Haya y la Constitución del 79
Por Daniel Parodi R.
La República, Lima, 12 de agosto de 2011
Ningún político peruano ha sido tan vilipendiado por sus virajes ideológicos como el líder y fundador del APRA, Víctor Raúl Haya de la Torre. Las principales acusaciones en su contra denuncian la traición de sus postulados primigenios, el abandono de su izquierdismo original; el manejo de un doble discurso y las alianzas con sus enemigos tradicionales: Manuel Prado y Manuel Odría.
Me pregunto si todas estas imputaciones no parten de una premisa equivocada. Ya en 1928 –en El Antiimperialismo y el APRA– Haya deslindó con quienes llamaba “comunistas criollos”, y a quienes tildaba de dogmáticos por no adaptar el modelo marxista a la realidad latinoamericana. Sostuvo el joven Haya que había que entenderse con el imperialismo por la exigencia de contar con sus capitales para desarrollar a los países de A. Latina. Sin embargo, advirtió que había que hacerlo en condiciones de igualdad para lo cual era imprescindible conformar un bloque latinoamericano unido. Por último, en 1928 Haya incorporó en su teoría política el principio de la negación de la negación hegeliano, de lo cual desprendió el postulado de que no existen escenarios históricos permanentes y que había que adaptar la lucha antiimperialista a sus contextos temporales y espaciales específicos.
Por ello parecen subjetivas tan enconadas críticas a los movimientos posicionales del APRA, cuando sus bases ideológicas los anticiparon como parte constitutiva de su praxis política. Además, debe considerarse que la institucionalidad democrática –defendida por Haya de la Torre como modelo político ideal– no fue una realidad en el largo siglo XX. Ello explica, tanto la sacrificada lucha de la militancia aprista por su conquista, como las negociaciones de su cúpula con Manuel Prado para legalizar el partido y, con ello, ampliar los márgenes de juego democrático en el Perú.
Sin embargo, la ideología primigenia de Haya no lo explica todo. No explica, por ejemplo, su cuestionable alianza con Odría en 1963. Y no la explica porque en dicho contexto había terminado la persecución contra su partido y porque el eventual aliado fue su otrora cancerbero. Tampoco la explica porque la coalición APRA-UNO le cerró el paso al reformismo de Belaunde, al que se le opuso una despiadada oposición parlamentaria que propició el posterior golpe de Estado de Juan Velasco Alvarado en 1968. Haya, en este caso, le escupió al cielo y los apristas de hoy deberían reconocerlo, como deben reconocerse otros errores cometidos en tan larga y dilatada trayectoria.
Pero los tiempos cambian y hoy todos los caminos conducen a Haya de la Torre, por cuya Constitución –la de 1979– han jurado las principales autoridades del nuevo gobierno. Además, ahora se ejecuta en el Perú un proyecto de izquierda no marxista, abierta a la libre concurrencia económica, a la vez que sagaz en la negociación con el capital trasnacional; firme en la defensa de los intereses nacionales y sensible a la inclusión social. En esta ruta, también el anuncio presidencial de fortalecer los foros multilaterales de UNASUR y la CAN apunta hacia Víctor Raúl.
Esta historia es más cíclica que lineal. En lugar del progreso continuo que plantearon los filósofos ilustrados del siglo XVIII, este relato parece subsumirse en el corsi e ricorsi de Giambattista Vico. El pensador napolitano creía que el proceso histórico era pendular y que se balanceaba de un extremo al otro, a la vez que buscaba su equilibrio. Así, nuestro presente político parece retomar los postulados de Haya de la Torre en 1928 y los principios de la Constitución que firmara en 1979. Sin embargo, y de acuerdo con su propio pensamiento, es posible que la actual coyuntura ya esté incubando los gérmenes de su futura superación por otra diferente.
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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/columnistas/historia-presente-daniel-parodi/haya-y-la-constitucion-del-79-12-08-2011
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Haya y el antimperialismo
Por Nelson Manrique
La República, Lima, 16 de agosto de 2011
En su artículo “Haya y la Constitución del 79” (LR, 12/8/11) el historiador Daniel Parodi sostiene que quienes acusan a Haya de traicionar sus postulados primigenios, abandonar su izquierdismo original, manejar un doble discurso y aliarse con sus enemigos tradicionales (Prado y Odría) parten de una premisa equivocada. Señala Parodi que ya en 1928 Haya sostenía en su libro El Antimperialismo y el Apra (en adelante EAA) “que había que entenderse con el imperialismo por la exigencia de contar con sus capitales para desarrollar a los países de A. Latina”.
