Espacio virtual creado realmente por Nicanor Domínguez. Dedicado a la historia del Sur-Andino peruano-boliviano.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Eric J. Hobsbawm (1917-2012)

Eric J. Hobsbawm en 2003


Muere Eric Hobsbawm, pensador marxista clave del siglo XX

* El historiador británico fallece a los 95 años en Londres tras una larga enfermedad

* Fue autor de Historia del siglo XX. 1914-1991 y Guerra y paz en el siglo XXI

Por Walter Oppenheimer, en Londres

El Pais, Madrid, lunes 1ro de octubre 2012

El historiador marxista Eric Hobsbawm, quizás el intelectual británico más admirado y respetado en el mundo desde hace varias generaciones, ha fallecido en la madrugada del lunes [1ro de octubre 2012] en el Royal Free Hospital de Hampstead, apenas a unos cientos de metros de su casa, a los 95 años de edad. A pesar de que nunca renegó de su ideología comunista, su intelecto, su capacidad para analizar hasta el más mínimo detalle y al mismo tiempo su facilidad para sintetizar la historia le granjearon la admiración lo mismo desde la izquierda que desde la derecha política, especialmente en los últimos años de su vida.

Autor de una veintena de libros, se especializó en la historia de los siglos XIX y XX. La tetralogía La era de… ha sido considerada su obra cumbre. Una serie que arrancó en 1962 con la publicación de La era de la Revolución: Europa 1789-1848 y que continuó en 1975 con La era del Capital: 1848-1875, en 1987 con La era del Imperio: 1875-1914 y cerró en 1994 con La era de los extremos: el corto siglo XX, 1914-1991.

Aunque nacido en 1917 en Alejandría (Egipto), en el seno de una familia judía de origen polaco, su padre era británico de segunda generación pero él se crió en Europa central. “Cada historiador tiene su nido, desde el que observa el mundo”, escribió una vez. “El mío está construido, entre otros materiales, de una niñez en la Viena de los años 20, los años del ascenso de Hitler en Berlín, que definieron mis ideas políticas y mi interés por la historia, y de Inglaterra, y especialmente el Cambridge de los años 30, que confirmaron los dos primeros”.

El joven Eric vivía en Viena cuando su padre murió de forma repentina en 1929 de un infarto y su madre dos años después debido a la tuberculosis. Él y su hermana Nancy se mudaron a Berlín, donde vivía su tío Sidney. De allí, la familia se fue a Londres en 1933 cuando la empresa de Sidney le trasladó a Inglaterra.

Empezaron entonces esos años de Cambridge, en los que Hobsbawm coincidió con historiadores como Christopher Hill, Rodney Hilton, John Saville y se afilió al Partido Comunista, una militancia en la que compaginó la fidelidad ­–nunca abandonó el partido: fue el partido el que le abandonó a él al disolverse en 1989– con el espíritu crítico, lo que le granjeó el respeto de quienes admiraban su trabajo pero discrepaban de su ideología.

Al estallar la II Guerra Mundial se ofreció a trabajar para la inteligencia pero la oferta fue declinada precisamente por su militancia política. Acabó ayudando a la construcción de las defensas costeras en East Anglia. Una experiencia que permitió al sólido intelectual entrar en contacto real con la clase obrera. “Esa experiencia en tiempos de guerra me convirtió para siempre a la clase obrera británica. No eran muy inteligentes, excepto los escoceses y los galeses, pero eran muy, muy buena gente”, escribió años después.

Quizás esa fidelidad frustró sus aspiraciones de entonces de acabar enseñando en Cambridge y acabó dando lecciones en el Birkbeck College de Londres.

En los años 80 se convirtió en una especia de gurú del Partido Laborista y en especial del que fue su líder desde 1983, Neil Kinnock, que le describiría como “mi marxista favorito” en agradecimiento a la influencia que Hobsbawm acabó teniendo en la reforma del partido y su acercamiento a territorios que luego desembocarían en el Nuevo Laborismo de Tony Blair.

En los últimos años ha seguido teniendo una gran influencia. Nunca ha dejado de trabajar (deja escrito un último libro que aparecerá el año que viene) y de participar en tertulias intelectuales y mediáticas.

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En una de las últimas entrevistas que concedió a EL PAÍS desglosó algunas de las claves a través de las que narró la historia del último siglo.

