Espacio virtual creado realmente por Nicanor Domínguez. Dedicado a la historia del Sur-Andino peruano-boliviano.

domingo, 1 de abril de 2007

Uso y Abuso de la Historia: La Bandera del Tahuantinsuyo


(Diseño tomado de QuechuaNetwork.Org)

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La actual "bandera del Tawantinsuyo", ¿se inspiró en el Altiplano del Collao?

El historiador marxista británico Eric Hobsbawm propuso en 1984 analizar críticamente las celebraciones públicas de carácter histórico que pretenden ligar directa e ininterrumpidamente el presente en el que se realizan con el pasado que conmemoran. Aunque se inspiren en costumbres y relatos antiguos, casi siempre se pueden rastrear cambios y modificaciones efectuados por sucesivas generaciones de “custodios de la memoria”. Hobsbawm llamó a este proceso de re-elaboración del pasado, generalmente “puesto al día” para servir las necesidades del presente, “invención de la tradición”. Noción a primera vista contradictoria (¿cómo puede honestamente quererse inventar hoy algo nuevo que pretende ser antiguo y permanente?), es sin embargo una herramienta de análisis muy importante para entender cómo el estado, las élites y los grupos sociales por igual entienden y se apropian selectivamente de la historia para sustentar el día de hoy sus propias identidades.

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En el Perú el pasado Inca ha sido re-creado y re-inventado numerosas veces después de la Invasión y Conquista española del siglo XVI. En la propia época colonial, los descendientes de la nobleza Inca cuzqueña buscaron mantener algunos de sus privilegios aristocráticos transformándose en fervientes cristianos defensores de su rey, combinando símbolos pre-hispánicos con símbolos europeos. A fines del siglo XVIII el cacique Túpac Amaru reclamó sus orígenes incaicos para movilizar al campesinado surandino en su favor. En los años de la Independencia la imagen del “Sol de los Incas” fue promovida por algunos criollos como símbolo de la nueva república. Por supuesto, ninguno de estos sucesivos desarrollos neo-incaicos tenía mucho que ver en realidad con los Incas anteriores a 1532. Sin embargo, todos estos desarrollos sirvieron en su momento para apropiarse del prestigio que el Imperio de los Incas ha mantenido desde que Pizarro emboscó a Atahualpa en Cajamarca.

A inicios del siglo XX intelectuales de clase media en Lima y provincias desarrollaron un movimiento intelectual en favor de la población indígena rural, la amplia mayoría de los peruanos entonces, destinado a influir en las políticas del gobierno peruano por varias décadas. Éste complejo y diverso movimiento de ideas y acciones, que influyó en la literatura, el arte, el interés por la historia y la investigación arqueológica, es llamado en su conjunto “Indigenismo”. Una de sus principales característricas es haber sido externo a la vida de las comunidades campesinas indígenas por las que abogaba. Otra, su admiración e idealización del pasado incaico.

El Cuzco, como antigua capital de los Incas y sede de una universidad local, se convirtió en uno de los principales centros del Indigenismo peruano. Allí, en 1944, las autoridades y las élites revivieron la festividad del Inti Raymi, basados en las breves e incompletas descripciones que cronistas españoles de los siglos XVI y XVII habían dejado escritas sobre las ceremonias religiosas de los Incas. Inspirados parcialmente en danzas campesinas a las que despojaron de sus aspectos mas europeos, los indigenistas cuzqueños inventaron una nueva tradición que pretendía recrear fielmente un ceremonial que nadie había visto realizarse en casi 400 años. Hoy, el 24 de junio es el “día del Qosqo” (feriado no laborable), y cuenta con la masiva participación de la población local y de los numerosísimos visitantes que asisten a esta festividad neo-incaica.

En el Cuzco de 1973, celebrando los 25 años de su emisora “Radio Tawantinuyo” (que promocionaba musica folklórica andina y altiplánica), Raúl Montesinos Espejo elaboró una bandera con los colores del arcoiris, que presentó como la bandera de los Incas. En 1978, a propuesta del concejal Mario Cutimbo Hinojosa, la Municipalidad del Cuzco adoptó ese diseño como “la bandera del Cusco”. ¿De dónde salió la idea? Principalmente de las breves descripciones que figuran en los Comentarios Reales (1609) del Inca Garcilaso de la Vega [1539-1616]. Además, el difunto historiador Juan José Vega [1932-2003] y la folklorista Alfonsina Barrionuevo, entre otros, han escrito sobre el tema de la “bandera del Tawantinusyo”, basados en varios otros textos de los siglos XVI y XVII, sustentando esta idea y cuestionando el argumento de que las banderas son elementos de la cultural militar europea de la Edad Media traidas por los españoles a los Andes.

El problema es que los testimonios más antiguos, de españoles que vieron directamente a la última generación de reyes y nobles inca cuzqueños (Jerez y Sancho, 1534; Betanzos, 1551; Cieza, 1553; Santo Tomás, 1560), proporcionan descripciones muy vagas respecto de banderas y estandartes en los ejércitos indígenas. Son más bien informes tardíos (Acosta, 1590; Garcilaso, 1609; Murúa, 1613; Pachacuti Yamqui, 1613; Guamán Poma, 1615; Cobo, 1653) los que hablan del arcoiris como un emblema incaico que incluso habría sido representado en trozos de tela a modo de banderas.

¿Por qué es importante esta distinción? Porque entre uno y otro grupo de fuentes históricas se ubica un período decisivo en la historia colonial andina: el gobierno del Virrey Toledo (1569-1581) y el Tercer Concilio de Lima (1583). En esos años se tomaron decisiones fundamentales respecto de cómo promover la evangelización de los indígenas, reasentados en pueblos o “reducciones” bajo el control de corregidores y curas párrocos. Para argumentar la inevitabilidad de la llegada del Catolicismo a los Andes, los evangelizadores se apropiaron de imágenes y símbolos indígenas, que reutilizaron dándoles un contenido cristianizado. Así, existen numerosos ejemplos de representaciones coloniales de símbolos neo-incaicos (sol, arcoiris y serpientes, así como pumas, jaguares y águilas, entre otros) en pinturas sobre lienzo (retratos de miembros de la élite inca cuzqueña colonial) y papel (en documentos probatorios del estatus de nobleza de ésta élite), desde el siglo XVII hasta el XIX, ya en la época republicana.

