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lunes, 7 de mayo de 2012

Historiografía española: Pierre Vilar (1906-2003)

Necrológica:

Pierre Vilar, hispanista catalanizante

El País, Madrid, viernes 15 de agosto de 2003

En su librito acerca de la Guerra Civil española, Pierre Vilar explica cómo recibió la noticia del estallido. Visitaba al también hispanófilo Maurice Legendre, de ideario muy conservador, quien le transmitió su creencia en una pronta victoria de los sublevados. "Es cosa de tres días", concretó. Pero una sirviente extremeña se lo rebatió con decisión y demostró tener mejor olfato para el futuro que el resto de los interlocutores. Aquellos tres años (que no tres días) fueron decisivos para un científico que ha marcado con un sello indeleble, desde los años sesenta, la historiografía española.

Nacido en 1906, Vilar ha sido, como Hobsbawm, un protagonista del siglo aparte de contribuir a conocerlo y explicarlo. Hijo de maestros procedentes del mundo rural galo, cuando estalló la I Guerra Mundial apenas tenía ocho años, pero en su juventud ya vivió las grandes controversias acerca del pacifismo y fue entonces cuando, como tantos otros, se sintió atraído por "el gran resplandor" procedente del este, la revolución rusa. Su cercanía al comunismo quedó ratificada en los años treinta. Nunca abandonó la referencia marxista, pero para él, porque era un excelente historiador, no significó ningún escolasticismo.

Resulta muy curioso el hecho de que su primer contacto con Marx naciera de la condición de éste como narrador del pasado español. Pero antes que descubrirle a él y que descubrir a España, Vilar había tenido la revelación de Cataluña. En realidad, su primera dedicación no fue la historia, sino la geografía; ésta, sin embargo, como en los grandes maestros de Annales (Febvre, Braudel...), estaba muy relacionada con el ansia de llegar a una explicación total del pasado en sus aspectos físicos o materiales y en los humanos o culturales. En París se había formado en la École Normale codo a codo con una generación de la que formaban parte Sartre, Nizan y Aron. Como toda ella, vivió la aventura intelectual como un compromiso. Pero el suyo fue inesperado: en 1927 visitó Cataluña y percibió con asombro el hecho extraño de una identidad que se decía nacional, pero que al mismo tiempo no era incompatible con la española. En los años treinta, en Madrid, desde la Casa de Velázquez, descubrió otro gran motor del mundo contemporáneo, la lucha de clases. En Pensar históricamente, bello título para una autobiografía que sabe a poco, repasa una inacabable lista de protagonistas de la vida española a los que conoció, desde Unamuno a Pestaña.

Prisionero de los alemanes tras la derrota de 1940, como Braudel o Bloch, Vilar reanudó su vida profesional en la posguerra. Su gran libro acerca de Cataluña en la España moderna apareció a principios de los años sesenta. Tenía la ambición, como El Mediterráneo de Braudel, de conseguir una explicación global, pero no tuvo tanta repercusión en la historiografía del vecino país. En cambio, fue enorme la que alcanzó en España y, sobre todo, en Cataluña. Lo que en sus gruesos volúmenes se transparentaba, tras el uso exhaustivo de bibliotecas y archivos, era el esfuerzo de sucesivas generaciones por construir una realidad industrial y promover una identidad colectiva. Los historiadores catalanes vieron en Vilar un punto de referencia obligado: no puede extrañar que la Historia editada por Edicions 62 con ocasión del Milenario de Cataluña fuera dirigida, sin disputa y con dedicación perceptible en los prólogos sucesivos, por él.

Gran profesional, Vilar fue también, como queda dicho, historiador comprometido. En los setenta tuvieron gran éxito breves libros suyos (Historia de España o el citado sobre la Guerra Civil), discutibles entonces y destinados a desaparecer luego como punto de referencia. Pero su caso testimonia que un historiador, cualesquiera que sean sus ideas, se debe arriesgar a la comparación o incluso a sacar enseñanzas para el presente y el futuro. Recuérdese aquel paralelismo suyo entre la crisis del XVII y 1929, expresado en la literatura del Quijote y Chaplin, respectivamente. Hoy conviene tener en cuenta en relación con el problema de la pluralidad de identidades, que dejó escrito que, por su pasado y su presente, España podía ser capaz de ofrecer una solución a un problema acuciante en todo el mundo.