- Weimar y Hitler. "Era inevitable politizarse en aquellos días. Vivía entonces en Alemania, y no podía ser socialdemócrata (eran muy moderados), ni nacionalista (era inglés y judío), ni me interesaba el sionismo".

- El poder del marxismo. "Los marxistas creían que la clase obrera iba a crecer, cuando lo que ha pasado es que ha decrecido y que países como Estados Unidos o Inglaterra incluso se están desindustrializando".

- Los fundamentalismos. "Afecta a todas las religiones. En el caso islámico, la revolución que triunfó en Irán tenía una fuerte voluntad de consolidar un Estado, centralizarlo y modernizarlo. Los fundamentalistas judíos son desde 1967 los más acérrimos defensores de Israel y reclaman sus ambiciones imperialistas. Y no hay que olvidar el giro fundamentalista de los católicos con los últimos papas y de las comunidades protestantes en Estados Unidos".

- El terrorismo islamista. "Su poder militar es mínimo. El atentado en Nueva York no llegó a desestabilizar la ciudad salvo durante unas horas. Hay que subrayar que hay lugares (Afganistán, Pakistán, el Oriente Medio) donde los grupos terroristas juegan políticamente un papel importante, y no se los puede despreciar. Otra cosa es el terrorismo islamista en nuestros países. Responde a una reacción antiimperialista".

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* Tomado de: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/10/01/actualidad/1349086514_771066.html

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ADIÓS A UN GRAN INTELECTUAL MARXISTA

Eric Hobsbawm, un pensador en sus propias palabras

Repasamos la trayectoria del historiador a través de distintos fragmentos extraídos de su obra.

Por José Andrés Rojo, El Pais, Madrid, 1ro de octubre, 2012

La pura inercia intervino de manera decisiva en la formación de Eric J. Hobsbawm. Cuando nació, en 1917, el viejo mundo que había reinado hasta entonces se venía abajo con los estertores de la I Guerra Mundial. Aun así, creció empapándose en la gran cultura que procedía de aquella Mitteleuropa en la que habían brillado escritores de la envergadura de Robert Musil, Italo Svevo, Hugo von Hofmannstahl, Hermann Broch o Joseph Roth, entre tantos otros. No había cumplido quince años cuando, en Berlín, se lanzaba a la calle para divulgar panfletos de izquierda que advertían de los peligros que llegaban con el nazismo. No sirvió de mucho: Hitler triunfó y la familia de Hobsbawm salió hacia Inglaterra. Fue allí donde hizo carrera aquel joven que quería dedicarse a la literatura y terminó como historiador. Nunca ocultó sus simpatías por el comunismo, pero cuando se vuelve sobre su obra, por cercano que estuviera del marxismo, su inmensa cultura y su rigurosa capacidad de investigación lo blindan ante cualquier tentación por la simplificación puramente ideológica.

Para entender a Hobsbawm hace falta escucharlo. He aquí una selección de fragmentos de una larga entrevista que le hizo a finales de los noventa Antonio Polito y que se publicó en España en el año 2000 con el título de Entrevista sobre el siglo XXI (Crítica). En todo momento se refiere a situaciones concretas, pero si se prescinde de las coordenadas específicas (por ejemplo, la guerra de Kosovo) parece seguir dando pistas para enfrentarse mejor a los conflictos que siguen vivos en la actualidad:

Guerra del futuro. “…determinados individuos o grandes corporaciones poseen [hoy] tanto dinero como los estados mismos. En buena parte gracias a la magnitud que han alcanzado las actividades ilegales, como el tráfico de drogas y el contrabando. […] En las guerras del futuro etas cuestiones serán, en mi opinión, cada vez más importantes. […] Trescientos milicianos bien armados, que no estén controlados directamente por ningún estado o gobierno, pueden incursionar fácilmente en vastas zonas y limpiarlas de ‘enemigos’. […] Cuanto menos estructurados, estatales, son los conflictos armados, más peligrosos son para las poblaciones civiles”.