Quien parte de una premisa equivocada es Daniel Parodi, al asumir como verdadera la afirmación de Haya (repetida luego por los apristas) de que EAA fue publicado en México en 1928. Esto es desmentido por el mismo Haya en la ‘Nota Preliminar’ de la primera edición de su obra, fechada el 25/12/35: “Este es un libro escrito hace siete años que sólo ahora se publica” (Haya de la Torre, EAA, 1936: 13). EAA se publicó por primera vez en Santiago de Chile en 1936 y no existía como libro en 1928. Esto es aceptado hasta por Alan García, quien recusa la afirmación de Haya de que entregó a la Editorial Ercilla sus páginas “como fueron concebidas y redactadas” en 1928 y muestra que en EAA “coexisten tres redacciones sucesivas”, en las cuales se fueron incorporando nuevos conceptos distintos a los que Haya defendía inicialmente (La revolución constructiva del aprismo. Teorí@ y pr@ctica de la modernidad. 2008: 42-43).
Al presentar un libro publicado en 1936 como si hubiera salido de la imprenta siete años antes, Haya pretendía ocultar el viraje fundamental que introdujo en su discurso antimperialista original. En 1928 Haya estaba enzarzado en una dura polémica con J. C. Mariátegui, con quien acababa de romper, y se mostraba como un antimperialista intransigente. Estaban en disputa las bases revolucionarias y Haya buscaba mostrarse más radical que Mariátegui, como lo testimonia esta carta escrita a Eudocio Ravines, que expone su ideario: “el control obrero y campesino en la vida política del país mantendrá a la clase explotadora en el camino de su destrucción... socialización absoluta en principio. Tierras e industrias pertenecerán a la Nación, es decir, a la masa productora que tendrá el poder político”.
Haya hablaba de formar un partido de cuadros para asaltar el poder por las armas. Todavía en febrero de 1930 escribía: “Lo que interesa al Apra es que la revolución se cumpla, tanto más amplia, tanto más radical, tanto más izquierdista, tanto más roja cuanto la realidad lo permita… el Aprismo significa consecuentemente la fuerza revolucionaria capaz de imponer la dictadura del proletariado campesino y obrero, y de establecer la lucha organizada de esa dictadura contra el imperialismo, que es el capitalismo, opresor del obrero, y contra el latifundismo, que es la explotación del campesino” (Obras completas, T5, 1976: 259-268).
Dos meses después, en abril de 1930, murió Mariátegui y, sin un rival ideológico de peso que enfrentar, Haya pudo renunciar a su discurso radical. Abandonó la tesis de la lucha a muerte contra el imperialismo yanqui para sostener en adelante que este tenía un “lado bueno” y otro “malo” y que había que negociar con él, aprovechando el primero y neutralizando el segundo. En setiembre de 1931 –en una reunión confidencial que él mismo solicitó– le dio seguridades al embajador norteamericano en Lima, Fred Morris Dearing, de que EEUU no tenía nada que temer de su aparente radicalismo y lo convenció de su sinceridad. Abandonó luego la primera tesis de su programa de 1926 (recogido aún en EAA en 1936), “Acción contra el imperialismo yanqui”, y hacia los 40 la reemplazó por el “Interamericanismo democrático sin imperio”. Vinieron luego su ofrecimiento de 5 mil militantes apristas para apoyar la intervención norteamericana en Corea, a inicios de los 50; su respaldo a la intervención norteamericana en Guatemala contra Arbenz, en 1954; y contra Perón, en Argentina un año después. Hacia los años 60 estaba buscando fundamentos jurídicos para justificar la intervención de EEUU contra Cuba, al mismo tiempo que sostenía que el imperialismo ya no existía.
Es injusto invocar a Giambattista Vico y a G.W.F. Hegel para justificar estos bandazos.
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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/columnistas/en-construccion/haya-y-el-antimperialismo-16-08-2011
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Haya no es el problema
Por Daniel Parodi R.
La República, Lima, 19 de agosto de 2011
Cuarenta y dos años después de escrito este libro y a los treinta y cuatro de su segunda edición, se publica ahora en una tercera, VRHT, prólogo a la tercera edición de El Antiimperialismo y el APRA, 1970.
