Europa del siglo XIX, hizo volver los ojos sobre el mundo clásico, Grecia, Roma, y a sus ideales de belleza y de una raza superior. Los ritos y liturgias de las monarquías absolutas se derrumbaron y comenzaron a ser reemplazados por la nueva religión secular de culto al pueblo, a la soberanía popular y a la nación. La monarquía absoluta había ordenado toda la vida social y política anterior, ahora, cuando algunos reyes habían sido incluso ejecutados, es lógico pensar en una dramática metamorfosis para cambiar mitos, símbolos y liturgias.

El libro nos muestra cómo las asociaciones alemanas de gimnastas, de coros masculinos, de teatro popular, se multiplican difundiendo los nuevos mensajes. Miles de integrantes de estas asociaciones nacionalistas amplían las fraternidades y buscan reencontrarse con sus raíces históricas, griegas, romanas y sobre todo germánicas. Se reinventa el viejo teatro germánico convertido en nuevo teatro popular, donde los espectadores pueden ser actores, para experimentar mejor las emociones. En la obra musical de Richard Wagner esta apropiación del pasado adquiere niveles de grandiosidad y de refinada espiritualidad.

Las liturgias tradicionales son transformadas por el nacionalsocialismo. Se construyen monumentos, organizan grandes festejos nacionalistas y finalmente aparecen los grandes movimientos de masas, los desfiles, las banderas con la esvástica y los discursos del führer. La búsqueda de mitos y símbolos en la historia lejana es uno de los mecanismos que todas las naciones utilizan para autoafirmarse y para construir sus identidades en este encuentro entre pasado y presente.

Casi al final de su libro el autor se pregunta: “¿Por qué esta preocupación por la dimensión histórica se convirtió en algo tan urgente precisamente a comienzos del siglo XIX?”. La respuesta es muy simple: los efectos desestabilizadores de la naciente industrialización en Europa y el advenimiento de las nuevas repúblicas. El tiempo parecía transcurrir más rápido. “Apelar a la historia es una forma de organizar el tiempo, de sobrellevar la velocidad”. El rescate del pasado no se limitaba a mitos, símbolos, personajes, fechas, sino también a canciones, música, indumentaria y hasta comidas. El nacionalsocialismo se montó sobre este proceso y lo convirtió en ultranacionalismo, con todo lo que trajo consigo de dictadura, guerra, genocidio e intolerancia.

El autor termina advirtiéndonos: “Este libro se enfrenta a un pasado que, para la mayoría de los hombres, parecía haber terminado con la Segunda Guerra Mundial. En realidad sigue siendo historia contemporánea”. Esta terrible experiencia europea, aparentemente tan lejana, podría estar también muy cercana, y por eso sí nos debe preocupar, ya que estamos viviendo, ahora mismo en América Latina, un proceso similar, al que muchos parecen sumarse, sin mayores reparos, ni reflexión. Nación sí, pero nacionalismos exagerados, excluyentes, intolerantes, tal como algunos políticos parecen expresarlos y fomentarlos, nos deben invitar a pensar en que la historia sí puede enseñar, cuando queremos aprender.

- - - -

Tomado de: http://www.larepublica.pe/aproximaciones/12/11/2009/nacionalizacion-de-las-masas-2

= = = =