El quechua y los dilemas del indigenismo.
Por Sandro Venturo Schultz
¿Tiene lugar el quechua en nuestra sociedad? No pocos defienden su vigencia, otros prefieren adaptarse a la globalización. El autor expone su postura.
Peru.21, Cronicas y Ensayos, Lima, 11 de setiembre de 2006.
El debate sobre el quechua y su vigencia se ha activado nuevamente. Un par de congresistas se atrevieron a hablar en el pleno del Congreso para el auditorio surandino, lo que provocó una que otra infeliz reacción. Ellas solo estaban realizando un gesto simbólicamente muy importante para ese tercio del país que tiene por idioma materno una lengua vernacular. La anécdota nos recuerda que, efectivamente, somos un país plurilingüe y bien haría el Congreso en contratar el servicio de traducción simultánea para hacer posible en los rituales oficiales aquello que no sucede en la vida cotidiana de un país atolondrado en su intensa choledad. Este debate pasará y volverá al disco duro de la prensa en unos días. Ya estamos acostumbrados a la poca importancia que los medios le otorgan al 'mundo indígena'. ¿Por qué ese resistente indigenismo que aún se filtra entre nosotros?
EL INDIGENISMO DE LOS NO-INDÍGENAS.
Pienso en un antropólogo anacrónico, en un indigenista. Le pregunto si considera necesario que exista una ley de protección o preservación de las culturas nativas. Dirá que sí, claro. Le recuerdo que los campesinos -según cuentan quienes eran mayores en los años setenta- no querían que sus hijos practicaran el quechua en la escuela, porque ello los excluía de una sociedad donde se usa el castellano para ejercer la vida política y económica. Le digo que este recelo aún existe. Le cito un estudio de Débora Poole, antigua asesora del Ministerio de Educación en asuntos de interculturalidad, en el que constata que los propios quechuas castigan a los suyos en quechua. Le pregunto de nuevo qué opina sobre esto.
Me dice que estas paradojas de la identidad expresan viejas relaciones de poder entre la cultura dominante y las culturas sometidas. Eso es obvio -le respondo- pero el asunto siempre es más complejo. El latín desplazó al griego una vez consolidada la invasión militar y, a su vez, el griego se adueñó espiritualmente del latín. Luego, del latín emergieron cinco lenguas distintas pero antes fue teñido por el catolicismo. Ahora el inglés es el idioma de la traducción universal y, al mismo tiempo, se está contaminando con las imágenes y los sonidos de lo 'latino' que los republicanos rechazan y que también han ayudado a moldear. Es decir, en toda relación de poder existe interdependencia o, si se quiere, identificación con el agresor. y con el agredido. El mestizaje nunca es simétrico. Esta argumentación le molesta a mi interlocutor. La considera cínica.
Le digo, finalmente, si tiene sentido que los indigenistas protejan un idioma que ni sus propietarios defienden, preocupados por integrarse a un mundo que les ofrece una forma de bienestar que ellos (¡achachau!) desean. ¿Por qué, compañero, debemos proteger el quechua y fomentar su contemporaneidad si ni siquiera existe una élite quechua en despliegue? ¿Acaso los profesionales que tienen por lengua materna el quechua escriben y leen en la lengua estatal de los incas, la cual se impuso sobre las culturas prehispánicas de estos territorios? ¿No son ellos los llamados a acabar con el carácter ágrafo del quechua? ¿No deberían ellos plantearse estos dilemas? ¿Qué dice, maestro?
La discusión sobre la protección del quechua sigue siendo una discusión entre no-quechuas. ¿No resulta sospechoso? No es casual que en estos imprescindibles debates nos brote una de las formas de paternalismo mejor intencionada, a saber, "es necesario proteger a los más débiles". Sentir eso es, seguramente, gratificante pero no suficiente. ¿No será que aquello que nos angustia es el sentido de nuestra identidad collage? Como bien lo trató Mirko Lauer en su libro sobre arte y artesanía, ¿no será que los indigenistas subliman su conflicto de identidad salvando a los más desprotegidos? ¿Cuál es, pues, el lugar del indigenista que sabe que no es 'indígena' pero que tampoco quiere reconocerse como 'criollo'?