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* Tomado de: http://elpais.com/diario/2003/08/15/revistaverano/1060898438_850215.html

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Necrológica:

Pierre Vilar, historiador y maestro de historiadores

CARLOS MARTÍNEZ SHAW

El País, Madrid, 15 AGO 2003

La muerte, no por anunciada, deja de ser triste. Pierre Vilar nos ha dejado cuando ya había cumplido los 97 años, pero este hecho no nos consuela de la pérdida del maestro, del historiador, de la persona atenta y cariñosa que nos dio constantes elecciones de ciencia, de compromiso ideológico y humanidad.

Los curiosos que quieran tener una reseña de su vida pueden acudir, mejor que a ningún otro lugar, al volumen de memorias que publicó (primero en catalán y después en castellano) bajo el título de Pensar històricament. Reflexions i records. Allí el gran historiador francés nos señalaba los hitos principales de su toma de posición política y profesional, desde sus años en la École Normale durante los cuales convive nada menos que con Jean-Paul Sartre, Paul Nizan, Raymond Aron, Maurice Merlau-Ponty y Simone Weil, pero de los que recuerda sobre todo las escapadas al cineclub Studio 28 de Montmartre para ver películas de Renée Clair, Mournau y Luis Buñuel.

Su vocación se define al contacto de la geografía humana y de la historia total, tal como la estaban definiendo Lucien Febvre y Marc Bloch. Tras elegir como tema de investigación la geografía económica de la Cataluña industrial, llegan a partir de 1927 los años barceloneses, en los que pronto habrá de enfrentarse al drama de la construcción y posterior destrucción de la República española. Son también los años en que se enamora de Gabriela Berrogain, Gaby, la madre de su único hijo, Jean, también un ilustre hispanista, son los años en que toma otras decisiones importantes, como la de renunciar a una posible militancia en el Partido Comunista francés -al que le empujaba su ideología- para dedicarse a la familia y a la historia, una doble exigencia que juzgaba incompatible, si no con el compromiso, sí con el activismo político. Y son los años en que se aviva su amor por España, tras su primer contacto, cuando tras la visión desde el tren de las murallas de Ávila y El Escorial exclama: "Un gran paisaje, una gran historia".

Los felices años barceloneses tocan a su fin en 1936 con el estallido de la Guerra Civil, que van a obligarle a abandonar España, dando lugar a su activa colaboración con el Comité Cervantes de ayuda a los intelectuales republicanos. Además es el preludio a la II Guerra Mundial, que le supondrá una dramática experiencia como oficial del Ejército francés y como prisionero de guerra en campos de concentración de Alemania, Polonia y Austria. Sin embargo si, por un lado, es capaz de escribir su Historia de España durante su cautiverio, por otro no se deja llevar por el resentimiento, sino que expresa su dolor por "la Alemania de las catedrales y los Meistersingers" que los aliados están destruyendo calculadamente en el momento de la victoria.

Llegan ahora los tiempos de la cosecha intelectual. En 1962 se publica su obra magna, La Catalogne dans l'Espagne moderne, una investigación modélica. Y después, toda una serie de trabajos esenciales para el conocimiento de los tiempos modernos y para el progreso de la teoría de la historia, donde se dan cita las dos caudalosas fuentes de su quehacer historiográfico. La Escuela de los Annales y el materialismo histórico, felizmente maridados en su concepto de la "historia integradora", una de las líneas más fecundas de la ciencia histórica actual.

