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domingo, 26 de setiembre de 2010

MEMORIA: Peru - Dos visiones de la Independencia

San Martín y Bolívar

Por Antonio Zapata

La República, Lima, Miércoles, 15/09/2010

En setiembre de 1820 desembarcó José de San Martín en Pisco, dando inicio a la campaña militar que llevó a la proclamación de la independencia. Sobre la estadía del general argentino en el Perú ha aparecido un libro de la historiadora Scarlett O’Phelan, gracias al Fondo Editorial del Congreso. Lujosamente editado, el texto de la doctora O’Phelan analiza la breve estadía de San Martín, que se extendió apenas dos años, uno de los cuales como gobernante.

Aunque no ingresa al período de Bolívar, en varios pasajes la autora presenta la solución bolivariana a temas que fueron encarados por San Martín. Así, de una manera indirecta, este texto permite reflexionar sobre los dos libertadores extranjeros del Perú, habida cuenta que el uno es largamente preferido sobre el otro. Como sabemos, tanto la historiografía como el sentido común de los peruanos siempre se han sentido más inclinados por San Martín.

La doctora O’Phelan ofrece pistas para entender esta dicotomía. Un tema clave fue la actitud frente a la aristocracia, mientras Bolívar la suprimió, San Martín la promovió. En efecto, el libertador argentino apostó por la monarquía como régimen político para el país independiente y necesitaba forjar una aristocracia que sostenga a un eventual Rey del Perú. En ese afán, San Martín creó la Orden del Sol y repartió títulos de nobleza, como por ejemplo al líder peruano de su confianza, Bernardo de Torre Tagle, a quien nombró Marqués de Trujillo. En agudo contraste, la Constitución de Bolívar impuso la ciudadanía.

Pero, San Martín no fue un gobernante blando. Durante su mandato se persiguió rudamente a los peninsulares. La campaña contra los chapetones fue atribuida al ministro de San Martín, Bernardo de Monteagudo, pero éste era hombre de confianza del general argentino y siempre actuó en su nombre. Monteagudo liquidó a la elite peninsular que estaba afincada en Lima. En la capital peruana vivían más españoles que en cualquier otra ciudad de Sudamérica y, además, entre ellos, estaban las mayores fortunas del país. Pues bien, el régimen del protectorado hizo una redada y deportó sin sus bienes a muchos de los españoles importantes y adinerados. A continuación sobrevino una persecución en regla que afectó gravemente a la elite. Los odios que se granjeó Monteagudo fueron tan grandes que luego fue asesinado mientras caminaba por las calles de Lima.

Es decir, si Bolívar es recordado por su carácter implacable, San Martín no fue bonachón con el enemigo. Ambos supieron marcar a sangre y fuego los límites entre colonia e independencia. Entonces, ¿por qué el uno es bien amado y el otro temido como enemigo del Perú?

La clave se halla al final y hacia ella nos conduce O’Phelan. En efecto, a San Martín le fue mal en su año de gobierno. Nadie aceptó la monarquía y sus expediciones militares fracasaron. Mal en la guerra y en la política, San Martín estaba debilitado cuando se entrevistó con Bolívar en Guayaquil, con resultado negativo para sus iniciativas. En ese momento, San Martín supo retirarse e instalar un Congreso constituyente. Es decir, organizó a los peruanos y les transfirió la responsabilidad. Mientras que Bolívar en Lima llegó al máximo de su poder y en 1826 se proclamó presidente vitalicio de cinco repúblicas sudamericanas.

Así, San Martín aparece como un hombre desprendido, aunque amante de los títulos coloniales, mientras que Bolívar encarna al republicano, pero ávido de poder. En esa imagen, San Martín representa al Estado razonable, que entiende cuando debe ceder, mientras que Bolívar encarna al Leviatán autoritario, que siempre sabe lo que necesitan los demás.

