Bicentenario
En el transcurso de los últimos meses, tanto Bolivia [Junta Tuitiva de La Paz, 16-jul-1809] como Ecuador [Junta de Gobierno de Quito, 10-ago-1809] han celebrado sus respectivos bicentenarios de la independencia. Mientras que, en el caso peruano, estamos lejos de esa celebración, que recién habrá de realizarse en 2021, dentro de 12 largos años. ¿A que se debe esta distancia? En realidad, antes que un asunto factual se trata de costumbres frente a las fiestas patrias.
La mayor parte de países de América Latina celebra el primer grito de independencia. Mientras que nosotros lo hacemos con la consumación final. Si así lo hicieran, Ecuador celebraría el triunfo de Bolívar en Pichincha, que recién fue en 1822 [24-mayo-1822] y Bolivia el derrumbe del último ejército realista, capitaneado por Olañeta, que ocurrió después de la batalla de Ayacucho, comenzando 1825 [Combate de Tumusla, 1-abr-1825].
Así, el momento elegido para las celebraciones no responde tanto a hechos de la independencia, sino a distintas costumbres frente al proceso de emancipación. En nuestro caso, podemos aprovechar el tiempo que tenemos delante para reflexionar sobre nuestra problemática nación, en vísperas de cumplir doscientos años de vida independiente.
Para comenzar, tenemos bicentenarios concretos que han de interesar al público. Por ejemplo, pronto son doscientos años de las Cortes de Cádiz, donde la participación peruana fue tan destacada [Constitución liberal española, 19-mar-1812]. Ello será el año 2012, cuando también será el bicentenario del levantamiento de Francisco de Zela en Tacna [20-jun-1811]. A partir de entonces, tuvimos movimientos criollos partidarios de las juntas y la autonomía de los cabildos contra el poder del Virrey.
Ese movimiento tuvo su momento culminante en el levantamiento de los hermanos Angulo en Cusco el año 1814 [3-ago-1814]. La decisiva participación del cacique Pumacahua le añade dramatismo a esta rebelión, porque él había combatido por el Rey de España contra Túpac Amaru cuando joven [1870], y murió viejo rebelde contra el monarca [Sicuani, 17-mar-1815].
Como vemos, hay mucha historia por conmemorar y tiempo para llegar a conclusiones. Si nos quedamos dormidos no lograremos nada. Para aprovechar el tiempo que el país tiene por delante debemos ser activos en esta materia. Los historiadores son una comunidad que puede realizar esfuerzos sostenidos durante un período prolongado. Nos apasiona manejar el tiempo y podemos cronometrar nuestros relojes de investigación para apuntar al bicentenario.
El verdadero tema es el país, la república y sus dramas. En ocasión del centenario [en 1921] se elaboraron muchos estudios y algunas mentes brillantes, como Jorge Basadre [Tacna, 1903-Lima, 1980], acuñaron expresiones famosas que marcaron la interpretación sobre nuestro pasado. Entre otras, “la promesa de la vida peruana”, que ubica en el futuro una esperanza de realización, ya que se reconoce una realidad conflictiva y compleja.
El movimiento del bicentenario peruano debe iniciarse en los predios de la historia, pero está destinado a extenderse a todas las disciplinas. En efecto, sólo si se piensa al país desde distintos ángulos puede arribarse a una síntesis fértil y capaz de inspirar una transformación.
La meta real es ese cambio. Hoy casi todos los peruanos tenemos la convicción de que el país funciona de manera muy imperfecta, que todo se podría hacer mejor y que somos una nación difícil. Esa constatación supera el inconformismo existente cien años atrás. Hemos retrocedido en autoestima y eso que no hemos perdido una nueva guerra con Chile.
Por ello, la reflexión sobre el bicentenario adquiere sentido si se busca la clave del país. Una llave que se nos ha extraviado y que conduce al progreso nacional y la armonía social.
Tomado de: http://www.larepublica.pe/sucedio/16/09/2009/bicentenario
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