Entre el antijudaísmo y el antisemitismo
CARLOS MARTÍNEZ SHAW
"El Pais", Madrid, 18/02/2006
El debate sobre los verdaderos motivos de la Inquisición para perseguir a los judíos ha ocupado a muchos historiadores. El ensayo de Benzion Netanyahu reabre esa discusión.
* Resena del libro:
Benzion Netanyahu.
DE LA ANARQUÍA A LA INQUISICIÓN. Estudios sobre los conversos en España durante la Baja Edad Media.
Traducción de Ciriaco Morón Arroyo.
La Esfera de los Libros. Madrid, 2005.
286 páginas.
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Benzion Netanyahu, historiador judío residente en Estados Unidos, ha escrito, entre otros trabajos, dos extensos volúmenes sobre los conversos españoles: Los marranos españoles según las fuentes hebreas de la época (siglos XIV-XVI) y Los orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV. A ellos se une ahora una última entrega que constituye como una tercera hoja de un tríptico perfectamente homogéneo: se trata de una colección de artículos donde vuelve a discutir las conclusiones generales de sus libros anteriores, en abierta polémica con algunos de los nombres mayores de la historiografía española del siglo XX, desde Marcelino Menéndez Pelayo a Antonio Domínguez Ortiz, pasando por Américo Castro y Claudio Sánchez-Albornoz.
En las tres obras consideradas, el autor plantea una misma y radical revisión del motivo de la creación del Santo Oficio y de la persecución inquisitorial contra los conversos, que (para decirlo brevemente) rezaría así: la hostilidad desatada contra los judíos en la España bajomedieval llevó a la conversión al cristianismo de muchos de ellos, de modo que cuando se produjo la expulsión en 1492 la inmensa mayor parte de los que se quedaron eran ya cristianos sinceros deseosos de una completa integración, por lo que el Santo Oficio actuó contra ellos no movido por el propósito (religioso) de desenmascarar a los criptojudíos, sino por el objetivo (racista) de aniquilar a un grupo odiado como cuerpo extraño a la comunidad cristianovieja.
Los estudios de Benzion Netanyahu han reabierto así el debate sobre la Inquisición y han ayudado a plantearlos en términos muy nítidos, acentuando la dicotomía entre dos posiciones, la de aquellos que defienden, para la creación del Santo Oficio, causas estrictamente religiosas y la de los que descubren debajo de esa envoltura mixtificadora una motivación extrarreligiosa, de contenido racista. Dejando aparte otras cuestiones, de fuerte trasfondo ideológico y poco resolubles a partir de los datos ofrecidos por los historiadores, como la justificación de la Inquisición por la conservación de la pureza de la fe cristiana (asumida por el catolicismo integrista en la senda de Menéndez Pelayo) frente a la consideración del aparato inquisitorial como una aberración opuesta de modo radical al espíritu cristiano (tal como lo sintieron muchos de los representantes del humanismo o del pensamiento ilustrado), lo que se dilucida ahora es si la Inquisición, y con ella la mayoría de la población cristianovieja, practicó el antijudaísmo o el antisemitismo.
En una reciente y brillante síntesis (Los judíos en España, editorial Marcial Pons), el hispanista Joseph Pérez ha defendido la opción del antijudaísmo, de los motivos religiosos, en virtud del fervor cristiano de los Reyes Católicos, que llevaba aparejado la necesidad de combatir la amenaza del criptojudaísmo, y también en virtud de la tendencia de las nuevas monarquías absolutas a convertirse en estados confesionales debeladores de la disidencia doctrinal. En este esquema, los criptojudíos desde luego existen, algo que no ha negado ningún estudioso del tema, sin que importe que su número real (minimizado por el historiador judío) esté por debajo de la percepción subjetiva de los cristianoviejos, presos de una psicosis conspirativa que multiplica el número de los enemigos de la fe.
El punto débil de esta argumentación será siempre, sin embargo, la implantación de los estatutos de limpieza de sangre, la discriminación sistemática ejercida contra individuos que, al margen de su práctica religiosa cristiana, pública y manifiesta, serán excluidos en razón de sus orígenes judíos, lo cual no puede sino ser considerado como una manifestación de antisemitismo. Así, si la cultura de la limpieza de sangre entra en la Inquisición desde sus mismos comienzos, necesariamente hay que dar a Netanyahu su parte de razón.
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Tomado de: http://www.elpais.com/articulo/ensayo/antijudaismo/antisemitismo/elpepuculbab/20060218elpbabens_6/Tes
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domingo, 19 de abril de 2009
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