Se me complica responderle a Nelson Manrique su réplica a mi artículo “Haya y la Constitución del 79” porque creo que en esta discusión el líder del APRA no es el problema. Sin embargo, dado que mi ocasional oponente basa sus argumentos en precisiones puntuales, me veo obligado a comenzar respondiendo la más central de entre ellas: no es cierto que Haya de la Torre hubiese dicho en algún momento que EAA se publicó en México en 1928, lo que Haya siempre evocó en sus diferentes obras, escritos y proclamas es que ese año escribió el libro en Ciudad de México. La primera edición –de tiraje limitado– se publicó en Chile, en 1935, donde rápidamente se agotó; la segunda vio la luz en 1936.
Pero Haya no es el problema. No lo es, porque no voy a desempeñar el rol de su apologeta, como Manrique juega el de su denostador. No quiero, además, ser protagonista de un debate maniqueo y positivista que confronta acusación y defensa sobre la trayectoria de un personaje del pasado: no es mi línea de trabajo. Haya no es el problema, además, porque la cuestión es la particular lectura que Manrique tiene de su trayectoria.
Mi colega nos presenta a Haya revolcándose en su maquiavelismo y frotándose las manos esperando la muerte de Mariátegui para entonces ejecutar su sibilino plan de virar hacia la derecha. Un mal thriller de una vieja función de trasnoche no lo hubiese dicho mejor. Claro que la trayectoria de Haya tiene claroscuros, sus errores pueden ser pocos o muchos y remiten a la interpretación. Pero así y todo llama mi atención la fijación de Manrique en la evolución ideológica del jefe del APRA, la que cuestiona sin atenuantes en todos los capítulos de su obra USTED FUE APRISTA.
Tras su publicación, el susodicho libro despertó mi curiosidad porque parecía provenir de una realidad anterior al fin de la Guerra Fría, el que nos enseñó que el cambio es inherente a la humanidad y que el sujeto individual dista de controlar las fuerzas históricas que lo propician. Todos los que vivimos la caída del muro Berlín hemos cambiado y otros incluso lo hicieron antes. El Ollanta Humala de 2006 no es el de 2011, FBT fue reformista en el 63 y liberal ortodoxo en el 80, los sobrevivientes del movimiento de la Nueva Izquierda de los 70 ya no levantan la bandera de la revolución del proletariado, ni promueven la eliminación de la burguesía para dar paso al Estado socialista. En cuanto a Haya, éste refutó temprano al comunismo soviético y el tiempo le dio la razón: ya no existe.
Otro aspecto que llama mi atención en USTED FUE APRISTA es su cuestionamiento al alejamiento del APRA de su primigenia práctica insurreccional, la que su autor observa en diversos pasajes del texto. Así, la crítica a la paulatina adopción aprista de una postura más conciliadora pone al descubierto la teleología del autor: ¿cuál es finalmente la utopía que persigue Nelson Manrique? Porque si de lo que se trata es de la dictadura proletaria, yo saludo que Haya no haya resultado como Mao Tse Tung, Pol Pot o Abimael Guzmán. Haya optó por la democracia y esa sola bandera le costó décadas de cárcel, clandestinidad y exilio.
Para finalizar, quiero decir que creo fervientemente que los historiadores contemporáneos tenemos que lidiar con el pasado para que deje de hacerle daño al presente, creo que debemos legarle a las nuevas generaciones una interpretación más sobria del espinoso siglo XX y ser conscientes de que los odios y disputas de éste son lo último que aquellas quieren heredar de nosotros. Así pues, si la posmodernidad subraya la fragmentación de los discursos en desmedro de las pretendidas verdades universales, es menester que emprendamos la construcción del pasado desde posturas más matizadas y menos unilaterales. En tiempos de reconciliación y memoria, los historiadores debemos acercar a los descendientes de quienes en el pasado se enfrentaron. Ya nadie quiere un país dividido entre apristas y antiapristas, ¿o sí?