Limpieza étnica. “Genocidio’ se ha convertido en un término utilizado con exceso y, por tanto, se ha despreciado; algo así como lo que ha sucedido con la palabra ‘fascismo’. El genocidio es un proyecto de eliminación total de una etnia. De algún modo, es una extensión lógica, y extrema, de la limpieza étnica. […] La limpieza étnica es un fenómeno que se manifiesta según varios y diversos niveles de gravedad, y puede ser llevada hasta los extremos del genocidio. Es algo ya de por sí lo bastante horrible, no hay ninguna necesidad de empeorar su sentido identificándola con el genocidio”.

Mito nacional. “Los mitos nacionales constituyen otro problema es en el que hay que saber distinguir entre lo que llega desde abajo y lo que se impone desde arriba. Esos mitos no surgen espontáneamente de la existencia real de la gente, son más bien algo que la gente aprende de alguien: de los libros, de los historiadores, de las películas; hoy en día de los que hacen televisión. En general no forman parte de la memoria histórica ni de una tradición viva, excepto en circunstancias especiales, que se dan cuando, lo que un día se convertirá en mito nacional, nace de la religión. Es el caso de los judíos […]”.

Comunismo. “…los regímenes comunistas eran, en cierto sentido y deliberadamente, regímenes elitistas. Aunque sólo fuese por el énfasis que ponían en el papel de guía que debía desempeñar el partido. Su objetivo no era convertir al pueblo, las suyas no eran fes, sino iglesias oficiales. Por esta razón, la mayor parte de los pueblos sometidos a estos regímenes estaban fundamentalmente despolitizados. El comunismo no entró nunca en sus vidas en el sentido en que, por ejemplo, el catolicismo entró en las vidas y en las conciencias de los pueblos de América Latina tras la colonización. El comunismo era algo de lo que se esperaba buenos o malos resultados, pero que en general no fue interiorizado por los pueblos”.

Estados-nación. “…la globalización es un proceso que simplemente no se aplica a la política. Podemos tener una economía globalizada, podemos aspirar a una cultura globalizada, tenemos ciertamente una tecnología globalizada y una sola ciencia global; pero de hecho, políticamente hablando, el mundo sigue siendo pluralista, dividido en estados territoriales. […]

En ese marco hay que preguntarse cuál será el debilitamiento de los estados-nación. ¿Será bueno, será malo? Ya se verá. Pero lo cierto es que no se les puede ignorar, no se puede analizar el mundo como si no existieran o no fuesen importantes. Porque en política es lo único que tenemos. Las posibilidades de que una sola autoridad global desempeñe una función política y militar eficaz son igual a cero”.

Individualismo libertario. “Creo que el individualismo libertario no es una base adecuada para la política del poder. Porque, en el fondo, el individualismo es lo opuesto a una política colectiva. Se puede movilizar a los pueblos en la senda del nacionalismo, del patriotismo o de otras rutas colectivas, pero si se dice al individuo que lo que cuenta es su supremo interés, luego es muy difícil convencerlo de que debe subordinar ese interés, aunque sea solo en parte, a los intereses de los demás”.

Globalización. “Es posible garantizar a todo el mundo que van a tener igual acceso a la Coca-Cola. Pero no es posible que todos tengan el mismo acceso a una entrada para el teatro de ópera de la Scala, de Milán. Porque por la naturaleza misma de este bien, el número de entradas de la Scala es limitado y no se pueden producir más. […]

Por eso creo que el problema de la globalización es la aspiración a garantizar un acceso tendencialmente igualitario para todos los productos de un mundo que es, por su naturaleza, desigual y distinto. Hay una tensión entre dos ‘abstracciones’. Se intenta encontrar un denominador común al que puedan acceder todas las personas para cosas que no son, repito, accesibles naturalmente a todos. Y ese denominador es el dinero, es decir, otra ‘abstracción”.

Los inmigrantes. “En la situación actual, (…) se corre el riesgo de crear una sociedad dual: la primera caracterizada por la ciudadanía plena, dotada de plenos derechos; la segunda, compuesta por extranjeros con características de underclass permanentes. A algunos de ellos se les concederá ciertas formas de ciudadanía, pero a la mayoría se la considerará, en ciertos aspectos, como a una raza inferior, al menos desde el punto de vista de los derechos de ciudadanía. Hoy en día la mitad de los inmigrados que viven en Europa es clandestina, ilegal, y por lo tanto carente de derechos. A corto plazo, las víctimas de esta situación no experimentarán plenamente las consecuencias, porque si eres un emigrado del África negra, aun sin derechos de ciudadanía estás mucho mejor ganándote la vida en Florencia, pongamos por caso, que en tu país de origen. Este proceso crea una sociedad de apartheid”.

