Entrevista a Michel Vovelle (set. 2007)

El historiador de las mentalidades

Con ocasión del VI congreso interdisciplinario de humanidades en la Universidad Católica, visitó Lima el prestigioso historiador francés Michel Vovelle, uno de los pensadores europeos más influyentes de la actualidad, sobre todo por sus aportes al estudio de las mentalidades para entender y explicar los procesos históricos.

Por Jorge Paredes

El Comercio, suplemento Dominical, Lima, domingo 9 de setiembre 2007

http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2007-09-07/imecdominical0781633.html

En 1929 se produjo una revolución en la historiografía francesa (y occidental). Ese año Marc Bloch y Lucien Febvre fundaron la revista de los Annales, lo cual significó un cambio sustantivo en la manera de pensar y de abordar la historia: en oposición a una historia positivista, centrada en la sucesión de los hechos; ellos propusieron una historia mucho más amplia que hurgaba en las bases económicas, sociales y culturales de los procesos. Esto se alimentaría en los años sesenta con historiadores como Fernand Braudel, quien acuñaría el término de "historia de corta, mediana y larga duración". Paralelamente a estos cambios, en la década del setenta, aparece con fuerza en los medios académicos franceses lo que vino a llamarse la historia de las mentalidades, con historiadores como Robert Mandrou, Georges Duby, Philippe Ariès y Michel Vovelle. Si los pensadores de los Annales centraban su interés en lo económico y en lo social, Vovelle y compañía iban más allá: planteaban que también era importante explorar en el pensamiento, en las visiones del mundo, en la subjetividad de la gente para explicar el curso de los acontecimientos.

Vovelle aplicó este concepto a la Revolución Francesa y habló de la "mentalidad revolucionaria" de 1789; centró su atención en la idea de la muerte; y entre otros aspectos, se ocupó también de temas como la familia, el amor y la sexualidad. A los detractores que afirman que la historia de las mentalidades es ambigua, Vovelle les dice que se trata más bien de "una historia de la resistencia de los seres humanos" ante (y sobre) los acontecimientos.

- En la conferencia que dictó en la Universidad Católica, usted habló de los dilemas del historiador del siglo XXI, ¿cuánto de lo que se decía en la famosa escuela de los Annales está todavía vigente?

- Yo pienso que debemos hablar de los Annales en pasado, en lo que en su momento plantearon Marc Bloch y Lucien Febvre, y que se renovó en la década del setenta con nuevas disciplinas históricas. Sin embargo, la Escuela de los Annales fue importante porque surgió en oposición a una vieja tradición histórica centrada solo en los acontecimientos, que focalizaba su relato en las batallas, las muertes de reyes, etcétera. En ese sentido fue una revolución pues abría nuevas formas para encarar el oficio del historiador, y esto se puede ver en el programa de la revista de los Annales, que llevaba las palabras "sociedad, economía y civilización". Sin embargo, a partir de la década de los ochenta se produce una crítica muy fuerte contra esta vorágine de la historia económica y social, tanto por su acento clasista y su herencia marxista. La historia de las mentalidades se desarrolló un poco al margen de los Annales, de la mano de Mandrou y Duby, ganando autonomía en todo este tiempo.

- ¿Cómo podemos definir y clasificar la historia de las mentalidades?

- Se puede decir que la prehistoria de la historia de las mentalidades se inicia cuando a principios del siglo veinte Georges Lefbvre publicaba un libro sobre el gran miedo en la Francia rural de 1789 y sin decirlo estaba haciendo una historia de las mentalidades. Luego, en el sesenta, esta corriente se hace más visible, se formaliza con Duby y Mandrou, quien lanza una definición que fue muy criticada por difusa, pero que es muy bella: es la historia de las visiones del mundo. También es una época donde se producen muchos cambios ideológicos, y mi generación quiere ir más lejos, quiere ver qué pasa en la cabeza en la gente, en otros términos quiere estudiar las representaciones colectivas y temas como el nacimiento, la vida, la muerte, la sexualidad, la familia.