La bandera adoptada por el municipio cuzqueño en 1978 especificaba: “siete franjas horizontales con siete colores, comenzando por rojo y terminando en violeta, siguiendo el orden cromático del arco iris”. Sin embargo, esta división (rojo, naranja, amarillo, verde, celeste, azul, violeta) corresponde a la evaluación científica de los colores en la descomposición de la luz blanca por medio del prisma, y forma parte de la teoría europea-occidental del color (que se define sólo a mediados del siglo XVIII [al aceptarse plenamente las ideas de Isaac Newton, originalmente desarrolladas en la década de 1660]). Las pinturas coloniales de arcoiris neo-incaicos no incluyen estos siete colores, como tampoco aparecen en las diversas muestras arqueológicas de cerámica prehispánica, Inca o pre-Inca.

En Bolivia, las decadas de 1970 y 80 vieron el desarrollo de un grupo político indigenista y marxista vinculado originalmente a la Universidad de San Andrés de La Paz, formado por intelectuales aimaras del área paceña: los Kataristas (tomando el nombre del líder rebelde de 1780-81, Julián Apaza “Túpac Katari”). En la década de los 90, tras el colapso de la Unión Soviética, el discurso político de los antiguos Kataristas se transformó en un reclamo étnico en favor de las “nacionalidades” aimara, quechua y de los grupos indígenas de las tierras bajas del oriente boliviano. Como símbolo, inventado a mediados de la década de 1980, el movimiento indígena boliviano ha venido utilizando una variante de la “bandera del Twantinusyo” (o “Pusintsuyo”, en lengua aimara). El diseño es ajedrezado (inspirado en la decoración de la cerámica prehispánica Tiwanaku e Inca), con 7 recuadros por lado, formando una bandera cuadrada de 49 recuadros en total. El diseño distribuye los colores del arcoiris diagonalmente. Utilizada masivamente en las movilizaciones indígenas de 1990 y 1992 en Bolivia, esta bandera ha buscado representar el carácter “pluriétnico”, “pluricultural” y “plurilingüístico” que la reforma constitucional boliviana de 1994 reconoció. Este simbolismo ha sido también adoptado por el movimiento indígena ecuatoriano, donde la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE, establecida originalmente en 1986), la tiene como bandera oficial.

Esta segunda bandera neo-inca ajedrezada, inventada por intelectuales aimaras en Bolivia hace unos 20 años, recibe el nombre de “wiphala”. El término se refiere originalmente tanto a un tipo de danza del Altiplano Sur Andino que se baila en época de Carnaval desde Azángaro (Puno) hasta Yamparáes (sur de Bolivia), así como a las banderas blancas utilizadas en ella, que simbolizan la fertilidad y el florecimiento de las chacras. Hay descripciones desde al menos la década de 1950 que presentan estas danzas con el uso de éstas banderas. Son estas danzas altiplánicas las que desde 1948 “Radio Tawantinsuyo” promovía entre sus oyentes cuzqueños (en parte porque Montesinos Espejo había vivido en su juventud en Cochabamba). Por tanto, la inspiración para re-inventar una “bandera del Tawantinsuyo” en el Cuzco parece provenir de las wiphalas utilizadas en las danzas carnavalescas altiplánicas. Estas wiphalas sólo desde los años 80 en adelante tienen el diseño ajedrezado con los 7 colores del arcoiris en ellas.

Para terminar, dejemos en claro que nuestra intención no es querer descalificar los objetivos del movimiento indígena en los países andinos, basados en el respeto a una identidad que es fruto de un largo proceso histórico de resistencia y adaptación selectiva a las imposiciones externas coloniales y neo-coloniales de los últimos 500 años, dado que sus símbolos más visibles no son en realidad “auténticos” sino “tradiciones inventadas” (símbolos inspirados en tradiciones indígenas conservadas parcialmente y sólo mediante su modificación en la época colonial). La lucha por el respeto a la diversidad cultural y la convivencia de todos los ciudadanos de nuestros países es el objetivo último que todos debemos buscar.

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Nota: Agradezco los comentarios de Jean-Jacques Decoster, Alfredo Elejalde, Juan Carlos Estenssoro, Paul Firbas, José Antonio Mazzotti, Zoila Mendoza, Gabriela Ramos, Frank Salomon, Clodoaldo Soto e Imelda Vega-Centeno.

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• Publicado originalmente en: Cabildo Abierto (Puno), núm. 6 (Abril - Mayo 2005), pp. 16-17.

• Ver: http://www.ser.org.pe/index.php?option=com_remository&op=ListarDocumentos&id=4&inicio=0

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Participación Ciudadana (Lima, Congreso de la República)
Boletín No. 59, 23 de junio de 2004

LA BANDERA DEL TAHUANTINSUYO

En las lecciones impartidas en las aulas escolares, en eventos públicos, en manifestaciones políticas e inclusive en ceremonias oficiales aparece la imagen de la bandera con los colores del arco iris como supuesto símbolo del Tahuantinsuyo o Imperio de la Incas. Contrariando esta común creencia, lo único cierto es que el Tahuantinsuyo no tuvo bandera alguna. Así lo confirmó la Academia de la Historia el pasado 4 de mayo de 2003 al declarar que:

"El uso oficial de la mal llamada bandera del Tahuantinsuyo es indebido y equívoco. En el mundo pre-hispánico andino no se vivió el concepto de bandera, que no corresponde a su contexto histórico". (1)

El orígen de la mencionada bandera es tan sólo una invención del siglo XX. Una investigación publicada en el diario El Comercio (2) señala como su autor al ingeniero Raúl Montesinos Espejo, dueño de la radio Tahuantinsuyo, quien en 1973 la utilizó al conmemorar el 25 aniversario de su radioemisora. Luego su uso se fue extendiendo, razón que llevó en 1978 al alcalde del Cuzco, Gilberto Muñiz Caparó, a declararla como emblema de su ciudad.

En realidad, los orígenes de la falsa bandera del Tahuantinsuyo se remontan a las primeras décadas del siglo XX cuando algunos autores, especialmente indigenistas, la mencionan y describen como supuesto emblema del Imperio de los incas. Al haberla asumido Radio Tahuantinsuyo como emblema de la radioemisora, la confusión se extendió y el error se difundió masivamente.