A partir de los años sesenta, Pierre Vilar desempeñó su magisterio desde su cátedra de la Sorbona. Sin embargo, siempre se mantuvo fiel a Cataluña, el hogar de su juventud, adonde regresó una y otra vez para impartir seminarios, para presidir congresos y para dispensar a varias generaciones de historiadores los beneficios de su sabiduría. Y cuando volvía a París, todos podían seguir aprendiendo con sólo visitarle y gozar de su hospitalidad en su precioso apartamento frente al Sena, en el Quai de la Rapée. El maestro recibió en España casi todos los reconocimientos posibles: fue investido como doctor honoris causa, le fue adjudicado el Premio Elio Antonio de Nebrija de la Universidad de Salamanca, un centro de investigación llevó su nombre en Barcelona... Y, sin embargo, siempre seguiremos en deuda con uno de los mayores historiadores y uno de los mejores hispanistas del siglo XX, que fue además le maître à tous, maestro de todos en historia, en compromiso personal y en humanidad.

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* Tomado de: http://elpais.com/diario/2003/08/15/revistaverano/1060898437_850215.html

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Mi Pierre Vilar

Por Joan B. Culla i Clarà

El País, Madrid, 15 AGO 2003

Autoridades tiene la profesión que, en las próximas semanas, sabrán analizar y valorar con calma lo que el magisterio de Pierre Vilar ha significado para la historiografía catalana de la segunda mitad del siglo XX, las influencias que ha ejercido en el ámbito metodológico, en el temático... e incluso en el político, abarcando éstas últimas un abanico que va desde el PSUC hasta Jordi Pujol. Por mi parte, y en una reacción inmediata a la tardía noticia de su fallecimiento -no por previsible menos triste-, sólo me atrevo a esbozar una evocación personal, a hacer memoria de algunos momentos vividos cerca del afable y sabio patriarca de la ciencia histórica que acaba de dejarnos tras casi una centuria de labor.

Le conocí en 1975, cuando el Colegio de Aparejadores -creo- le invitó a dar una conferencia en Barcelona; buscaron a alguien de su ramo para atenderle, y a través de un amigo de un conocido de una amiga me reclutaron a mí. Para un estudiante de último curso de historia contemporánea fue lo mismo que para un creyente ser recibido en audiencia privada por... Dios. El maestro -a quien todavía acompañaba su enérgica esposa vascofrancesa- se mostró tan cordial y asequible que nos atrevimos a atracarle y, además de la conferencia programada -multitudinaria, en el CIC de la Via Augusta-, accedió a pronunciar gratis et amore otra, tumultuosa y vibrante, en un Paraninfo lleno a rebosar de universitarios entregados.

Años después, a principios de la década de 1980, Vilar estaba de nuevo entre nosotros, investigando en la Casa de l'Ardiaca, y Lluís Bassets -entonces director del semanario El Món- me propuso hacerle una entrevista. Disfruté de su agudeza y de su conversación infatigable durante toda una lluviosa mañana de sábado, hablando de historia, pero también de la más estricta actualidad; tres días después, en el despacho que usufructuaba dentro de una de las torres de la muralla romana, frente a su alojamiento del hotel Colón, revisó el texto y lo dio por bueno. Así era en todo, consigo mismo y con los demás: serio, riguroso, escrupuloso en el uso de las palabras y los conceptos. En cuanto a la entrevista, por ahí anda, en las hemerotecas.

Un poco más adelante, dentro de aquella misma década, Pierre Vilar aceptó de Presses Universitaires de France el encargo de escribir lo que fue uno de sus mayores best sellers, el librito sobre la guerra civil española publicado aquí en 1986, y se instaló de nuevo en Barcelona, en el hotel Colón y en Ca l'Ardiaca, donde coincidíamos y charlábamos, y donde me pidió que le gestionase una entrevista con Josep Tarradellas para explorar la posibilidad de efectuar una incursión en el archivo de éste en Poblet. El día convenido, y después de almorzar mano a mano en el restaurante Set Portes -al gran historiador le agradaba comer y beber decorosamente-, un taxi nos llevó hasta la residencia del presidente jubilado. Durante las dos horas siguientes fui el único testigo, mudo y fascinado, de un espectáculo extraordinario, irrepetible, del diálogo apasionante entre los que se me antojaron dos gigantes, dos monstruos -de la política uno, de la historiografía el otro-, los últimos supervivientes de una especie ya extinguida. La conversación -en francés- estaba teñida de una cortesía antigua, punteada de "monsieur le Président" y de "docteur Vilar", y discurrió entre el pasado y el presente, entre recuerdos comunes sobre el París de los años sesenta y observaciones punzantes, aunque educadas, sobre la política francesa y catalana del momento. Me parece que Vilar no fue nunca al archivo de Poblet, pero yo no me he perdonado jamás no haber tenido, esa tarde, un magnetófono.