- ¿Una historia que se apoya mucho en la psicología y el psicoanálisis?

- En Francia no prosperó esta influencia del psicoanálisis y la psicología en la historia como sí lo hizo en Estados Unidos, donde se habla de psicohistoria. Allá hay estudios de este tipo sobre Martín Lutero, por ejemplo. Entonces, mi amigo Philippe Ariès acuña el concepto del "inconsciente colectivo", que era como un bricolage de ideas de Jung y otros pensadores. Fue algo interesante, pero que yo critiqué en su momento porque le daba demasiada autonomía a lo mental, era como una historia que no tenía los pies en la tierra. Entonces, junto a Duby, preferimos usar el concepto de "imaginario colectivo" para distanciarnos de lo psicoanalítico y unir el tema de las mentalidades a la historia.

- En su trabajo sobre la Revolución Francesa, afirma que hubo cambios en la mentalidad de la masa rural francesa que influyeron tanto como los factores sociales y económicos.

- La historia de las mentalidades no tenía lugar en el tema de la Revolución Francesa, a pesar del mencionado trabajo de Georges Lefbvre, entonces a mí me seducían dos vías de investigación: la primera era un estudio de las representaciones colectivas de la muerte durante la Revolución y la otra era ver cómo la difusión de las luces de la Ilustración producía también una revolución en las mentalidades de Occidente. En el primer caso, a partir de fuentes testamentarias recogidas en el sur francés, pude analizar las actitudes y creencias que tenía la gente de las elites y de las clases populares respecto de la muerte. Esto lo escribí en el libro Piedad barroca y descristianización. Luego, cuando tomé mi puesto en La Sorbona, en 1983, después de la muerte de Albert Soboul, mi primer curso lo titulé "La mentalidad revolucionaria", que luego se convertiría en libro. No ha sido fácil trabajar el tema de las mentalidades, el propio Soboul tenía sus reservas y consideraba que era algo difuso y un historiador marxista, Pierre Vilar, me reprochaba que mis temas eran muy mórbidos. Un estudio de las mentalidades demuestra que estas no son lineales, sino que existen puntos de resistencia muy fuertes en la gente respecto a los cambios. Ernest Labrousse fue quien formuló la idea de que lo social tiene retraso sobre lo económico y las mentalidades tienen retraso sobre lo social. Es decir, los cambios se dan más rápido en lo económico que en lo social; y más rápido en lo social que en lo mental, lo cual es más fijo y resistente.

- ¿Cómo el modo de pensar influye en el proceso histórico?

- Las mentalidades tienen importancia en la evolución histórica, pero por supuesto aquella no se reduce solo a una asociación de mentalidades, de representaciones colectivas. Yo diría que existe un cruzamiento entre lo mental y lo material y recupero lo que decía Althuser, quien se preguntaba qué era lo determinante en la historia, y afirmaba que existía un entrelazamiento de tiempos: el tiempo de la economía, el de la mentalidad y el de la coyuntura social. En los procesos históricos todos estos tiempos están combinados de forma compleja y se alimentan recíprocamente.

- Somos un país con una historia muy antigua, y esto es un gran reto para los historiadores peruanos, pero todavía existen temas pendientes y se habla por ejemplo del trauma de la Conquista, de la promesa incumplida de la República, ¿qué le sugiere históricamente el Perú?

- Tengo mucha curiosidad por la historia peruana. Leí el libro de Claudia Rosas sobre el impacto de la Revolución Francesa en el Perú y aprendí mucho con él. Hace poco asistí a un congreso de historia en España, y me sorprendió ver tantos trabajos sobre la América colonial. En la conferencia que he dado en Lima me ha llamado la atención que unos temas han despertado más interés que otros, como la memoria colectiva, el conflicto entre memoria y olvido, etcétera. Yo guardo esperanza de que el Perú pueda solucionar sus problemas históricos.

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