En esta forma se creó en pleno siglo XX la denominada "bandera del Tahuantinsuyo", cuatro siglos después de la desaparición del Tahuantinsuyo o Imperio de los Incas.

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1 El Comercio, Pág. C-20, 4 de mayo de 2003.

2 El Comercio, Pág. A-2, 9 de julio de 2000.

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• Tomado de: www.congreso.gob.pe/participa/documentos/boletin23062004.pdf

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MAL MENOR, Por JAIME BEDOYA

Encuentros con Hombres Notables

Raúl Montesinos, creador de la Bandera del Tawantinsuyo.

LLEGARÁ el día de la Primera Guerra Mundial Gay. Un bosque de banderas del arco iris ensombrecerá el mundo, mientras centenares de miles de amanerados, trascendiendo el pañuelazo, se alzan en rebelión. Envalentonados por la instauración mundial del matrimonio del mismo sexo, surgirán en pos de una lógica reclamación dentro de su legítimo derecho a la normal infelicidad de las mayorías: el divorcio gay.

Una desconcertada humanidad discutirá a viva voz acerca de la correcta manera y el adecuado conducto de encontrar la plenitud vital. Los metrosexuales observarán una estratégica neutralidad. Los heterogays formarán ambiguas alianzas. Y como en toda guerra, habrá víctimas inocentes atrapadas en medio del fuego cruzado y las miradas matadoras. Una airada y confundida ofuscación recorrería el Cusco al verse involuntariamente comprometido en un derramamiento de sangre, además de absurdo, poco viril. Su pueblo, fuente creadora del primigenio pabellón del arco iris tawantinsuyano víctima de descarado plagio, sería equívocamente declarado beligerante por la Confederación Homofóbica.

Dios quiera que esto jamás suceda. Pero de llegar el día, es justo y necesario rendir tributo a don Raúl Montesinos Espejo, primer y único creador de la bandera multicolor del Incanato, policromía fruto de una apasionada veneración por la simbiosis entre naturaleza y cusqueñismo y no alegoría cromática de la atribulada pasión por el par.

En el café Internet Trotamundos de la Plaza de Armas del Cusco, Luis Nieto, escritor cusqueño, atendía con benevolencia el interés de un capitalino del porqué de la bandera del Tawantinsuyo. Su paciencia pronto tornose en honestidad: el tema le parecía bizantino.

La cuestión central, de la cual la bandera era solo parte de su caudal lírico, era el del cusqueñismo. Entiéndase por éste la honorable y muy humana exaltación de los valores milenarios de la eterna capital incaica. Su honestidad brutal a veces la había teñido de rasgos propios de pasatismo, etnocentrismo y xenofobia, peculiaridades telúricas que la hacen aún más difícil de entender por la siempre acomodaticia veleidad limeña, liviana e hipócrita como su garúa.

Nieto, con un pisco con té a medio beber, tenía precavidamente a la mano una fotocopia con su acuciosa investigación (1) sobre el tema, en el cual había detectado hasta tres etapas: a) La polémica entre Luis E. Valcárcel y Uriel García, el primero despotricando de lo criollo (2), el segundo conciliando la mixtura (3). b) La instauración del Día del Cusco en 1944. Su creador, Humberto Vidal Unda, consideraba que la efeméride sería análoga a "la Semana Santa de Sevilla, el Carnaval de Venecia, la Feria de Leipzig" (4). c) La gestión cusqueñista del alcalde Daniel Estrada, representada por su gigantismo monumental honrando a Pachacútec, Alejandro Magno andino y renovador del Imperio.

El cusqueñismo, a su vez, está emparentado con otras corrientes como el serranismo, el andinismo, el indigenismo, y el incanismo, todas tributarias de la grandiosidad de un pasado histórico merecedor de un mejor presente, por no mencionar el incierto futuro. Esta confluencia de sentimientos de orgullo hacia la matriz andina, origen que niegan las elites capitalinas que aún se refieren a la madre patria con acomplejada nostalgia, había producido creaciones miles. Una de ellas era la bandera del Tawantinsuyo. Respetando tanto la localía como la inteligencia del interlocutor no resultaba prudente apelar al tremendismo de qué pasaría con ese estandarte dentro de la hipótesis de la guerra gay. Además el último sorbo de su té con pisco anunciaba que la conversación estaba por expirar. Preguntar por la significación del arco iris es lo más pertinente. -El arco iris, kuichi, es sagrado. Puede indicar un tesoro. Pero si lo señalas, o le muestras los dientes, te hace enfermar.

Afuera el frío no era problema. Pero la concurrencia de juerguerismo y degradación comercial que asolaba la majestad del Cusco un viernes por la noche sugería que alguien había estado señalando el arco iris con malevolencia.


Los Hermanos Ayar de fondo, su bandera por delante. Montesinos [ca.1920-2004] en Osqollo, junio 2003. [Foto Caretas]


Raúl Montesinos Espejo, natural de Canchis y criado en Cochabamba, dejó Bolivia para cumplir el sueño de abrir una radio en su Cusco natal. Radio Rural era el nombre, 1948 el año. En época en que el rock and roll de posguerra empezaba a alborotar las hormonas juveniles, el cusqueñismo de Montesinos lo hizo navegar a contracorriente, haciéndolo apostar por una programación vernacular matizada por todo aquello que remitiera al campo. La osadía le valió a la estación el sardónico sobrenombre de Radio Chichería por aquellos ignorantes de lo que significa ser visionario. A los pocos años de salir al aire rural era un denominativo que le quedaba chico. Su nuevo nombre sería Radio Tawantinsuyo.

Los transistores evolucionados de los años 50 permitieron hacer portátil el disfrute folclórico. A la par, la radio se convirtió en vehículo de mensajes personales que llegaban a aquellos lugares donde ninguna otra comunicación asomaba, estableciendo Radio Tawantinsuyo legendarios servicios de mensajes personales. Es más, hubo denuncias envidiosas que acusaban a la radio de competencia desleal frente a los servicios de correos y telégrafos. Felizmente no prosperaron, y los mensajes continuaron. Los dos más celebrados fueron aquellos por cumpleaños, o los del Día de la Madre, graciosamente gratuitos cada segundo domingo de mayo desde las seis a.m.