(Fragmentos del libro de Eric J. Hobsbawm Entrevista sobre el siglo XXI. Al cuidado de Antonio Polito. Traducción de Gonzalo Pontón. Crítica. Barcelona, 2000. Selección de José Andrés Rojo).

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* Tomado de: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/10/01/actualidad/1349119764_730615.html

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El historiador del siglo


A la edad de 95 años ha fallecido Eric J. Hobsbawm, uno de los más grandes historiadores del siglo XX y sin duda el más influyente. Se mantuvo lúcido y comprometido hasta el final. Deja un libro por publicar.

Hobsbawm nació en 1917 en Alejandría [capital del protectorado británico en Egipto], hijo de padres judíos. Un error administrativo alteró su apellido original, Hobsbaum. Como otros intelectuales europeos de frontera fue espectador de acontecimientos cruciales en el periodo de entreguerras. Decía que había sido profundamente influido por su niñez en la Viena de los años veinte y el ascenso de Hitler en Berlín, que definieron sus opciones políticas y su interés por la historia, y por su vida en Inglaterra después, especialmente en la universidad de Cambridge de los años treinta.

En la época de la Gran Depresión Hobsbawm perdió a sus padres y se afilió al Partido Comunista. Tenía 14 años. Permaneció leal a su opción hasta que el comunismo británico se disolvió en 1991. Se formó en Berlín y Londres y fue en Inglaterra donde escribió su gran obra. Fue marxista y sus ideas le cerraron muchas puertas en la carrera universitaria pero obtuvo un reconocimiento y admiración muy grande en el mundo. Es difícil que haya un historiador que no haya sido influido por su obra.

Sus trabajos habitualmente están respaldados por una enorme masa de evidencias documentales. Poseía una erudición apabullante y sus intereses como historiador fueron muy variados. Optó por hacer una historia “desde abajo”: desentenderse de los “grandes hombres” y buscar entender la lógica histórica a partir del estudio de la vida de la gente común, especialmente los trabajadores. Fue el más grande investigador de la historia del capitalismo pero también se interesó vivamente por los campesinos. Estuvo muy interesado en el Perú y dedicó un notable ensayo al movimiento campesino que Hugo Blanco encabezó en La Convención y Lares a principios de los años 60. En sus libros Rebeldes primitivos y Bandidos, con el telón de fondo de una investigación de envergadura mundial sobre la rebeldía campesina y el bandolerismo social, volvió a trabajar el mundo rural peruano. En una conferencia en San Marcos hizo una observación singularmente interesante: sostuvo que a nivel planetario la crisis del mundo rural no sucedió, como suele creerse, en el siglo XVIII, sino hacia la década del cuarenta del siglo XX, no sólo en las naciones pobres sino también en las del mundo desarrollado, con la excepción de unos pocos países, como Estados Unidos e Inglaterra.

La cúspide de su producción como historiador fue una tetralogía dedicada a la historia del capitalismo: La era de la revolución: Europa 1789- 1848 (1962), La era del capitalismo: 1848-1875 (1975), La era del Imperio: 1875-1914 (1987) y The Age of Extremes: the short twentieth century, 1914-1991 (La era de los extremos: el corto siglo XX, publicada en castellano con el título de Historia del siglo XX, 1994). Se trata de una de las mejores historias universales contemporáneas.

Hobsbawm fue también uno de los más innovadores estudiosos de la cuestión nacional. En “La invención de la tradición” mostró cómo muchas de las tradiciones, ritos e instituciones que suele creerse son inmemoriales han sido creadas en realidad recientemente por élites nacionales que así se legitiman: “el fenómeno nacional no puede ser adecuadamente investigado sin una cuidadosa atención a la ‘invención’ de la tradición”.
Fue un apasionado del jazz (decía que fue un adolescente poco agraciado y tímido y puso en la música la pasión que los otros jóvenes ponían en las chicas). Escribió sus reseñas bajo el seudónimo de Francis Newton.