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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/columnistas/historia-presente-daniel-parodi/haya-no-es-el-problema-19-08-2011
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El problema son los intérpretes de Haya
Por Nelson Manrique
La República, Lima, 23 de agosto de 2011
Respondo al artículo de Daniel Parodi “Haya no es el problema” (LR, 19/8/11). En artículo anterior, Parodi, refiriéndose a la Constitución de 1979, la presentó como la realización de las posiciones que Haya defendió en El Antimperialismo y el Apra (EAA), en 1928: “Sostuvo el joven Haya que había que entenderse con el imperialismo”. Me ratifico en que está equivocado. Como he documentado, en 1928 Haya descartaba cualquier entendimiento con el imperialismo, como lo sostiene todavía en febrero de 1930: “para nosotros, con Marx y con Lenin, el imperialismo es el capitalismo en su forma más moderna, y el capitalismo es la explotación en su forma más refinada, y si nosotros no combatimos al imperialismo, entonces no combatimos al capitalismo, y si no combatimos al capitalismo, entonces no luchamos contra la explotación, y si no luchamos contra la explotación no tenemos derecho de llamarnos ni socialistas, ni comunistas, ni revolucionarios. El Apra es antimperialista porque es anticapitalista”.
Según Parodi, yo presento a Haya “revolcándose en su maquiavelismo y frotándose las manos esperando la muerte de Mariátegui para entonces ejecutar su sibilino plan de virar hacia la derecha”. Como recurso polémico, este es más bien penoso. Es obvio que, salvo que convirtiéramos a Haya en adivino, ni él ni nadie podía saber que JCM moriría en abril de 1930, y Haya, como todos sus contemporáneos, lamentó la muerte de su brillante opositor.
Lo que he sostenido es que la muerte de Mariátegui dejó a Haya sin ningún oponente de peso, lo que facilitó que luego abandonara el discurso radical. Recién en 1931, un año después de la muerte de JCM, Haya incorporó en su discurso el argumento de que el imperialismo tiene un “lado bueno” y otro “malo”, y que se debe negociar con él. Este abandono de su discurso radical abrió el camino a otros virajes más, entre los cuales se incluyó la reunión confidencial con el embajador de EEUU, Fred M. Dearing, para asegurarle que los yanquis no tenían nada que temer de su discurso encendido; el abandono del punto 1º de su programa de 1926 (“acción contra el imperialismo yanqui”) y su reemplazo por el “interamericanismo democrático sin imperio”; su respaldo a las intervenciones norteamericanas en Corea, Guatemala, Argentina y Cuba, para llegar en los 60 a sostener que el imperialismo ya no existía.
Parodi no ha rebatido mis afirmaciones y se ha limitado a acusarme de “denigrar” a Haya. Como historiadores, más allá de apologías o descalificaciones fáciles, debiera interesarnos reconstruir de la manera más fidedigna posible la historia del Apra, por su evidente impacto en la historia política del Perú contemporáneo.
El equívoco histórico sobre la fecha de la 1ª edición de EAA fue alimentado por el propio Haya. Esta salió en Santiago de Chile en marzo de 1936 (no en 1935: véase EAA 2ª ed., 1936, p. 29, y las decenas de páginas que Haya dedica al tema en su correspondencia con L.A. Sánchez, VRHT y LAS, Correspondencia, vol. 1, 1982, pp. 173-216, y 255). Haya recibió el libro en mayo de ese mismo año y casi inmediatamente empezó a preparar la segunda edición, que salió pocos meses después (ídem, p. 279). Cuando Haya habla de EAA jamás menciona la 1ª edición de Santiago y sólo se refiere a la 2ª, de tal manera que, al escribir sobre su “libro de México, de 1928”, invita a creer que ese año salió la primera edición. Véase la referencia bibliográfica que pone en Treinta años de aprismo: «El Antimperialismo y el Apra, México 1928. 2ª ed. Ercilla, Santiago de Chile, 1936» (VRHT, 1956, p. 19). En las páginas siguientes Haya escribe decenas de veces sobre «mi libro de 1928» (ídem, pp. 23 y ss.). Mal puede llamarse “libro” al manuscrito que afirma haber redactado en esa fecha. Inclusive en un párrafo que Parodi cita, tomado del prólogo a la 3ª ed., de 1970, Haya reitera esta estrategia: “Cuarenta y dos años después de escrito este libro y a los treinta y cuatro de su segunda edición, se publica ahora en una tercera” (el subrayado es mío).
Haya, como todo humano, más allá de ser un gran líder, tuvo virtudes y defectos. Sólo restituyéndole su dimensión humana podrá valorárserlo cabalmente.
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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/columnistas/en-construccion/el-problema-son-los-interpretes-de-haya-23-08-2011
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Rómulo Meneses y la fundación del APRA
* A Florencia Meneses Marone
Por Daniel Parodi R.