Esto propició que el campesino que compraba su receptor pedía le soldasen el dial en Radio Tawantinsuyo. Una copiosa mitología refiere de más de un finado que como última voluntad pidió ser enterrado junto con su radio, debidamente sintonizada en la estación de sus amores, y con pilas frescas con que enfrentar la eternidad.

Llegados los 25 años de Radio Tawantinsuyo, 1978, el cusqueñismo que en Montesinos fluía a borbotones le hizo entender que algo le faltaba al legado inca para coronar la celebración. Una bandera. A diferencia de San Martín, no soñó nada. Ningún cronista hablaba explícitamente de la existencia de un pabellón, aunque tampoco ninguno negaba en principio su posibilidad. Aferrado a esta paradoja, Montesinos interpretó lo que pudo haber sido la bandera del Tawantinsuyo, tomando como referente un espectáculo majestuoso con que la naturaleza manifestaba su supremacía: el arco iris.

Cervesur, entonces empresa originaria de la proverbialmente robusta cerveza cusqueña colaboró con 500 soles a través de su gerente Leoncio Arteaga. Se confeccionó una bandera gigante de 14 por 8 metros que se trasladó en procesión desde la sexta cuadra de la calle El Sol, local de Radio Tawantinsuyo, hasta la Plaza de Armas, donde fuera izada en medio de la algarabía popular. Flameando los siete colores sobre un cielo perfectamente cyan, se supo que siempre debió haber existido.


* Octubre, 1973. Primer izamiento. Montesinos estuvo con el alcalde Jesús Lámbarry. [Foto Caretas]


En 2003, un año antes de morir, Raúl Montesinos recibió a dos interesados en la no del todo reconocida génesis de la bandera multicolor. La cita fue en su majestuosa casa coronando el cerro Osqollo, vigía natural de la ciudad puma. Montesinos, ya anciano y debilitado por la enfermedad, había hecho de su casa un santuario de cusqueñismo. Una réplica de la portada Tiahuanaco daba la bienvenida al visitante. Brotes de agua naturales gobernaban la arquitectura humana. Al interior de la casa sendos murales representaban la leyenda de los hermanos Ayar, fundadores del Cusco, ahí donde otros hubieran puesto un espejo. Miniaturas de las principales ruinas arqueológicas habían sido talladas sobre un roquedal que invadía la sala. Y un cuadro de la Ultima Cena Andina mostraba a Jesús degustando cuy y choclo con sus apóstoles.

Montesinos ya casi no hablaba, lo hacía su hija. No entendían bien lo de la "coincidencia" (5) con la bandera gay ("¿por qué habrán hecho eso esos señores?"), jamás habiendo registrado los derechos respecto a su autoría. Habían renunciado, o simplemente nunca se les ocurrió pensar en la compensación material producto de jugosas regalías provenientes tanto del turismo como de la opción sexual alternativa. Es más, poco les interesaba seguir hablando del tema, sino seguir mostrando todos los tesoros de cusqueñismo químicamente puro que albergaba su casa. Tal como la bandera, cada uno de ellos era una desinteresada manifestación del amor a su tierra. Aplicación práctica de una inadvertida filosofía quechua: compartir no solo lo que se tiene, sino lo que se es.

Un iluminador licor de saúco que sembraría el pánico en la novelera gastronomía limeña, antecedió la exhibición del último añadido a la casa. Se trataba de una réplica del último de los puentes colgantes incaicos, el puente de ichu de Keswachaka que se levanta sobre el río Apurímac, el Dios que habla. Montesinos, asistido para caminar, decidió demostrar sin palabras la resistencia de su obra, encaminándose temerariamente sobre un puente que el viento balanceaba sobre una caída de ochocientos metros.

Desde las alturas del Osqollo podían verse estandartes del arco iris ondeando por doquier en la ciudad, tal como en esos momentos lo hacía su bandera del Tawantinsuyo, al lado del Pabellón Nacional, sobre Palacio de Gobierno en Lima. Montesinos, maltrecho por la enfermedad, llegaba a la mitad del oscilante puente y daba la vuelta tratando de no perder el equilibrio, en un alarde por demostrar que ni él ni el puente caerían. El viento se detuvo cuando el creador de la bandera del Tawantinsuyo sonrió triunfante. El cielo era limpísimo.

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1 Luis Nieto Degregori, "Tres Momentos en la evolución del Cusqueñismo", Márgenes 13/14, 1995.

2 "Rieguen nuestro huerto espiritual las tonificantes linfas andinas, no las aguas pútridas de la moribunda civilización europea", De la Vida Inkaika, Lima 1925.

3 (preinca, inca, colonial, republicano) "son las cuatro levaduras en que se forjó el alma de la sierra, acero de cuatro temples", El nuevo indio, 1930.

4 Humberto Vidal Unda, "Lo que Significa la Semana del Cusco", Revista de la Semana del Cusco, 1946.

5 Las comillas son nuestras. La "bandera gay" fue "creada" en San Francisco por Gilbert Baker en 1978 ¡cinco años después que la bandera del Tawantinsuyo! Una hipótesis de esta "casualidad" estriba en que si bien inicialmente tenía un color más, el rosa, al estar este color descontinuado de fábrica, se utilizaron los excedentes de una producción de banderas del arco iris encargada por la "International Order of Rainbows for Girls" (asociación juvenil vinculada a la masonería) para suplir una marcha gay. La otra hipótesis es que entre 1973 y 1977 el susodicho sr. Baker visitó Cusco, vio la bandera, dijo qué regio y se la copió.

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Tomado de: Caretas, núm. 1827, Lima, 10 de junio de 2004.

http://www.caretas.com.pe/2004/1827/columnas/mal.html

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7 comentarios:

Anónimo dijo...

Nicanor: Entiendo que el primer artículo es tuyo. Me pareció sumamente interesante y comparto plenamentes tus reflexiones. Suceden cosas parecidas en otras latitudes, mutatis mutandi (no existe la población indígena). Hay tantos países latinoamericanos en los que que parece que solo reinventando la tradición, idealizándola a veces hasta el punto de distorsionarla por completo, se puede construir el presente. Que extraña obsesión tenemos los latinoamericanos con la historia! No podemos, parece, construir el presente sin reinventar simbólicamente el pasado!