SIETE CONSIDERACIONES CONTRA-INDIGENISTAS
UNO. Desde Juan Velasco, nuestros ciudadanos del campo se autodefinen campesinos. No se consideran indígenas. No se autodenominan quechuas ni aimaras. No quieren ser asociados al último escalón colonial. Quieren ser ciudadanos peruanos. No ciudadanos inválidos. Solo existen indígenas en el Perú ante los ojos de los gringos desprevenidos. Y también existen para aquellos que han encontrado un buen nicho en uno de los mercados del desarrollo sustentable. Son quienes se esfuerzan por ser estrictamente retrógrados y cínicos: viajan en un avión transnacional a un encuentro de indígenas en el ombligo del mundo, y escriben en sus computadoras portátiles manifiestos contra Occidente, argumentando a favor de un pasado idílico, ahistórico y totalitario.
DOS. Lo que hoy consideramos prehispánico, y por lo tanto andino, es en realidad una versión derivada de la cultura occidental. 'Derivada' quiere decir 'apropiada', 'transformada', 'singularizada'. Historiadores como Alberto Flores Galindo lo documentaron profusamente. Sociólogos como Roberto Miró Quesada lo analizaron con lucidez, sin prejuicios. Antropólogos como Carlos Iván Degregori lo han tratado con todos sus matices. Otros cientistas [sic] sociales, liberados del paternalismo que aquí acusamos, suelen comentar que el propio José María Arguedas quedó profundamente sorprendido cuando visitó las zonas rurales de la madre patria: descubrió cuán hispanos eran nuestros 'indios', estructuralmente católicos y políticamente peruanos.
TRES. Mi gran temor es que estemos valorando al quechua con la misma consideración con la que miramos los objetos que nos ofrecen los museos, esto es, con el cariño y la admiración que nos provoca lo hermoso e inerte. Por eso sostengo que ese paternalismo nos suele llevar en la dirección contraria y así terminamos agregando un objeto más a la lista del Patrimonio Cultural de la Nación, exponiéndolo al implacable olvido.
CUATRO. Que los idiomas nativos persistan y se actualicen de forma permanente dependerá básicamente de las poblaciones que lo necesitan y de su capacidad para incluirse a esta nación desigual y poco integrada. Incluirse en su propia lengua. La tarea de los amantes hispanos del quechua debería pasar por exigir a nuestra sociedad un trato equitativo para todos los ciudadanos, promoviendo sus capacidades para salir adelante por su propia cuenta. El reto quechua es un reto económico y político, no solo cultural.
CINCO. De hecho, la probable desaparición en un par de generaciones del quechua como habla cotidiana nos privará de formas únicas de verbalizar la experiencia humana. Cuando uno lee las traducciones de cantos quechuas toma conciencia de una forma de nombrar la vida que los códigos de comunicación contemporáneos no nos ofrecen.
SEIS. ¿Todo esto significa que los programas de educación bilingüe intercultural deban desaparecer? No, claro que no. ¡Tampoco que abandonemos nuestro apoyo solidario con quienes se resisten a la desaparición de nuestras lenguas milenarias! Pero poco avanzarán dichos esfuerzos si no existe una avanzada social 'indígena' dispuesta a alfabetizar en su lengua, así como a comprar y vender, a negociar y seducir, a enfrentar y concertar.
SIETE. Para terminar. También suceden estas influencias asimétricas entre el español y el quechua. No se olvide que el idioma de la letra eñe está plagado de nombres provenientes de nuestros idiomas nativos: ciudades y comidas, animales y plantas, personas y eventos han encontrado en las herencias prehispánicas su propia substancia, aunque no seamos conscientes de ello. Es más, en toda América Latina sucede algo parecido. Nuestra occidentalidad está invadida de ciertos espíritus indígenas que celebran su trascendencia invisible. Enhorabuena.
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* Tomado de: http://www.peru21.com/Comunidad/Columnistas/Html/2006-09-11/Venturo0575409.html
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Perú: Siete contra-consideraciones contra-indigenistas
Por Javier Torres Seoane
19 Noviembre 2006
En un reciente artículo Sandro Venturo (1) lanza siete consideraciones contra-indigenistas que a la fecha no han tenido respuesta de los “indigenistas”. ¿Poca disposición al debate? ¿Carencia de espacios para dar su opinión? ¿Indiferencia frente a la provocación? Quizás para ellos las posiciones de Venturo sean irrelevantes, pero al contener ciertas falacias vale la pena pasar a revisarlas y quizás animar la discusión sobre un tema que es fundamental para millones de personas en nuestro país.
I- “Desde Juan Velasco, nuestros ciudadanos del campo se autodefinen campesinos. No se consideran indígenas.” (2) Como todavía pueden recordar los mayores de cuarenta, es el Estado liderado por Velasco el que decidió que se dejara de usar la denominación oficial “indio” y reemplazarla por aquella de “campesino”, por considerarla denigrante. Esta apuesta estatal asociada al clasismo de la nueva izquierda, llevó a que el término se popularizara. Aquel cambio que transformó las vidas de los “ciudadanos del campo”, no impidió que la elite criolla siguieran viéndolos como sus subordinados.