En las primeras páginas de The Age of Extremes Eric Hobsbawm manifestaba, en 1994, su sorpresa porque, al final del siglo XX, la gente volviera a creer en el discurso económico liberal. Recordaba que para la gente de su generación estaba fresco el recuerdo de cómo este credo económico llevó al mundo al desastre de la Gran Depresión de 1929. Concluyó que no se había aprendido la lección. La gran crisis que comenzó el 2008, que el FMI anuncia se va a prolongar por una década, muestra cuánta razón tenía el viejo maestro.

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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/columnistas/en-construccion/el-historiador-del-siglo-16-10-2012

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Hobsbawn y el Perú


Hace unos días [el lunes1ro de octubre 2012] ha fallecido uno de los historiadores más importantes de nuestro tiempo. Se trata del profesor inglés Eric Hobsbawn, quien nos ha dejado una obra fundamental para la comprensión del mundo moderno. En efecto, escribió sobre el ascenso del capitalismo y las transformaciones del siglo XVIII, ofreciendo un extenso razonamiento sobre los orígenes de la revolución industrial. Continuó adelante focalizando en las luchas obreras contra la explotación capitalista y el primer auge del socialismo durante el siglo XIX.

Pero, no se detuvo, porque en sus últimos años nos entregó una sólida historia del siglo XX, concebido como un siglo corto, determinado por la revolución bolchevique de 1917 y cuya extensión prolonga hasta la caída del muro de Berlín en 1989. El desafío comunista y la resistencia del capitalismo habrían sido las claves y su consecuencia era un siglo que solo había durado setenta años.

Así, a través de su obra completa, Hobsbawn nos dejó un análisis histórico del capitalismo, desde su cuna hasta su madurez y la fase tardía que vivimos en la actualidad, luego que el sistema lograra derrotar la amenaza comunista, con la que simpatizaba el autor.

En la mayor parte de sus investigaciones, el sujeto provino del mundo capitalista desarrollado. Tanto el capital como el trabajo fueron estudiados desde el centro y su mirada poseyó una agudeza particular precisamente por analizar el vértice que origina el movimiento de la sociedad.

Pero, también abordó a los sujetos coloniales y en un célebre texto se refirió a la sublevación campesina de 1958-62 en el valle de La Convención liderada por Hugo Blanco. Es el último de los artículos que componen un libro titulado Rebeldes primitivos, publicado por primera vez en inglés en 1959. Cuando fue traducido al español estaban terminando los sesenta y Hobsbawn añadió dos artículos a su texto original. Se trata de estudios cortos, pero que han pesado en las interpretaciones posteriores, uno trata sobre la violencia colombiana y el otro sobre nuestro campesinado de los cincuenta-sesenta.

Hobsbawn sostiene que la explotación moderna en La Convención se desarrolló después de la II Guerra Mundial gracias al cultivo del café que la conectó con el mercado mundial. La estructura social anterior a este desarrollo era  feudal, pues grandes hacendados entregaban parcelas de sus dominios a cambio de obligaciones en trabajo. Una capa social intermedia, llamados “arrendires”, debía pagar una servidumbre al hacendado, pero era relativamente acomodada y hasta contrataba peones con regularidad.

El origen de la paradoja era el café que había traído a la región un súbito enriquecimiento, que provocó una explosión social. Los “arrendires” se sublevaron contra el arcaico régimen social y el conflicto fue conducido por el joven político trotskista Hugo Blanco. No obstante su derrota y la prisión de sus líderes, la lucha social habría acabado ganando.

En efecto, el gobierno militar de transición, 1962-63, decretó una primera reforma agraria que afectó exclusivamente a esa región del país. Así, Blanco terminó preso, pero su causa se impuso. Por ello, su fama se extendió entre los campesinos de la época y como muchos migraron, su reputación llegó a las ciudades y explica su gran papel como candidato en la justa electoral de 1978, cuando se eligió la Asamblea Constituyente.

Hobsbawn fue militante del Partido Comunista oficial y estuvo identificado con su vertiente italiana; sin embargo, su tema peruano fue la gesta de un trotskista. El profesor británico estaba investigando la resistencia campesina a la penetración capitalista; su interés era la combinación entre estructuras sociales arcaicas y luchas sociales que anticipan la modernidad. De ahí su atracción por los sucesos de La Convención.