Anónimo dijo...

La historia es siempre de alguna forma reinventada, aqui en Inglaterra o en la China. La supuesta "correcion historica" en que los medios y los academicos se han embarcado sobre la bandera del Cusco y la wifala boliviana me parece sospechosa. muchas veces como en el caso de Bedoya esta escondido un sentimiento de burla y de querer suprimir las mansfestaciones de la identidad indigena. Me parece interesantes sus aportes como historiador, pero no para descalificar un simbolo sino para realzar el verdadero significado de esa bandera: la toma de conciencia y el reconocimiento a nuestra identidad indigena en el Sur Andino.

ZIMON dijo...

LA BANDERA DE LOS INCAS
Son múltiples las informaciones en torno a esas banderas incásicas. Desde 1533 las vemos constantemente citadas en crónicas e informaciones. Esas banderas incaicas constan en obras españolas, indias y mestizas de aquel siglo.
Unancha fue el término más común para designar a las banderas; figura ya en el más antiguo diccionario quechua, el Lexicón de fray Domingo de Santo Tomás, donde se lo traduce como "estandarte" (2).
LA BANDERA DE GUERRA
Las banderas y su utilización por las huestes de Manco Inca y Atao Huallpa impresionaron a los conquistadores españoles. Entre ellos está Francisco López de Jerez, autor de la primera versión oficial de la etapa inicial de la Conquista del Imperio de los Incas. Hablando de la emboscada de Cajamarca habría de escribir, en su famosa "Verdadera Relación", que los soldados incaicos "todos venían repartidos en sus escuadras con sus banderas y capitanes que los mandan, con tanto concierto como turcos" (3). Por su parte el funcionario y cronista Gonzálo Fernández de Oviedo remarcaría que esas insignias de guerra eran "banderas diferenciadas" (4) y que "en sus batallas y guerras usaban traer banderas y escuadras bien ordenadas" (5).
No era corto elogio el de Jerez para el ejército inca. Por entonces los soldados del Sultán de Turquía parecían invencibles. Turquía era, a la sazón, la primera potencia mundial. Sus ejércitos avanzaban inconteniblemente en todos los horizontes y un cuarto de Europa había caído bajo su égida. Sorprendían los turcos por su valentía y disciplina. En tierra y agua. Aquel testimonio español primigenio de un hombre que actuó como secretario de Francisco Pizarro, se confirma por esos años con otras versiones, como la que brindaría el muy culto Oviedo, quien en Santo Domingo durante la década de 1530, habló y trato con todos los conquistadores importantes que iban y venían del Perú.
La crónica india de Joan Santa Cruz Pachacuti Yanque Salcamaygua nos habría de otorgar un dato todavía más preciso: "Cada mil hombres con sus unanchas" (6). Estas banderas de guerra fueron vistas al tope cuando la guerra de conquista iniciada por Manco Inca en 1536. Diego de Silva y Guzmán, más conocido como "el anónimo pizarrista", habria de anotar en forma especial el caso cuando el ataque a Lima por las huestes cuzqueñas de Quisu Yupanqui donde cargando ya en el arrabal "movieron todo el ejército con grandísimo número de banderas" (7).
Pero, como siempre, el minucioso Pedro Cieza de León es quien mejor relata los detalles: "y cada capitanía llevaba una bandera y unos eran honderos y otros lanceros y otros peleaban con macana y otros con ayllo y dardos y algunos con porras (8). De flecheros no sé habló, porque eran escasos o inexistentes tales grupos de combate en el ejército incaico, salvo en el Antisuyu y en ciertas áreas septentrionales".
El mestizo Pedro Gutiérrez de Santa Clara brinda un dato más: banderas con orden y silencio: los soldados incas - expresaba - "Iban repartidos por capitanías y debaxo de banderas y con mucha orden y concierto y con gran silencio" (9). Y la opinión del joven mejicano mucho interesa, porque anduvo por nuestras tierras desde 1544, cuando aun reinaba Manco en Vilcabamba.
Ahora bien, en distintas crónicas e informes podemos apreciar que hubo en el Imperio diversos tipos de banderas: la de los reyes Incas, que fue la del Cuzco. Las de algunas regiones. Las de distintos segmentos del ejército imperial . Las religiosas. La de los Incas, máxima insignia, lucia el Kuichi o arco iris.
LA BANDERA DEL ARCO IRIS
Entre las variadas banderas propias del imperio destacaba, por encima de todas, la del arco iris (10), enseña de los reyes Incas.
Ella consta con detalle en la más vasta y crudita de todas las obras españolas de los tiempos coloniales, la Historia del Nuevo Mundo, escrita en el Perú por Bernabé Cobo desde 1609.
Resumiendo el saber de su época al respecto, aquel minucioso jesuita anotó que "el guión o estandarte real era una banderilla cuadrada y pequeña, de diez o doce palmos de ruedo, hecha de lienzo de algodón o de lana, iba puesta en el remate de una asta larga, tendida y tiesa, sin que ondease al aire, y en ella pintaba cada rey sus armas y divisas, porque cada uno las escogía diferentes, aunque las generales de los Incas eran el arco celeste y dos culebras tendidas a lo largo paralelas con la borda que le servía de corona, a las cuales solía añadir por divisa y blasón cada rey las que le parecía, como un león, un águila y otras figuras. Tenía por borla el dicho estandarte ciertas plumas coloradas y largas puestas a trechos" (11).
La descripción del ilustre jesuita merece algunos comentarios a darle una significación moderna. En primer lugar, queda en claro, definitivamente, que la bandera, estandarte o guión tuvo como representación principal los colores del arco iris porque tal significaba y significa la expresión castellana "arco celeste" o arco del cielo.
Luego, en cuanto al tamaño, la enseña inca era ligeramente variable. Convirtiendo los "Palmos" a medidas actuales daría una bandera de aproximadamente sesenta centímetros por cada lado. Posiblemente, según regiones, era ella de algodón o de lana, ocurriéndosenos que en los Andes fuese de lana fina de vicuña blanca, previamente teñida en los colores necesarios y tejida en franjas. En la costa y en la ceja de selva las banderas serían de algodón escogido.
Resulta posible que en las banderas de mayor jerarquía los colores estuvieran dados no con tintes sino con plumillas finísimas de aves de las junglas, que se bordarían delineando las franjas, al estilo de ciertos cumbis, las que tal vez fueron verticales, siguiendo el trazo de los rayos del arco iris.
Tal como se deduce del texto de Cobo, el estandarte incaico se usaba un tanto al estilo romano , al extremo de una lanza grande (que tal quería decir pica) . En la misma forma que el lárbaro, enseña de los Césares de Roma, no era muy móvil sino fijo arriba y debajo de suerte que no flameaba. Era casi como un cuadro ligero colgado en la punta de la pica.
Como divisa de los Incas -precisa Cobo-, se agregaban "dos culebras" que debieron ser víboras grandes o más bien boas, aquellos gigantescos animales totémicos que figuran constantemente en la iconografía cuzqueña y que aparecen en linajes preclaros, como en el aristocrático apellido Amaru (12).