Hubo, desde luego, otros encuentros -así, los que moderaba la bonhomía de Josep Maria Castellet para establecer las grandes líneas de la Història de Catalunya que, con la autoridad de Vilar en el frontis, Edicions 62 publicó entre 1987 y 1990-, y un sinfín de anécdotas. Cuando algún profano, para explicarse la pasión de toda su vida por este país, le preguntaba si era de origen catalán -catalán del norte, se entiende-, el ilustre historiador contestaba que no, pero por poco; ¿acaso no había sido el señorío de Montpellier, su tierra natal, parte del patrimonio del rey Jaime I? O esa respuesta que dio a un grupo de universitarios franceses venidos a interrogarle sobre la realidad catalana: ¿Cree usted que Cataluña es una nación? "No, no lo creo. Lo sé. Creerlo sería una cuestión de fe, irracional. Saberlo es el fruto del estudio científico de una realidad histórica, social, económica...".

Descansi en pau, doctor Vilar. Y muchas gracias por todo.

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* Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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* Tomado de: http://elpais.com/diario/2003/08/15/catalunya/1060909640_850215.html

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Josep Fontana reivindica el carácter pionero de la obra de Vilar

Por ISRAEL PUNZANO

El País, Barcelona, 11 SEP 2004

"Hoy querría destacar la manera en que el trabajo de investigación y de interpretación de Pierre Vilar nos ha ayudado a repensar globalmente la imagen de nuestro pasado, que es tanto como decir repensarnos globalmente como pueblo", sostuvo el catedrático emérito de la Universidad Pompeu Fabra Josep Fontana durante la lectura, ayer, de la tradicional conferencia con motivo de la Diada de Cataluña en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona. El acto conmemorativo clausuraba además el homenaje que el consistorio barcelonés ha dedicado al autor de Catalunya dins l'Espanya moderna.

Fontana se refirió a Vilar como uno de los intelectuales que abrieron nuevas vías de pensamiento a los historiadores catalanes. "En mi época de estudiante, la historia de Cataluña era todavía la de los gloriosos tiempos medievales. Vicens Vives empezaba a tener consciencia de la necesidad de estudiar la era contemporánea. En la visión tradicional había un pasado esplendoroso y luego una larga decadencia".

Evolución natural

Los estudios del historiador francés avanzaron, sin embargo, una tesis diferente: "Hoy estamos construyendo una nueva visión que rehúye la idea de dos historias de Cataluña separadas por el corte de 1714, para proponer una interpretación que sostiene que entre la Cataluña de antes y la de después de 1714 no hay ruptura, sino una evolución natural", explicó el conferenciante.

Fontana defendió que la derrota de los catalanes frente a las tropas de Felipe V, aunque no impidió el crecimiento económico, hizo imposible "una España más equilibrada y solidaria".

En su argumentación, el catedrático recordó las aportaciones del desaparecido Ernest Lluch, quien reivindicaba la actualidad del proyecto político de los vencidos en la guerra de Sucesión, que oponían un modelo de signo representativo y moderno -similar al que existía en Inglaterra y Holanda-, al absolutismo triunfante. En referencia al progreso económico catalán iniciado en el siglo XVIII, añadió: "Los orígenes de nuestro crecimiento se encuentran en el trabajo de los hombres y de las mujeres de la sociedad civil y tiene unos protagonistas que no aparecen en los libros de historia: comerciantes, tenderos, fabricantes, marineros y campesinos. Fueron ellos, y no los monarcas y los ministros, los que crearon con su esfuerzo la Cataluña contemporánea".

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* Tomado de: http://elpais.com/diario/2004/09/11/catalunya/1094864849_850215.html

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