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jueves, 23 de febrero de 2012

BICENTENAR​IO de la Guerra de Independen​cia (española) 1808-1814

Entrevista: Ronald Fraser [1930-2012]

"La guerrilla española contra Napoleón fue una revolución"

La guerra de la Independencia (1808-1814) marca la primera mitad del siglo XIX español. A pesar de ello, es un conflicto poco estudiado y plagado de mitos que no responden a la realidad histórica. Con un empeño por contar la Historia desde abajo, desde el pueblo, Ronald Fraser ha repasado 50.000 documentos durante seis años para escribir La maldita guerra de España [Barcelona: Critica, 2006].

Por MIGUEL ÁNGEL VILLENA

El País, Madrid, sábado, 21 de octubre de 2006

Escribir la Historia desde abajo, desde los testimonios de aquellos que sufren las guerras y no desde las declaraciones de los que planifican las batallas en un palacio, figura como el objetivo básico del trabajo del historiador Ronald Fraser. Nacido en Hamburgo en 1930 y formado en Inglaterra y en Estados Unidos, Fraser se dio a conocer a los lectores españoles con Recuérdalo tú, recuérdalo a otros [1979], una historia oral de la Guerra Civil. Con el mismo método [¿sic?] y la misma intención acaba de publicar La maldita guerra de España (Crítica [2006]), subtitulada Historia social de la guerra de la Independencia. Con un aire apacible y profesoral, explicó en la sede de su editorial en Madrid las claves de aquel conflicto.

PREGUNTA. ¿Fue una paradoja que muchos españoles ilustrados apoyaran a Napoleón y la invasión francesa?

RESPUESTA. Sí, es cierto que representó una paradoja. Ahora bien, prevaleció la actitud de la mayoría de la población que tenía un sentido colectivo de ser españoles, basado en la fe católica común y en la Monarquía. Esa mayoría social se indignó por el hecho de que un aliado, como Francia, ocupara militarmente España.

P. ¿La lucha contra los franceses aglutinó a todos los sectores sociales? ¿Fue unánime?

R. La resistencia fue bastante generalizada, aunque cada grupo social tenía intereses distintos. El pueblo llano defendía a su familia, sus tierras comunales, sus aldeas... Entretanto, los ricos luchaban por mantener sus riquezas y sus privilegios y la Iglesia se negaba, en general, a sufragar la lucha con el dinero que tenía. En definitiva, esa unión sagrada contra la invasión francesa es un mito que se alimentó después para crear la idea de una nación española.

P. Aunque existían algunos precedentes de guerrillas, esta forma de combatir alcanzó su mayor expansión con la guerra de la Independencia.

R. Es cierto que no es un invento propiamente español, pero nunca se había utilizado esa táctica en territorios tan amplios y con tantos guerrilleros implicados. El surgimiento de la guerrilla en 1808 responde a la invasión de las tropas napoleónicas, claro está, y también al fracaso del Ejército regular español, que estaba mandado por aristócratas. En algunas regiones, como Galicia y Cataluña, la guerrilla se limita a defender su territorio de la ocupación extranjera. Pero en el resto de España las guerrillas son grupos muy móviles, que se concentran en desgastar al enemigo y en capturar armas y víveres. Las partidas más numerosas, con más de un millar de guerrilleros, se formaron en toda la franja norte de España porque en su mayor parte estos patriotas eran trabajadores agrícolas o labradores, entendido este término como agricultores con dominio útil. Este modo de combatir resultó muy eficaz y permitió una resistencia tenaz. En realidad, la lucha guerrillera y el apoyo de Inglaterra a España hicieron posible derrotar a las tropas francesas.

P. ¿Cómo fueron las relaciones entre el Ejército regular y la guerrilla?

R. Con algunas excepciones, el Ejército se mantuvo fiel a los métodos antiguos y observó a la guerrilla como una intromisión de los civiles en la vida militar. Hay que tener en cuenta que la aparición de la guerrilla significó una ruptura con el Antiguo Régimen absolutista. Es más, todos los gobiernos que se suceden entre 1808 y 1814, las juntas supremas, intentan controlar a las guerrillas y ponerlas bajo el mando del Ejército. La guerrilla contra Napoleón supuso una revolución desde abajo, desde el pueblo, que los gobiernos no estaban dispuestos a tolerar.

P. ¿Cuál era la ideología dominante en la guerrilla?

R. Resulta difícil definir la ideología guerrillera durante los años de guerra, más allá de la voluntad común de expulsar a las tropas napoleónicas. No obstante, durante el trienio liberal, entre 1820 y 1823, el número de guerrilleros que respaldaron a los realistas doblaba a los partidarios de la Constitución de Cádiz. De algún modo, podemos afirmar que la guerrilla fue la cristalización de una lucha popular que deseaba la continuidad de la Monarquía borbónica, pero con reformas.