Aparte de estos emblemas generales (arco iris y las dos boas labradas en diminuta escala) cada Inca ponía "sus armas", esto es el símbolo de su propia estirpe, el puma o el huaman (halcón), o el anca (águila) u otros animales sagrados y quizás algún símbolo semejante al que se mostraba en los tocapus o en la orfebrería incaica destruida masivamente por los conquistadores españoles .
No debe llevar a extrañeza la presencia de animales en las banderas. Los asirios tenían una paloma en su estandarte. Los persas, un águila de oro con las alas abiertas. Las banderas de Atenas, una una lechuza (símbolo de Minerva). Los romanos, águilas. Las águilas bicéfalas se multiplicarían en Europa Moderna con los Habsburgos.
LA BANDERA DE LOS INCAS
La lista de estos animales heráldicos es interminable. Quizá sean rezagos totémicos. Todavía el Perú actual tiene en su escudo una vicuña y Chile un cóndor. Los Incas usaron mucho el puma (león andino) y el amaru, la boa.
La borla de la cual habla Cobo era, como dice, varias plumas rojas, seguramente de guacamayos, otra ave mítica. Nos imaginamos que esas plumas debieron estar erguidas en la parte alta, con vistosidad y sobre la varilla que sostendría horizontalmente el lienzo, porque de lo contrario ellas cubrirían los símbolos del estandarte.
Ahora bien, el estandarte ¿ Tal vez. El cronista fray Martín de Murúa expresa que "era redondo". Y realmente también debieron existir de otras formas, aunque con la misma enseña. En su fragmentaria versión, Murúa alcanza a decir, sin embargo, que era de variados colores y éstos se daban con plumas y flores.
Pero el sentido es el mismo y se sujeta a la idea general de la policromía del arco iris. Nos indica asimismo que esa enseña "puesta en palo largo" la "llevaba un orejón principal en alto, señalando con él que allí iba la persona del Inga" (13).
La presencia del arco iris se nota igualmente en uno de los escudos de Inca Roca, puesto que era - según el mismo Murúa - "un arco del cielo con un águila de dos cabezas que entre ellos se llamaba cuichicuntur".
LOS ESTANDARTES FESTIVOS
Los reyes Incas tenían una enseña principal para los días religiosos. El cronista Pedro Gutiérrez de Santa Clara, joven aún, escribió en el Perú en los mediados del siglo XVI que: "Todas las veces que los Incas salían de la ciudad o de sus casas para ir a los templos para hacer sus sacrificios, llevaban delante de sí un guión puesto en una vara alta, hecho a manera de mitra grande y redonda, que tenían muchas plumas de diversos colores y con mucho oro fino y esmeraldas que relumbraban mucho (14).
Otro emblema es el que describe Garcilaso, quién tal vez lo vio como reliquia durante su juventud cuzqueña. Se enarbolaba durante la festividad del Huarachicu. En aquel día partía de la "fortaleza un inca de sangre real, como mensajero del sol, ricamente vestido, ceñida su manta al cuerpo, con una lanza en la mano, guarnecida, con un listón hecho de plumas de diversos colores, de una tercia en ancho, que bajaba desde la punta de la lanza hasta el recatón, pegada a trechos con anillos de oro (la cual insignia también servía de bandera en las guerras) salían de la fortaleza y no del templo del Sol, porque decían que era mensajero de guerra y no de paz, que la fortaleza era casa del Sol para tratar en ella cosas de guerra y armas, y el templo era su morada para tratar en ella paz y amistad". En otra oportunidad aludió también Garcilazo "una señal, como pendón o bandera" (15).
LAS FUENTES INDIGENAS ESCRITAS
Las banderas incaicas aparecen frecuentemente citadas e la crónica india. Kápac-Unancha fue el nombre del "estandarte real de los Incas" según el cronista quechua Joan Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua, hombre que alcanzó a ver los últimos destellos del Tahuantinsuyo, cuando aún Vilcabamba resistía.
En su importante Relación de Antigüedades, él mismo se habría de referir también a "unanchas enarboladas" y a gente que se agrupaba "bajo su unancha" (16).
En Phelipe Guamán Poma hallamos también dibujos y referencias a las banderas destacando la de Manco Inca y sus capitanes (17), como se verá.
BANDERAS ARQUEOLOGICAS
La fragilidad del material hizo que las banderas prehispánicas desaparecieran pronto. Incluso no contamos siquiera con las del tiempo de Túpac Amaru el Grande, que fueron abundantísimas (18). Hasta las de la guerra del Pacífico resultan escasa por las razones expuestas. Para el caso de las antiguas se sumó el hecho de que las insignias incas fueron destrozadas en los combates, o quemadas y, en otros casos, remitidas a España, como botín de guerra, donde recibieron escaso cuidado, desapareciendo con la
polilla y la humedad. Así se perdió para siempre el símbolo de la grandeza incaica. Felizmente la arqueología nos puede dar algunas luces compensatorias, cuando menos sobre algunas otras banderas del Antiguo Perú, de los tiempos pre-incaicos. La más importante referencia es la de Alberto Casavilca, quien halló en Ica lo que llamó la bandera del Chinchaysuyu "ligeramente picada, con tres franjas verticales por tener (sic) una más de 1.50 de largo por 0.50 de ancho" (19).
Un emblema de tipo de bandera pero con aspecto de escudo, sostenido en una lanza corta, fue usado por los mochicas mil años antes de Pachacuti y Manco Inca. Se muestra entre las piezas del famoso Señor de Sipán y se trata de una superficie de placas de oro, cuadradas y engarzadas, con representaciones diversas, cabezas e ídolos en lo esencial. En la parte inferior luce un ídolo muchísimo mayor, que porta un collar de maníes de oro. En la parte más alta del escudo emblemático se yerguen, sobre otro ídolo, dos especies de penachos metálicos también de oro y; terminan ambos en forma de manos entreabiertas.
EN EL QUECHUA CLASICO
El quechua del siglo XVI -el que hablaban amautas, haravicus y quipucamayos- registró varios vocablos relacionados con las banderas de la época. Los linguistas los recogieron en sus vocabularios. El primer quechuista, Fray Domingo de Santo Tomás anotaría onancha como perdón, allá por 1560; más específicamente lo registró también como "estandarte, bandera generalmente" (20), como vimos al empezar estas páginas. Pero hay más: Diego González Holguín, en su monumental vocabulario de 1608 -recogido en los finales del siglo XVI- apuntó aucay unancha "bandera de guerra" (21) y unanchay simplemente com "estandarte real" (22) y también como "estandarte, insignia, escudo de armas" (23). Figuran también términos épicos como aucanaunancha y sinchiunancha y consta el vocablo mayuini que es "campear o tremolar la bandera" (24). Asimismo, parece que una antigua voz dialectal distinta sobrevivió hasta siglos coloniales, puesto que un quechuista de la talla de J.M. Farfán registra en su diccionario la voz "Phara" como bandera, indicando que se trata de un arcaísmo.
BANDERAS INCAICAS DIBUJADAS