Con ese artículo ofreció una prueba de su carácter; marxista comprometido con los afanes de los de abajo y suficientemente amplio y tolerante, capaz de subrayar el protagonismo de sus adversarios.

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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/columnistas/sucedio/hobsbawn-y-el-peru-10-10-2012

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Capitalismo y comunismo
Un concepto clave para comprender las relaciones entre ambos sistemas se ha ventilado en los diversos homenajes a Eric Hobsbawn realizados en Lima. Personalmente he escuchado razonar sobre el punto tanto a Nelson Manrique como a Gustavo Gorriti. La idea postula que las relaciones entre capitalismo y comunismo fueron complejas, que ambos regímenes influyeron uno sobre otro y que su destino igualmente está conectado.

Antes de la revolución bolchevique, las mujeres estaban excluidas del voto y tampoco existía sufragio universal masculino. En algunos estados regía el voto censitario, por el cual, solo votaban quienes pagaban impuestos directos. En otros países, como el nuestro, para ser ciudadano se requería ser alfabeto y las mayorías indígenas estaban excluidas. Así, antes del comunismo, la democracia era un régimen político abierto pero exclusivo.

Lo mismo a nivel de derechos sociales y económicos. Antes de la Primera Guerra, el capitalismo carecía de reglas y en ningún país, incluyendo los desarrollados, existía seguro médico ni ayuda social a cargo del Estado. Tampoco había normas para el capital y el liberalismo clásico implicaba frecuentes crisis de sobreproducción y severas recesiones.

Luego, surge el desafío comunista y el capitalismo se transforma. Los frenéticos años veinte conducen a la gran crisis de 1929 y la depresión de los treinta. En ese momento, surge el fascismo y la democracia liberal se bate en retirada, doblemente acosada por comunismo y nazismo. Pero, el capitalismo se recupera de la mano de Keynes y produce grandes transformaciones internas.

El voto comenzó a universalizarse y la democracia extendió sus beneficios. Los gobiernos adoptaron el modelo del Estado del bienestar y los trabajadores del mundo desarrollado fueron masivamente incorporados a la esfera del consumo. Igualmente, aparecieron organismos reguladores que ordenaron el mercado limitando las grandes crisis. En ese período, el comunismo estaba vivo y era competitivo. Era la posguerra, desde la década del cincuenta hasta los ochenta, cuando ambos sistemas coexistieron en un escenario que conoció de crisis, pero que supo evitar la guerra entre superpotencias. La llamada “guerra fría” estuvo dominada por el conflicto controlado.  Ahí se construyó el triunfo del capitalismo y la ruina del comunismo.

Este último se derrumbó porque se osificó, dejó de crecer económicamente, mientras su propia gente había dejado de creer en el Estado. La ausencia de democracia y de mercado anuló la creatividad y el estancamiento fue la regla del mundo soviético.

Por su lado, al interior del Occidente desarrollado, esta época forjó el rostro más amable del capitalismo. En Europa y los EE.UU. se vivía bien, abundaban los empleos bien pagados, las becas y las vacaciones. Incluso los trabajadores disfrutaban de su puesto en sociedades de abundancia. Además, democracias bien establecidas y sistemas de partidos completaban un mundo ideal, que lamentablemente era para pocos, mientras el Tercer Mundo ardía.

A continuación, presa de sus propios entrampes, el comunismo se derrumbó y el capitalismo rompió sus ataduras con la moderación. La disolución de la Unión Soviética fue paralela al llamado consenso de Washington, que fue el acta de nacimiento del neoliberalismo. En este período, que sigue vigente hasta hoy, el capitalismo ha vuelto al salvajismo.

La desaparición de los controles llevó a la crisis del 2008, que no ha terminado. Los beneficios del Estado del bienestar están siendo recortados y son objeto de luchas sociales que recorren Europa. La democracia pierde su cualidad de escenario de colaboración y reaparecen los extremos racistas y xenofóbicos.

Si el capitalismo volvió atrás, ese mismo movimiento ha de provocar un nuevo comunismo, distinto al anterior y sin mayores conexiones doctrinarias, salvo su común oposición al egoísmo desbordado. Por ahora, son fuerzas dispersas, pero que vuelven a hacer de la justicia social el centro de sus afanes.

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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/columnistas/sucedio/capitalismo-y-comunismo-28-11-2012

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