P. La resistencia estaba tan empeñada en expulsar a los franceses como Napoleón en ganar la guerra a toda costa, una guerra que le perdió, según confesó en su destierro.

R. En los otros países ocupados por Napoleón, salvo revueltas aisladas, las élites y el pueblo llano aceptaron las reformas. Pero Napoleón no tuvo en cuenta la identidad colectiva de los españoles y al emperador le pudo el orgullo de dominar España como si se tratase de un país satélite de Francia. Napoleón se encontró en un callejón sin salida porque si abandonaba España, dejaba el país abierto para los ingleses, sus principales enemigos. Además, cometió errores graves como intentar segregar la España situada al norte del río Ebro y gobernarla desde París, una posibilidad que indignó a los patriotas españoles.

P. ¿Cómo ha recopilado toda la ingente documentación para escribir el libro?

R. He trabajado durante seis años en esta obra y habré repasado unos 50.000 documentos en una labor similar a la de un arqueólogo que va uniendo piezas porque escasean las descripciones generales del pueblo llano en una época donde el 85% de la población era analfabeta. Mis ayudantes y yo hemos investigado en archivos nacionales, regionales y locales tanto en España como en Francia y en el Reino Unido.

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* Tomado de: http://elpais.com/diario/2006/10/21/babelia/1161386228_850215.html

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Reportaje: Bicentenario del Dos de Mayo

1808: nacen las dos Españas

Los ensayos sobre la Guerra de la Independencia resaltan la división del país

"En las partidas de guerrilleros había todo tipo de gente", explica Artola

MIGUEL ÁNGEL VILLENA

El País, Madrid, 2 FEB 2008

Algunos ilustrados, como Goya o Jovellanos, sufrieron en sus carnes y en sus almas el desgarro entre su simpatía por las ideas reformadoras de los franceses y su condena por los abusos de esos mismos ocupantes. Un baile de coronas (Carlos IV, Fernando VII y José I) en medio de una guerra en la que resultó decisiva la intervención de Inglaterra. En una palabra, un conflicto muy alejado de esquematismos y que es abordado por novelas y ensayos que han aparecido recientemente en las librerías o que lo harán durante los próximos meses, junto a exposiciones y debates.

Ronald Fraser [1930-2012], historiador nacido en Hamburgo en 1930 y formado en Inglaterra y en Estados Unidos, un gran especialista en la España contemporánea, resume así las claves del debate. "Lo más importante", explica, "es deshacer los mitos de aquella guerra, esa supuesta espontaneidad de los levantamientos populares del 2 de mayo de 1808, cuando en realidad fueron grupos de partidarios de Fernando VII los que instigaron las revueltas. Desde el comienzo de la ocupación, los viejos ilustrados eligen la modernización que representaban los franceses, frente a los fernandistas, que eran más bien reaccionarios. Bien es cierto que los dos bandos confluyen en algunas cosas cuando se discute la Constitución de Cádiz en 1812".

A juicio del profesor que más ha estudiado la historia social de aquella guerra, "el mito de una reacción unánime contra Napoleón fue alimentado por los liberales a lo largo del siglo XIX para crear el concepto de una nación española". Fraser sonríe cuando reconoce que una de las grandes paradojas de la Guerra de la Independencia y de las Cortes liberales gaditanas fue el posterior regreso al absolutismo que encabezó Fernando VII. A partir de un cierto momento, según Fraser, se extiende el rechazo popular a la invasión napoleónica y a la imposición de su hermano José Bonaparte como rey. "No obstante, las clases dirigentes se debaten entre la condena de la invasión, el apoyo a las ideas ilustradas y la desconfianza ante una plebe incontrolada. Para muchos españoles, tomar partido en aquella contienda fue un grave dilema moral".

El profesor Javier Fernández Sebastián, otro experto en la época, también coincide en que el liberalismo, muy distinto y más endeble que el francés o el inglés de la época, creó el mito de la nación española. "Además", afirma, "hay que reseñar que las ideas de patria o de independencia tenían un significado muy distinto del que podemos interpretar hoy, y en el análisis histórico siempre resulta fundamental ponerse en el lugar de los agentes sociales de cada momento. No podemos alinearnos con liberales, absolutistas o afrancesados desde actitudes actuales y cada vez más la historia apunta a buscar la razón de cada cual".

Después de manifestar que la Constitución de Cádiz, que se elaboró en mitad de la guerra y en plena efervescencia liberal, fue demasiado avanzada para la época, Fernández Sebastián subraya que esa revolución que alumbró el conflicto contra el francés se extendió a la América española, cuyos países empezaron a proclamar sus independencias de la Corona española en aquel periodo. "José I nunca fue reconocido como rey en la América hispana", subraya este catedrático de Historia del Pensamiento Político en la Universidad del País Vasco.