En el Museo Arqueológico del Cuzco existe una colección de vasos queros en varios de los cuales se ve banderas. Estas no son necesariamente incas, sino neo-incas, algo posteriores a Manco. Fueron talladas y pintadas durante la segunda mitad del siglo XVI. Algunas son similares a varias de las cuzqueñas clásicas: largas, verticales, como franja enhebrada a un asta o lanza, amarilla para el caso. La bandera misma es cuadrada, con cuadros pequeños azules, celestes, rojos y amarillos. Hay otra, también cuadrada, con triple penacho azul, rojo y amarillo y más laterales. El asta porta lo que podría ser una cinta o vincha enrollada. Otra bandera lleva en su extremo una gran pluma celeste. Otra tiene diez cuadros en franja y son rojos y blancos, alternadamente. Hay una mucho mayor, como tablero de ajedrez, pero de cinco cuadros por lado: amarillos, verdes y rojo ocre.
En la colección de diseños de queros de Manuel Chávez Ballón apreciamos un asta con tres estandartes cuadrados, uno encima del otro, cada uno es de forma parecida a la explicada por la citada crónica de Bernabé Cobo, pero no se distinguen los colores.
Por otra parte en un hermosísimo lienzo del Museo del Cuzco admiramos otra, con asta y plumaje muy inca, pero con un lienzo cuadrado que en su bordado refleja una notoria influencia española.
En la obra de Phelipe Guaman Poma contemplamos diversas banderas, oriflamas, estandartes y lábaros, pero no siempre resulta fácil determinar cuáles corresponden al período anterior a 1544, año del asesinato de Manco y final de la conquista. La mayor parte parece corresponder al período neo-inca, en especial a la disnatía que sobrevivió en la región de Vilcabamba, de 1545 a 1572, pero el cronista quechua las ubica a todas en la etapa inca y de la conquista (25).
Destaca en Guaman Poma aquel dibujo donde Manco luce rodeado de sus capitanes y escolta, listos para la batalla (26), el que reproduce la procesión de Umaraymi (octubre) agua (27) y la procesión de ídolos (28), donde se ve con claridad una banderilla tipo lábaro, similar a la descrita por Bernabé Cobo.
LAS BANDERAS TROFEO
Al igual que en otros pueblos del mundo, vemos que entre los incas se usó a veces de trofeos convertidos en banderas. Tal contemplamos cuando el yana-General Maita se enfrentó a Hernando de Soto en Vilcashuaman (1533). En esta acción, durante una de las cargas, los incaicos lograron matar un caballo, que además era blanco: "le cortaron la cola y puesta en una lanza la llevaban por delante a guisa de estandarte" (29).
Ese Maila, héroe olvidado, que fue el primero capaz de contener ataques de caballería, por un buen lapso mantuvo equilibrado el combate. Debió estar en aquella jornada al lado de algún soldado que sostendría tan original bandera, símbolo allí de la resistencia incásica a la conquista española.
Lo cuenta nadie menos que el segundo secretario que tuvo pizarro, Pedro Sancho de la Hoz, cronista poco leído en el Perú y quien fuera el primero en tratar, brevemente siquiera, sobre las guerras de resistencias de los Incas a los españoles. Para el caso las del primer ciclo, el librado por los yana- Generales de Atao Huallpa en 1533 y 1534, tras la ejecución de su señor y monarca.
Igualmente con éstas y otras banderas, los ejércitos incas se batieron bravamente contra los españoles, por ocho años, acaudillados por Manco Inca, entre 1536 y 1544.
Unos dos mil españoles cayeron ante ellas durante el todavía escasamente conocido proceso de la conquista española; son las propias fuentes castellanas las que dan las cifras de esa guerra silenciada.
NOTAS
1. Desde la más remota antigüedad clásica, los pueblos y los reyes necesitaron dotar a sus ejércitos de bandera. Cómo nació esta costumbre? Pues, en los campos de batalla. Una alta insignia señalada el sitio donde se hallaba el monarca o jefe. Allí se acudía para demandar órdenes y refuerzos y para informar. El que portaba la bandera era un destacado guerrero joven, el alférez real. Caída o tomada la bandera del rey, venía el caos porque se tornaba imposible ubicar al comando. Pero también existían otros abanderados que marchaban en vanguardia para dar a conocer los emplazamientos de los capitanes y poner las insignias en los terrenos tomados al enemigo. Poco a poco la insignia de batalla fue convirtiéndose en emblema de reyes y de estados. Santo Tomás, Fray Domingo de Lexicón (1560). Lima, 1951, pp. 133.
2. Jerez, Francisco de Verdadera ... Lima, 1917 (Colección Urteaga-Romero, 1ra Serie, T.V), pp. 78
3. Oviedo, Gonzálo Fernández de Historia ... Madrid: BAE, 1959, T.V, pp. 59
4. Oviedo, Lib. Cit. T. V, Lib. XI, cáp. III, pp. 239.
5. Santa Cruz Pachacuti, Joan. Relación de Antiguedades. Madrid: BAE, 1962, p. 309 (Crónicas de Interés Indígena).
6. Silvia y Guzmán Diego (anónimo pizarrista) Relación ... Lima 1934 (Colección Urteaga-Romero, 2da Serie, T.X), pp.55.
7. Cieza de León, Pedro. Historia .... II, Cáp. 23. Ayllo es boleadora. Macana no es vocablo quechua.
8. Santa Clara, Pedro Gutiérrez de. Historia ... pp. 234.
9. Kuichi o cuichi es el arco iris en el quechua clásico. Fue nombre de prosapia. Ninan Cuichi, "arco iris de fuego" se llamaba el joven príncipe destinado a suceder a Huaina Cápac, su muerte en la devastadora peste de viruela de 1528 abrió el camino a la crisis dinástica que culminaría en la sublevación de Atao Huallpa, representante de los semi-Cuzcos.
10. Cobo, Bernabé, Historia ... (1653), Lib XII, Cáp 3, Madrid, 1956.
11. Amaru es boa en la totalidad de las crónicas que tratan sobre el vocablo en el siglo XVI. Asimismo, en los diccionarios del quechua clásico de aquellos tiempos, culebra es machacuay y serpiente o víbora Ppalla y catari. Aún no se ha reivindicado la trascendencia del Antisuyu en el Imperio Incaico, región de donde llegaba el oro y la coca, la chonta de los arcos y macanas, las plumas de los mejores atuendos, la cera y la miel. Su fauna fue totémica.
12. Murúa, Fray Martín de. Historia ... (1613), Lib. II Cáp 3. Madrid, 1962.
13. Santa Clara, op. Cit., Lib. LXIV.
14. Garcilaso de la Vega, Inca. Comentarios Reales ... Lib. VII, Cáp 6.
15. Santa Cruz Pachacuti, Joan. Relación ... Madrid, BAE, 1962, pp. 296, 306, 308 y 314.
16. Guaman Poma de Ayala. Nueva Corónica (1614), París, 1936.
17. Vega, Juan José. Historia Genral del Ejército Peruano. T.III, Vol. I, Lima 1981, p. 481 y siguientes.
18. Casavilca, Alberto. En: Actas del II Congreso Nacional de Historia del Perú. Lima, 1958.
19. Santo Tomás, fray Domingo. Lexicón (1560), Lima, 1951, pp.331
20. Gonzáles Olguín, Diego. Vocabulario (1608), Lima, 1951, pp. 632, 688.
21. Gonzáles Holguín, op. Cit., pp. 297.
22. Gonzáles Olguín, op. Cit., pp. 355.
23. Gonzáles Holguín, op. Cit., pp. 236.
24. Vilcabamba era toda una región. La margen derecha del río Apurímac a partir de la línea de los nevados Soray y Salcantay (la ribera izquierda era Guamanga). Es Vilcabamba un bellísimo caos geológico que mezcla selva, nieve y abismos. Comarca del Antisuyo, fue intensamente colonizada por los reyes Inca, como lo revelan sus ciudades y caminos. La ciudad llamada Vilcabamba por los españoles fue el reducto final, pero mucho más importante fue Machu Pichu, la Vitcos de los documentos del 1536-1538, capital de Manco. Rosaspata no es Vitcos de ninguna manera.
25. Guaman Poma, op. Cit., folio398.
26. Guaman Poma, op. Cit., folio 254.
27. Guaman Poma, op. Cit., folio 284.
28. Sancho de la Hoz, Pedro. Relación para su Majestad (1534), cáp VII, Madrid, 1962.