La República, Lima, 23 de septiembre de 2011
“Los jóvenes a la obra, los viejos a la tumba”.
–Manuel González Prada.
El pasado 20 de septiembre se conmemoró el 81 aniversario de la fundación política del Partido Aprista, en su local institucional de la Av. Alfonso Ugarte. Durante la celebración se rindió homenaje a la memoria de Rómulo Meneses Medina, uno de sus fundadores y militantes distinguidos. La biografía revolucionaria de Meneses es impresionante. En 1919, a los 17 años de edad, fue apresado por primera vez debido a su participación en las manifestaciones obreras que condujeron a la conquista de la jornada de ocho horas laborales. En 1923 dirige la Universidad Popular González Prada en Arequipa. Para 1927, Meneses sufre su primera deportación a manos de la dictadura de Leguía, quien lo destierra a Bolivia, donde funda la célula aprista de La Paz.
En 1929, en medio del debate suscitado en torno a la postura que debía adoptar el frente popular en el Perú, Meneses viaja a Alemania a entrevistarse con los exiliados apristas del Viejo Continente y lleva un mensaje de respaldo a las tesis ideológicas de Haya de la Torre. Vuelve al Perú en 1930 donde sufre su periodo más largo de prisión: 17 meses ininterrumpidos. Gracias a la amnistía política de Benavides, sale libre en 1933, pero es exiliado de nuevo en 1937 y sólo reingresa al Perú en 1945, para hacerse responsable de la campaña electoral del Frente Democrático Nacional en Puno, de donde resulta electo diputado.
Su labor parlamentaria fue igualmente tenaz; Meneses logró la aprobación de cientos de leyes y decretos en beneficio de los más pobres. Fue así que consigue la expropiación de la hacienda puneña Vilurcuni, en favor de sus colonos; obtiene un fondo de compensación económico para los desempleados de la región y gestiona becas de estudios para los niños con menos recursos.
La dictadura de Odría representó la hora más difícil no solo en la vida de Meneses, sino en la de su familia. Cuentan sus descendientes que encontrándose preso en el panóptico de Lima, su esposa llevaba a sus hijos al piso más alto del Edificio Rímac –frente al penal– para que pudiesen ver al padre cautivo, quien, desde su celda, los saludaba reflejando el sol en un pequeño espejo.
En 1962, Meneses se retiró prematuramente de la vida política. Siendo responsable de la Secretaría Nacional de Campesinado del PAP, su denuncia de la matanza de 7 peones en la hacienda Pomalca no fue publicada en los medios de difusión apristas y por ello se alejó de la institución. Sin embargo, lo hizo de manera austera y disciplinada, como fue su línea política durante toda su trayectoria.
Al revisar la biografía de Rómulo Meneses, me he preguntado qué tanto el llamado fin de las ideologías de 1990 nos ha negado más políticos como éste que, equivocados o no, estaban dispuestos a sacrificarlo todo en defensa de sus ideales. Hoy, cuando la sociedad de consumo ha convertido hasta a la ilusión en medio de cambio, estos entrañables personajes nos parecen más bien lejanos e irrepetibles, como héroes de novelas románticas. Pero me he preguntado, también, si acaso las nuevas generaciones no estarán incubando sus propias metas e ideales y si será posible que, más temprano que tarde, nos sorprendan llenando de nuevo al mundo de principios, valores y contenidos.
Respecto del APRA, no cabe duda que fue el partido político más moderno y organizado del siglo XX y es por eso que debería perseguir el objetivo de serlo también en el siglo XXI. Para ello, el primer paso es su urgente relevo generacional, que resultará auténtico solo si sus próximas autoridades resultan elegidas en comicios universales de la militancia, organizados por la ONPE.
Entonces podrán trazarse los nuevos objetivos y adaptarse la ideología fundacional a los requerimientos del tiempo presente.
Siendo el APRA el partido más antiguo del Perú, es su deber encabezar el proceso de institucionalización y modernización de la pantagruelesca y caudillista partidocracia peruana, y con ella, de nuestro sistema político en su conjunto.
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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/columnistas/historia-presente-daniel-parodi/romulo-meneses-y-la-fundacion-del-apra-23-09-2011
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Espacio virtual creado realmente por Nicanor Domínguez. Dedicado a la historia del Sur-Andino peruano-boliviano.
lunes, 6 de febrero de 2012
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