Aunque en el imaginario popular de algunos españoles y en lemas patrióticos de la política de hoy se olvida la participación extranjera en la Guerra de la Independencia, el papel de Inglaterra fue crucial en el desenlace de aquella contienda. Así lo ponen de relieve todos los especialistas, que, en mayor o menor grado, destacan que el hostigamiento de la guerrilla, el desplazamiento de tropas de Napoleón al frente ruso y el apoyo del Ejército inglés de Wellington a los españoles fueron los tres factores básicos para explicar la primera derrota seria del hasta entonces todopoderoso emperador francés.

Miguel Artola, uno de los historiadores más respetados y premiados de España, ha sido uno de los que más han investigado los aspectos militares de aquella guerra. Desde ese conocimiento, Artola relata que en 1808 la desproporción en favor de la milicia francesa en perjuicio de la española era abrumadora. "Napoleón", comenta el profesor, "había introducido novedades organizativas y mejoras en el armamento que convertían a su Ejército en muy poderoso. Francia puso en marcha, por ejemplo, la división como una parte del Ejército que integraba a todas las armas, es decir, infantería, caballería y artillería, y que permitía una gran movilidad de tropas. Aparte de esto, no conviene olvidar que el soldado francés de la Revolución y, luego, del Imperio estaba muy motivado desde el punto de vista ideológico. Además, cualquier soldado podía llegar a ser mariscal porque estaba integrado en un Ejército popular, no en una milicia profesional".

Otro de los mitos de la Guerra de la Independencia pasa por atribuir un hilo conductor, unos rasgos comunes, a todos los movimientos guerrilleros que surgieron contra el francés cuando se disolvió parte del Ejército regular español, mandado por oficiales que procedían de la nobleza. Lo bien cierto es que la guerrilla -que inventó una forma de hacer la guerra y acuñó una palabra que se utiliza en castellano en todo el mundo- estaba integrada por desertores cercanos al bandidaje, por campesinos o curas absolutistas o por artesanos liberales. "Había de todo", resume Artola, "en las partidas de guerrilleros, que jugaron un papel esencial al privar a los franceses del dominio del territorio. En ocasiones colaboraron con los restos del Ejército y en otras actuaron por su cuenta". Una multitud de situaciones, reflejo, en fin, de la conocida también como guerra del francés.

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* Tomado de: http://elpais.com/diario/2008/02/02/cultura/1201906801_850215.html

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Bicentenario del Dos de Mayo

Avalancha editorial para comprender un conflicto

Novedades y reediciones abarcan títulos para todos los públicos

M. Á. V.

El País, Madrid 2 FEB 2008

Narraciones clásicas y novelas recién aparecidas, historias de síntesis, estudios eruditos, antologías de artículos y ensayos divulgativos. Algunos libros ponen más el acento en los aspectos militares, otros en las peripecias políticas o en los testimonios de los protagonistas. En definitiva, que la avalancha editorial sobre el Dos de Mayo de 1808 y la Guerra de la Independencia no ha hecho más que empezar en una oferta que se reforzará a partir de la primavera. No obstante, los títulos que ya ocupan las estanterías de las librerías pueden satisfacer a todos los públicos.

La corte de Carlos IV. El 19 de marzo y el 2 de mayo, de Benito Pérez Galdós [1843-1920], ha sido lectura de generaciones y generaciones de españoles y Alianza reedita ahora en bolsillo esta obra de uno de los mejores novelistas del XIX. De un clásico obligado a un novelista de éxito, Arturo Pérez-Reverte ha publicado Un día de cólera (Alfaguara), donde recrea los avatares de aquella fecha tan simbólica en la memoria colectiva. Tampoco escapan a la narrativa batallas decisivas del conflicto como El cántaro roto. Bailén 1808, de Andrés Cárdenas, publicada por Ediciones Miguel Sánchez.

Con el foco puesto en documentos y testimonios de la época, Ronald Fraser ha publicado La maldita guerra de España (Crítica [2006]), donde el autor aplica el método [¿sic?] que ya utilizara en la Guerra Civil con la obra Recuérdalo tú y recuérdalo a otros [1979]. Con una atención preferente a la contienda militar entre 1808 y 1814, Miguel Artola, que ya publicara La España de Fernando VII, presenta La Guerra de la Independencia (Espasa). Otros ensayistas que cuentan con títulos son José Antonio Vaca de Osma con La Guerra de la Independencia, también en Espasa, y Emilio de Diego, con España, el infierno de Napoleón (La Esfera de los Libros). Un libro ya clásico de referencia es La Guerra de la Independencia. Una nueva historia (Crítica [2003]), de Charles Esdaile.

Para un público universitario y más interesado en un debate a fondo sobre la época, la Casa de Velázquez en Madrid ha editado Sombras de mayo. Mitos y memorias de la Guerra de la Independencia (1808-1908), donde colaboran especialistas como Javier Fernández Sebastián, Emilio La Parra, Juan López Tabar, Jean-René Aymes o Marie-Danielle Démélas.

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* Tomado de: http://elpais.com/diario/2008/02/02/cultura/1201906802_850215.html

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