Luis Guillermo gallegos Portugal dijo...

Hay muchos criterios y opiniones acerca de la bandera del Tahuantinsuyu; pero lo grave reside en que esa enseña ha sido adoptada por los homosexuales del mundo, aun antes de la adopción por el Concejo Municipal de Cusco. Por ende, debe haber una diferenciación.Me parece que debe tener forma cuadrada y, necesariamente, el escudo del Cosco histórico en el centro.

Anónimo dijo...

La verdad es que me he quedado sorprendido por estos hechos históricos sobre la bandera del Tahuantinsuyo. Deseo felicitar a todos los señores que han escrito sobre este tema. Seguiré leyendo vuestros escritos.
Adel Hurtado Vera

Anónimo dijo...

Gracias amigo Zimon por tan completo estudio acerca de la Unancha, es necesario desbaratar estudios superficiales con la contundencia de las citas a documentos históricos que usted nos ha dado.

Amaru Uscamayta

Anónimo dijo...

Creo que muchos confunden las referencias a los estandartes del inca con la falsa bandera del tahuantinsuyo. Los estandartes no representaban al estado inca, sino al soberado, quien pintaba en estos sus enseñas personales, de manera que el estandarte cambiaba cada vez que asumía un nuevo inca. Eso en modo alguno puede considerarse un "bandera del Tahuantinsuyo".

Es por eso que la historiadora e investigadora de la civilización incaica María Rostworowski, al ser consultada sobre la enseña multicolor (bandera arcoiris) señaló tajantemente: «Les doy mi vida, los incas no tuvieron esa bandera. Esa bandera no existió, ningún cronista hace referencia a ella».

Por esa misma razón, la Academia de Historia peruana señaló: "El uso oficial de la mal llamada bandera del Tahuantinsuyo es indebido y equívoco. En el mundo pre-hispánico andino no se vivió el concepto de bandera, que no corresponde a su contexto histórico".

No hay que inventar símbolos para estar orgullosos de nuestro pasado. En todo caso, la única bandera que sí tiene un sustento histórico y que nos representa a todos es la rojiblanca.