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Scarlett O'PHELAN GODOY.
El general don José de San Martín y su paso por el Perú.
Lima: Fondo Editorial del Congreso de la República, 2010.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/sucedio/15/09/2010/san-martin-y-bolivar

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Primores del Congreso

Por Abelardo Oquendo

La República, Lima, Domingo, 17/10/2010

Los trabajos de Scarlett O’Phelan Godoy suelen enriquecer la visión histórica nacional. San Martín y su paso por el Perú y Bernardo O’Higgins y sus estancias en el Perú, los dos breves estudios que acaba de publicarle el Fondo Editorial del Congreso, confirman ese buen desempeño. Como sus títulos sugieren, ambos libros reflexionan sobre aspectos diversos del tiempo vivido en nuestro país por los mencionados próceres.

Pero no es su interés histórico lo que motiva estas líneas sino el primor con que se ha editado estos libros; esto es: no la obra sino su puesta en página. Los dos volúmenes han sido ilustrados con cuadros al óleo, acuarelas, esculturas y grabados que cumplen con acierto sus funciones de ornamento y contextualización. Hay aquí una tarea de búsqueda y selección tan merecedora de crédito como el trabajo de diseño y diagramación, impecable. Y hay algo más, no menos digno de señalarse: lo acogedor de la tipografía, la holgura de la interlínea y de los márgenes, que lubrican al placer de leer.

Los dos libros son homenajes del Congreso a los bicentenarios de la Revolución de Mayo en Argentina y de la instalación de la Junta de Gobierno en la recién nacida República de Chile. Ojalá esta gentil y culta pertinencia y esta sobria elegancia representaran virtudes generalizadas en nuestros congresistas.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/inquisiciones/17/10/2010/primores-del-congreso

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Las independencias

Por Martín Tanaka

La República, Lima, Domingo, 12/09/2010

Acaba de publicarse Las independencias. Doce ensayos, de Hugo Neira (Lima, U. Garcilaso de la Vega, 2010). Difícil comentar un libro tan heterodoxo como el propio autor, que va desde un examen del orden colonial hasta los desafíos políticos del presente, pasando por los procesos independentistas, los caudillos, las oligarquías, los intelectuales, la cultura y la identidad de nuestros países latinoamericanos; una aproximación ensayística ubicada a medio camino y por encima de la historia, la sociología, la ciencia política y los estudios culturales. Si uno se despoja de los lentes de cada una de las disciplinas particulares, y se deja llevar por las múltiples preguntas, sugerencias, desafíos que plantea el autor, la lectura resulta de lo más estimulante.

Un libro como este, que se mueve en registros múltiples, hace que cada lector pueda encontrar su propio hilo conductor a lo largo de sus páginas. Quiero resaltar uno, que articula las reflexiones del autor sobre el “antiguo régimen colonial”, los caudillismos y los desafíos políticos del presente. Una de las secciones más ricas del libro es aquella en la que Neira se ocupa del antiguo régimen y llama la atención sobre el hecho de que nuestro orden colonial implicó un fuerte mestizaje, a diferencia de otros órdenes coloniales, como en África y Asia.

Ese mestizaje fue la expresión de un orden político signado por un particular tejido de alianzas, relaciones de compadrazgo, integraciones segmentadas, parciales y subordinadas. Un orden así no se basa en una oposición entre peninsulares, criollos e indígenas, sino entre diversos grupos clánicos, linajes, fragmentados, enfrentados, pero en permanente negociación. Neira no ve el orden colonial como una herencia de exclusión, discriminación y racismo, sino como un legado contradictorio de integración y subordinación.

Esta lectura permite entender también a los caudillos, presentes desde la formación de nuestras repúblicas hasta nuestros días. En contextos de actores sociales, políticos e instituciones débiles, de alta fragmentación, los ejes de articulación pasan por liderazgos personalistas, que tejen redes y lealtades cara a cara, pero siempre precarias e inestables. Los caudillos tienen así un doble rostro: son vehículos de integración, basan su liderazgo en la capacidad de representar a “los de abajo”, son el puente con los sectores “altos” de la sociedad, pero al mismo tiempo son “bárbaros”, autoritarios, personalistas.

Me llama mucho la atención cómo Neira permite encontrar continuidades históricas de larga duración en elementos muy actuales: hoy pensamos el escenario político de las regiones sobre la base de alianzas circunstanciales en torno a caudillos personalistas, que articulan precariamente los espacios nacional, regional y local, configurando un escenario de fragmentación y diversas formas de subordinación, no tanto de exclusión.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/virtu-e-fortuna/12/09/2010/las-independencias

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