II- “Lo que hoy consideramos prehispánico, y por lo tanto andino, es en realidad una versión derivada de la cultura occidental”. Según este argumento la matriz cultural andina sería occidental, cuando por el contrario, la llamada cultura andina es la transformación de lo que existía originalmente en los Andes antes de la llegada de los españoles, que se convirtió en algo distinto como producto de dicho encuentro o choque. Nadie en su sano juicio afirmaría que Macchu Picchu, Chan Chan o Chavin son derivaciones de Occidente… salvo aquellos devotos de textos ocultistas… entre los cuales se que no se encuentra Sandro Venturo.
III- “Mi gran temor es que estemos valorando al quechua con la misma consideración con la que miramos los objetos que nos ofrecen los museos, esto es, con el cariño y la admiración que nos provoca lo hermoso e inerte”. Ojala así fuera aunque sea para que cuando la extinción anunciada por el autor, algo quede. El problema es que valorar no es lo mismo que conservar o exhibir. Darle valor al idioma es darle uso cotidiano ahí donde éste vive.
IV- “Que los idiomas nativos persistan y se actualicen de forma permanente dependerá básicamente de las poblaciones que lo necesitan y de su capacidad para incluirse a esta nación desigual y poco integrada. Incluirse en su propia lengua”. Los idiomas persisten porque existe la necesidad de usarlos, para los fines más diversos. Sin embargo esto no basta; es necesaria una política estatal que promueva el uso de la lengua. No es solo el mercado el que determina los usos de la lengua, es también aquello que el Estado y las elites que lo controlan le propongan al resto de la sociedad. Un Estado que no le habla en su idioma materno a sus ciudadanos, no es un Estado democrático y mucho menos un Estado eficiente.
V- “Cuando uno lee las traducciones de cantos quechuas toma conciencia de una forma de nombrar la vida que los códigos de comunicación contemporáneos no nos ofrecen”. Eso nos ocurre a todos los que leemos los Himnos Órficos, el Poema de Gilgamesh, o la Divina Comedia, eso es lo que nos ocurre cuando leemos textos escritos en tiempos lejanos. Al parecer para Venturo el quechua ya es una lengua muerta, antigua y extinta. ¿Será cierto?…. si es así, resulta inexplicable la frondosa producción musical en idioma quechua… ¿no son acaso contemporáneos Carlos Falconi, Manuelcha Prado o los poemas sobre la violencia política que se muestran en la galería virtual Yuyarisun de la cual el autor fue curador?
VI- “Pero poco avanzarán dichos esfuerzos si no existe una avanzada social ‘indígena’ dispuesta a alfabetizar en su lengua, así como a comprar y vender, a negociar y seducir, a enfrentar y concertar”. ¿No existen acaso? ¿No se negocia en innumerables ferias en la sierra del Perú en quechua? ¿No se seduce en ese mismo idioma en las fiestas de carnaval? ¿No se toman decisiones en cientos de asambleas en comunidades y centros poblados en ese idioma? ¿Acaso las empresas mineras, ong y el Estado no solicitan profesionales que lo hablen? ¿Acaso no hay medio millón de quechua hablantes en la ciudad de Lima?
VII- “Nuestra occidentalidad está invadida de ciertos espíritus indígenas que celebran su trascendencia invisible”. Suponemos que el autor se refiere a sus lectores “occidentales” y la comunidad a la que siente que pertenece, a la matriz cultural en la que él negocia, concerta, seduce y que reconoce como moderna y contemporánea. A pesar de la voluntad inclusiva y su apuesta por la modernidad Venturo cae en el viejo discurso que a lo largo de la república buscó erradicar el quechua de la vida de millones de peruanos, sea por la vía educativa, militar, religiosa o subversiva. Sin embargo a lo largo y ancho del territorio, el amor y los negocios se siguen haciendo en ese idioma.
Notas:
(1) “El Quechua y los dilemas del indigenismo”, publicado el 11 de setiembre [2006] en Perú 21.
(2) Todas las cursivas, son extractos del texto de Venturo.
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* Tomado de: http://www.servindi.org/archivo/2006/1332
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Espacio virtual creado realmente por Nicanor Domínguez. Dedicado a la historia del Sur-Andino peruano-boliviano.
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